Más que por una hipotética conexión con el presente, De Madrid a San Petersburgo, una obra que nace de la tesis doctoral del historiador Iván Lázaro Urdiales y que pretende acercar al gran público las entrañas de las relaciones hispano-rusas en el siglo XVIII, resulta una lectura interesante para indagar desde otro punto de vista en el gran dilema de la historia de Rusia: el pulso entre quienes desde el reinado de Pedro el Grande miraron y trataron de imitar a Occidente y entre los que abogaron por defender y agarrarse a los "principios rusos".
El ensayo de Lázaro Urdiales, editado por la UNED, analiza diferentes aspectos políticos, económicos y culturales —los contactos, por ejemplo, entre las academias Imperial de Bellas Artes y la de San Petersburgo y cómo se intercambiaron premios y publicaciones—, pero a través de su particular conexión con España, la nación que estaba en la punta opuesta del continente europeo, se proyecta una nueva mirada al choque histórico de prooccidentales y tradicionalistas rusos.
Pregunta. ¿Qué fue lo que caracterizó las relaciones en el siglo XVIII de los países más alejados entre sí de todo el continente europeo?
Respuesta. En primer lugar, estuvieron muy mediatizadas por la política exterior del momento. Después de la crisis que España había sufrido en el siglo XVII volvió a salir con fuerza a la arena política internacional, aunque no como una potencia principal. En cambio, Rusia es una potencia que irrumpe, sobre todo durante el reinado de Pedro I, en un panorama europeo internacional buscando el lugar que ellos creen que merecen. La distancia es básica en estas relaciones: en todos los despachos diplomáticos y las instrucciones a los embajadores se señala este hecho. Pero también que, aunque no pueda haber una relación como con Francia u otros países aledaños, sí que puede ser muy útil porque estamos hablando de un imperio inmenso, con una fuerza militar muy importante y unos recursos naturales brutales.
»En la época de Felipe V, mientras está en guerra con Austria o forjando relaciones con el imperio austríaco, una labor de distracción rusa en el otro lado del continente puede ser una ayuda maravillosa a la hora de desarrollar la guerra en el sur u occidente de Europa. Además, es importante también el tema político porque durante el reinado de Felipe V la idea de invadir Inglaterra sigue presente. Entre los embajadores se habla de esto: conseguir que un ejército de rusos y españoles se plante en las islas británicas. También estamos hablando de planes matrimoniales: al futuro Fernando VI se le intenta casar con la hija pequeña de Pedro el Grande. Las relaciones comerciales son muy importantes porque en este momento de revitalización de la Armada española, el mercado ruso y todas sus materias primas son algo básico. Se busca conseguir una fuente de aprovisionamiento estable y a buen precio.
Título: De Madrid a San Petersburgo. Las relaciones hispano-rusas en el siglo de las luces (1722-1799)
Autor: Iván Lázaro Urdiales
Editorial: UNED
Año de edición: 2022
Disponible en Editorial UNED
Disponible en Unebook
P. ¿Cuáles eran los intereses de España en mantener relaciones con Rusia?
R. El tema de la alianza y el del tratado de comercio siempre están presentes, pero no se llegaron a materializar porque dependía de la política exterior de cada una de las potencias. A principios de siglo si hay una alianza y va el duque de Liria a Rusia es porque están en un bloque político, la Alianza de Viena [Austria, Rusia y España], que se contrapone a la de Hannover [con Francia y Gran Bretaña]. No hay un tratado entre Rusia y España, pero sí uno de ambas con Viena. En la segunda mitad del siglo pasa con el caso de Francia: la política exterior española estuvo subordinada a los intereses franceses. A los embajadores se les pide que consigan información y se fijen en lo que hacen los aliados de España en ese momento: con Felipe V es Austria y con Carlos III, París.
P. ¿Cómo surgieron los primeros contactos? ¿De quién fue la iniciativa?
R. En la portada del libro pone 1722-1799. En esa primera fecha Pedro el Grande es el que manda al embajador [Serguei Dmítrevich] Golitsyn a España. Es la primera vez que un embajador ruso llega de forma permanente a España. Anteriormente había habido contactos, con el famoso Potemkin y demás, pero habían llegado con unas embajadas puntuales para casos concretos y habían vuelto. Aquí hablamos de un embajador que está permanentemente en Madrid con todo lo que ello supone a nivel de despachos diplomáticos. Por el lado español, el primero que se podría considerar en estos términos, sería el duque de Liria, que va a Rusia en 1727.
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P. Pedro el Grande es el soberano ruso que abre la puerta y empieza a mirar hacia Occidente en ese dilema tan característico de la historia de Rusia. ¿Qué pretendía con el envío de Golitsyn a España?
R. Sobre todo, tener acceso a la plata que llega de las Indias. Antes del embajador ya hay agentes rusos que son enviados a Cádiz para que informen sobre cómo funciona el sistema que saca de tapadillo esta plata. Los rusos, en ese momento, necesitaban la plata porque como otras potencias europeas tenía comercio con China. En el libro también hablo de cómo la plata española, aparte de la famosa ruta del Galeón de Manila, llega gracias a los rusos hasta el norte de lo que es la frontera con Mongolia.
»Es interesante el tema de la dinámica de Occidente. Cuando el duque de Liria está allí, es clara. Cuando muere Pedro, el grupo cortesano y una parte muy importante de la corte imperial intentan en cierta manera revertir las prácticas y las políticas de Pedro. Su mujer reinó solo dos años y luego llegó Pedro, que es prácticamente un chico y hay miedo de que estas reformas y las alianzas que sus padres habían firmado con otras potencias europeas se vuelvan a revertir. Es una de las posiciones que tienen los embajadores españoles: qué está pasando en Rusia.
P. En cualquier caso, las relaciones entre Madrid y San Petersburgo estuvieron condicionadas por la constante pugna franco-británica.
R. Indudablemente. Estamos hablando de un siglo en el que la lucha entre París y Londres es brutal. Un pulso entre las dos grandes potencias internacionales que va perdiendo París, y a final del siglo es claro. Hay circunstancias importantes como la Revolución francesa, que influye a favor de la independencia de las Trece Colonias. Cómo este tema repercute en las relaciones con Rusia es importante también porque la Guerra de Independencia es relevante en el sentido de que España busca que toda la ayuda que se pide desde Londres a Rusia para mandar soldados a someter esa rebelión no vaya. Después del descalabro de la Guerra de los Siete Años, les interesaba que Gran Bretaña perdiera esa contienda.
»Cuando se revierten las alianzas, en el Tratado de Sevilla (1729) en la época de Felipe V, también se le dice al duque de Liria que cambie todo lo que ha desarrollado hasta entonces en San Petersburgo. Esa ayuda que había prometido Rusia al embajador de Austria, lo que hay que luchar ahora es para que esa ayuda en forma de soldados no llegue a ponerse en marcha nunca. El tema franco-británico es importante también porque España, desde los Pactos de Familia, se ve mediatizada por los intereses franceses. El enemigo común es Gran Bretaña, que hay que tener en cuenta a la hora de defender los mares. Todo el comercio que viene de San Petersburgo cuando hay una guerra es muy limitado.
P. ¿Se puede decir que España logró frenar la ayuda de Rusia al bando británico en la Guerra de Independencia de Estados Unidos?
R. Hay un momento en que todos tienen mucho miedo porque parece que Catalina la Grande está inclinada a ayudar a los británicos. En un principio, los embajadores españoles la describen como probritánica. Pero Catalina tenía muy claros sus intereses y al final parece que no está tan interesada en mandar una fuerza tan importante a las Trece Colonias y mucho menos inmiscuirse en una guerra que va a dañar gravemente el comercio ruso. No hay más que ver que su gran proyecto es el de la Neutralidad Armada: conseguir que todo el comercio que se mueve por las costas europeas no se vea debilitado por los corsarios de ambos bandos.
P. ¿Qué se persiguió con el proyecto de matrimonio entre el futuro Fernando VI y la gran princesa Natalia?
R. Es una época bastante compleja. No hay que olvidar que Fernando VI no era hijo de la entonces reina de España, Isabel de Farnesio, y en ese momento hay proyectos en mente para casar a los infantes españoles con Francia. El matrimonio no se mueve directamente desde Madrid, sino a través del duque de Parma, que se incluye en las prerrogativas de la alianza. Es importante porque lo que promete la corte española que se ponga sobre la mesa es toda la ayuda pecuniaria con la que va a contribuir a Rusia.
»La pretendida defensa del catolicismo español, que también es muy importante, continúa en este momento. Los rusos están dispuestos a que Natalia se convierta al catolicismo, pero que Fernando lo haga a la ortodoxia en ningún momento se baraja. A Fernando le dice que se le va a intentar coronar rey de Polonia.
España busca que toda la ayuda que se pide desde Londres a Rusia para mandar soldados a someter la rebelió de las Trece Colonias no vaya
P. Tras la muerte de Natalia, ¿no hubo más intentos de enlaces entre ambas cortes?
R. En la época del duque de Liria también se deja en la mesa casar a Carlos III con una princesa rusa. Esto no está corroborado por la corte en Madrid y desde San Petersburgo tampoco se hace una comunicación oficial. Es un rumor que se corre y parece que a la princesa no le disgustaba en absoluto, pero también muere muy joven.
P. A lo largo del siglo hubo momentos de mayor o menor afinidad diplomática. ¿Cuál fue el punto de mayor tensión y a raíz de qué se produjo?
R. Sobre todo a finales de siglo, con el reinado de Pablo I y la cuestión de Malta, que se había convertido en Gran Maestre de la Orden de Malta en Rusia. Esto se contempla de una forma preocupante por las potencias europeas y no se reconoce el nombramiento. En este momento la política de Carlos IV se inclina hacia Francia con el ascenso de Napoleón Bonaparte. Al final, en 1799, hay una ruptura y una declaración de guerra.
»La situación del duque de Liria tampoco fue menor. Se pasa de una coyuntura en que las tres potencias —Rusia, España y Austria— son aliadas, a otra en que cambia el juego y España se aleja de Viena y se vuelve a acercar a Francia. Automáticamente la relación del duque con los cortesanos rusos desaparece, se torna muy picante y ya en el siguiente reinado acaba con la ruptura de relaciones y la retirada de embajadores. Entonces intento señalar cómo no los problemas entre ambas cortes, sino los condicionantes de la política y sus alianzas, condicionan las relaciones.
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P. La historiografía lleva unos cuantos años indagando en el resurgimiento español del siglo XVIII a pesar de todo lo que se ha dicho. ¿Rusia contribuyó en algo, de forma económica, por ejemplo, a ello?
R. La contribución rusa es importante en el abastecimiento para la Real Armada. Sobre todo en la segunda mitad del siglo es lo que se busca. El XVIII podría señalarse como el siglo del comercio: frente a la mentalidad bélica que había imperado hasta entonces, el tema de los intercambios es básico. Los tratadistas, lo soberanos y los políticos entienden que a nivel mundial hay una serie de mercados concretos y que son limitados, y que hay que expandirse y defenderlos. El tema de la Armada se toma como algo básico. Aquí tenemos precedentes con el curso de Patiño, los arsenales, los departamentos marítimos… si se va a Rusia es por el tema comercial, por el abastecimiento no solo de madera, también cáñamo, lonas y diferentes productos que se llevan a los arsenales para fabricar los barcos. El comercio con Rusia en este campo de relaciones es muy importante.
P. ¿Estas relaciones hispano-rusas del XVIII tienen alguna enseñanza para el presente?
R. Sí. De la historia siempre se aprende. La historia la sigue haciendo el ser humano, es el puntal básico y el protagonista. Hay comportamientos que se siguen repitiendo. La diplomacia es algo básico: sentarse a hablar e intentar arreglar las cosas. El siglo XVIII es un buen ejemplo de ello. Estamos hablando del gran desarrollo de la diplomacia a nivel internacional. Y cómo se puede gestionar una relación de kilómetros y kilómetros de distancia, desde los confines de Europa; y sacar beneficio ambos no solo en el tema político, también en el económico o en el cultural.
»Catalina intentó hacer un diccionario de la mayor parte de las lenguas del mundo y envía a España un pliego con numerosos términos para ser rellenado con sus respectivas traducciones —en español y en las lenguas "americanas y vizcaínas"—. Y pide que se manden obras específicas, como la gramática japonesa del jesuita Diego Collado.