Una mujer con restos de sangre en el rostro trata de zafarse de las garras de un granadero francés, identificado por las charreteras y los pompones rojos. A su espalda, dos burgueses con chistera y levita encañonan a los dragones napoleónicos, que se abren paso entre la multitud con ferocidad. Hay en la escena una mezcla de civiles de distinta condición y militares, desde hombres con redecilla en la cabeza armados con carabinas, trabucos, navajas e incluso palos hasta soldados españoles con sus distintivos, la casaca y la cartuchera, que tratan de incorporarse a la batalla empuñando su fusil. También mucho dolor, muerte y drama.
El telón de fondo es el Palacio Real, en la mañana del 2 de mayo de 1808, el día que el pueblo de Madrid se levantó ante la invasión francesa y se enfrentó a los cañonazos con lo poco que tenía a su disposición. La imagen bien podría ser un lienzo perdido de Goya, una variante de La lucha con los mamelucos, pero el realismo caótico de la escena, en la que hasta aparece el carruaje de Francisco de Paula, con el infante absorto en su interior, contrasta con la pincelada suelta y pastosa del artista. Se trata, en realidad, de una de las alucinantes recreaciones de Jordi Bru, el fotógrafo de la historia de España.
El célebre episodio de la Guerra de la Independencia forma parte del medio centenar de composiciones que se incluyen en Soldados (Desperta Ferro), un compendio de la última década de trabajo de artista digital y diseñador de Bru, antes fotoperiodista y ahora fotógrafo dedicado profesionalmente a la recreación de ejércitos y batallas históricas. El espectacular volumen recorre cinco siglos de historia militar de España, desde el XVI a las misiones de paz del presente, sumergiéndose en las vivencias de los combatientes. Un viaje en el tiempo sensorial y conmovedor, una inmersión en el fragor de las luchas, el sufrimiento previo o el hedor de las heridas frescas acompañada de unos enriquecedores textos del historiador Daniel Aquillué.
La otra escena favorita de Bru —"ha sido un proceso de selección bastante duro, se han quedado por el camino fotos que me gustan mucho", dice— es la que abre el libro: una representación del contingente liderado por Hernán Cortés cruzando en 1519, en su camino hacia la toma de Tenochtitlán, un paso montañoso que recibiría su nombre y con el volcán Popocatépetl, nevado, al fondo. "Fui hasta allí con recreadores que hacían de mexicas, tlaxcaltecas o españoles para hacer la primera recreación de la conquista de México. Hubo muy buen rollo y me emocionó mucho. Una recreación es una conmemoración, no una celebración de nada", zanja sobre las politizaciones de la historia.
Pero esta composición conjuga la delicada metodología que emplea Bru para cada uno de sus trabajos: una minuciosa documentación histórica tanto a nivel de armamento como de uniformes y detalles, así como la persecución de un ambiente, de una atmósfera, lo más realista y fiel posible. "Las crónicas de la época dicen que Cortés envió a unos soldados al volcán para buscar azufre y hacer pólvora, por eso se sabe que había nieve. Estuve tres horas pateando la zona, que está a casi 4.500 metros de altitud, porque me interesa que se vea que es la misma vegetación, el mismo volcán y hasta el mismo color de la tierra".
Quienes conozcan la obra anterior de Bru, Los Tercios (Desperta Ferro) ya saben que es capaz de retratar la guerra como nunca se había visto. Melés de piqueros con sus morriones, infatigables pese a la lluvia o el barro de las trincheras, no podían faltar en Soldados, que incluye varias fotos de cada siglo, desde la España imperial hasta el papel de las Fuerzas Armadas en Líbano o Letonia, lugares a los que se ha desplazado el propio fotógrafo para inmortalizar las maniobras.
Cada vuelta de página es un descubrimiento a nivel visual, pero también histórico: empuja a conocer episodios desconocidos, como esos 260 miembros del Regimiento de Infantería Galicia que en 1719, al lado de los escoceses, fueron los últimos españoles en combatir en suelo británico. O a la Expedición Real de ingleses que lucharon por Isabel II en la primera guerra carlista, y que fueron aniquilados en septiembre de 1837 en Andoain —la escena de una carga de bayonetas en un puente que firma Bru es sobrecogedora—.
No obstante, lo que prima en sus obras son los sentimientos que despiertan, la capacidad de introducir al lector/espectador en plena carga del Regimiento de Alcántara durante la guerra de Marruecos o en la desesperada defensa de la plaza de Zaragoza que protagonizaron la célebre Agustina de Aragón y otras tantas mujeres anónimas. "Lo que pretendo no es solo sacar la épica de la batalla, sino que me interesa mucho reflejar esos momentos de incertidumbre antes de que empiece, las tensiones en los rostros o las consecuencias de una derrota", expone Bru citando a las cabizbajas milicias derrotadas por los franceses en Astorga, otra imagen de un realismo escalofriante. "Busco transmitir el miedo, la angustia, el nerviosismo...".
No faltan en el libro recreaciones de momentos clave de la Guerra Civil —Bru, junto al historiador Jesús Jiménez, ha publicado hace unos meses una obra con cerca de dos centenares de fotografías coloreadas sobre la contienda—, como la batalla del Ebro, en la que captura esa mañana del 25 de julio de 1938 en la que las tropas republicanas empiezan a cruzar el río esquivando proyectiles franquistas. "Ya tenemos documentación gráfica suficiente para que se sepa qué fue la Guerra Civil. Esto es una visión muy personal mía de una parte muy importante de nuestra historia", sentencia el autor.
Y soldados españoles también participaron en la II Guerra Mundial. El fotógrafo incluye una escena bélica de La Nueve, los republicanos que integraron la División Leclerc y fueron los primeros en entrar en París para su liberación, con semiorugas reales aunque con las matrículas retocadas digitalmente para que coincidiesen con las reales de los "España cañí" o "Guernica" —"sin asesores no podría hacer absolutamente nada", recuerda Bru sobre la concienzuda documentación de cada aspecto—; y la famosa participación de la División Azul en la famosa batalla de Krasni Bor.
"Me inspiré en una foto bastante famosa y quería hacer esta toma en una trinchera", confiesa. Pero en esta ocasión el paisaje no conduce a suelo ruso, sino a la sierra del Guadarrama, donde tienen lugar recreaciones de la unidad de voluntarios españoles que lucharon en las tropas de Hitler. "Yo no pretendo juzgar ni posicionarme ni que se posicione nadie que vea mis composiciones. Simplemente pretendo que se haga una idea de lo que de verdad ocurrió", finaliza Bru. No cabe duda de que sus 'fotografías históricas' son un ejercicio de rigurosidad, destreza y realismo estremecedor, una experiencia inmersiva para no romantizar la guerra.