Escribe Felipe Fernández-Armesto (Londres, 1950) en el primer capítulo de Magallanes. Más allá del mito (Espasa) que todo lo que una persona alcance a saber sobre el famoso navegante portugués está en su cabeza: "Puedo desmontar las contradicciones presentes en las pruebas disponibles. Puedo reprochar ciertos errores a algunos de mis predecesores y deshacer nudos en la cronología. Puedo enfocar detalles desdibujados hasta ahora". Un presuntuoso acto inicial.
La nueva obra del historiador, doctor por la Universidad de Oxford, es un nada mesurado intento de bajar de los altares a Fernando de Magallanes, de señalar todos los rincones oscuros de la biografía de un personaje que ha dado nombre a premios, embarcaciones, regatas, compañías y hasta a una misión de la NASA a Venus. Para Fernández-Armesto, el marino portugués fue un personaje ambicioso con una extensa nómina de crímenes —incluso "según los valores de su tiempo", defiende— y que fracasó completamente en su gran empresa comercial, que acabaría con la gesta de la primera circunnavegación al mundo culminada por Juan Sebastián Elcano.
En la estela de las conmemoraciones del quinto centenario de este acontecimiento, que ha alumbrado magníficos libros sobre el almirante como Magallanes&Co (Acantilado), de la investigadora Isabel Soler, el enfoque del historiador sorprende por su agresividad con el personaje apoyándose en hechos de sobra conocidos, como los riesgos tomados durante la expedición o la sangre derramada. El autor desgrana algunas de las claves de su obra una entrevista con este periódico realizada a través del correo electrónico.
Pregunta. ¿Qué le ha impulsado a escribir este análisis tan demoledor de Magallanes?
Respuesta. Ni se me ocurrió hacer tal cosa, sino investigar un problema que siempre me ha interesado: el de los caprichos de la fama. Algunas personas, merecedoras de renombre, no lo consiguen o —en los casos, por ejemplo, entre las grandes figuras de la historia española, de Colón o de San Junípero Serra— se lo quitan o lo convierten en calumnia. En cambio hay otros personajes quienes, a pesar de sus vicios y fracasos, acaban loados y aclamados. Es éste el caso de Magallanes.
"Magallanes no logró nada, su fama es una consecuencia del fracaso"
P. Presume en la introducción de haber acometido "la lectura más minuciosa jamás hecha de los textos disponibles" escritos por el marino portugués. ¿Cómo calificaría entonces la personalidad de Magallanes? ¿En qué difiere su retrato del realizado por otros historiadores?
R. A diferencia de lo que suponen la mayoría de lectores y escritores, las fuentes de su inspiración no tenían nada que ver ni con curiosidad científica ni devoción religiosa, sino que nacieron de las circunstancias de su niñez y educación: se dedicó a buscar la fama y la ambición social, siguiendo el modelo de los protagonistas de las novelas caballerescas, que eran sus lecturas preferidas.
P. ¿Cuáles son, a su juicio, las falsedades más extendidas sobre la figura de Magallanes?
R. Que fue un gran navegante: me parece que sabía poquísimo del asunto; que intentaba dar la vuelta al mundo: todo lo contrario, no consta ni que pensó en tal proyecto; que logró nuevos conocimientos científicos: en absoluto, su cosmografía siguió muy de cerca las ideas falsas de Colón y Vespucio y no logró añadir nada a la ciencia de su tiempo; que fue una persona religiosa: sí, vino a serlo pero sólo hacia el fin de su vida, cuando tornó desesperado hacia su Dios; que era una persona honrada, ese "noble capitán" dibujado por su primer elogista: pues no —entre sus crímenes venían traición, asesinato, abuso de poder judicial, masacres e incendiarismo—; que su viaje obtuvo ventajas comerciales: no, el coste excedió el valor de las especias que se adquirieron después de su muerte y su viaje no abrió ninguna nueva ruta explotable de comercio.
P. Dice que el fracaso de Magallanes fue "total". Teniendo en cuenta que alcanzó uno de los principales objetivos de la expedición —llegar a las Indias por poniente—, ¿se puede ser tan categórico?
R. Pero ese no era el objetivo oficial del viaje, sino encontrar una ruta comercialmente explotable, y demostrar que las Molucas quedaron dentro de la zona de soberanía española. En ambos aspectos —tanto como en sus propuestas personales de establecer una colonia en Filipinas para aprovechar el oro de las islas— el fracaso fue total.
P. Afirma que Magallanes fue un tirano, un asesino, un capitán negligente, un traidor… ¿No fue un simple hombre de su tiempo, una persona ambiciosa guiada por otros estándares morales a los que tenemos hoy en día? Cristóbal Colón, con quien es más indulgente, acabaría volviendo de América encadenado por desobedecer a la Corona…
R. Rechazo totalmente la corrección política y ni se me ocurriría denunciar a una persona del pasado por no compartir las ideas —para mí poco apetecibles— del siglo XXI. Los crímenes y vicios de Magallanes lo eran según los valores de su tiempo. Incluso ofendió a los valores de la cultura a la cual perteneció, desobedeciendo a su rey, provocando motines, llevando el noventa por ciento de su tripulación al desastre y a la muerte, y prosiguiendo su viaje cuando era evidente que cualquiera posibilidad de acabar bien se había extinguido. Por supuesto, tenía rasgos admirables que también vienen en mi libro: coraje temerario, fidelidad a sus principios románticos y caballerescos, un concepto de sí mismo impregnado de valores aristócratas y carisma inspirador que llevó a la mayor parte de la gente a seguirle.
[Los aventureros que fallaron y la historia se olvidó de ellos]
P. ¿Entonces por qué logros —si considera que hay alguno— deberíamos celebrar a Magallanes?
R. De logros, ninguno. Su fama, si no me equivoco, es una consecuencia del fracaso. Solemos abrazar a los fracasados —a los "nobles fracasados" como dicen los japoneses—. En España preferimos "Honor sin barcos a barcos sin honor". El que más seguidores consiguió en la historia del mundo acabó crucificado entre ladrones. El fracaso puede ser un gran cambio de carrera.
P. Dice que "el beneficio monetario tradicionalmente atribuido al resultado de la empresa es un mito". La nao Victoria llegó a Sevilla, y cito por ejemplo a Enrique Martínez Ruiz, con "381 sacos de clavo, canela, nuez moscada y sándalo que pesaban 533 quintales (…) el importe de la venta cubrió los gastos de la expedición y reportó un beneficio de 346.200 maravedíes". ¿Cuál es entonces el mito?
R. En mi libro encontrarás las cifras auténticas. Lo que se suele olvidar es que a los gastos previos de la expedición hay que añadir cantidades enormes pagadas por la Corona a los herederos de los difuntos del viaje. [Fernández-Armesto escribe: "Del dinero que la Corona recibió tras la liquidación del cargamento (8.680.551 maravedíes), 2.793.157 maravedíes se repartieron entre cinco casas religiosas y 40 supervivientes y sus herederos". Para justificar el "fracaso sin paliativos" aduce que las ganancias equivalían a "un rendimiento de unos 2.500 maravedíes por cada una de las vidas de los miembros de la expedición que se perdieron"].
P. En esa imagen mitificada de Magallanes contra la que usted carga, ¿cuánta responsabilidad cabe atribuirle a la novelesca biografía de Stefan Szweig?
R. No. Zweig se equivocó, pero el origen del mito se encuentra en la relación del viaje escrito por Antonio Pigafetta, el amigo de Magallanes, que ofreció no una historia objetiva sino un elogio a su antiguo compañero y patrocinador.
P. En su relato no se salva ni Juan Sebastián Elcano, de quien dice que desobedeció al rey y mintió a los funcionarios reales. ¿Por qué parece que le cuesta tanto reconocer que lo que culminó Elcano fue una heroicidad para los medios y los recursos de la época?
R. No me cuesta, porque no le niego en absoluto a Elcano el valor de sacar adelante a los pocos supervivientes de la expedición. Pero eso lo sabemos todos. No voy a perder el tiempo, ni el de mis lectores, en el caso de que los haya, contando y recontando lo ya contado. En mi libro se trata de Magallanes. Libros buenos de otros autores sobre Elcano ya están disponibles.
"Pienso que la muerte de Magallanes fue una especie de autosacrificio como el de un héroe de leyendas caballerescas"
R. Critica el destronamiento que están sufriendo otros personajes históricos como el propio Colón o Hernán Cortés, pero también lamenta que Magallanes no forme parte de ese grupo por el "mito romántico" que le envuelve. ¿Si quitamos todas las estatuas de los conquistadores, usted no salvaría las del marino portugués? ¿Sería partidario de cambiar los nombres de todos los lugares, embarcaciones o premios a los que da nombre?
R. No. Por supuesto que no. Yo apuesto por respetar todos los documentos del pasado, los monumentos incluso. Ni cambiaría un nombre de lugar ni una estatua, ni un grafito siquiera que conmemore a una persona para mí ingrata. Hay que respetar a los héroes de los demás, aunque sean los enemigos de tus propios antecesores o partidarios. Y no sé de dónde has sacado la idea de que yo quisiera que Magallanes "forme parte de un grupo" cualquiera. Me limito a llamar la atención a una paradoja interesante: a algunos de esos exploradores blancos y muertos les colman de calumnias injustas, mientras que Magallanes escapa a ese tipo de crítica estúpida y anacrónica.
P. Aunque cree que sabe de Magallanes "todo lo que a alguien le puede caber en la cabeza", seguro que hay algún episodio de su biografía o rasgo de su personalidad que no ha logrado descifrar completamente. ¿Qué misterios hay en torno a su figura?
R. Por supuesto hay un montón de datos importante o interesantes que no se desvelan en las fuentes disponibles: tales como la edad que tenía Magallanes cuando murieron sus padres o cuando se unió a la corte real portuguesa. Existen baches enormes en la cronología de su estancia en el océano Índico. No sabemos cómo vino a servirle Enrique, el esclavo que luego tuvo tanta importancia en la gran expedición. Sería interesante poder profundizar un poco más en algunas de las especulaciones que ofrezco en el libro, sobre todo, tal vez, sobre el problema de la muerte de Magallanes, que pienso —sin pruebas que constan definitivamente— que fue una especie de autosacrificio como el de un héroe de leyendas caballerescas.
P. Si pudiese hacerle una pregunta a Magallanes, ¿cuál sería?
R. Lo hacía constantemente al escribir el libro. Mi vocación de historiador es conversar con los muertos, buscando sus respuestas en las fuentes que nos han legado.