Ben Macintyre (Oxford, 1963) es el John le Carré de la no ficción. Los protagonistas de sus libros, en vez del atormentado George Smiley, son espías reales, figuras que desde la sombra marcaron el belicoso y convulso siglo pasado: Kim Philby, Eddie Chapman, Oleg Gordievski, Ursula Kuczynski... "Nunca me invento nada", clama el escritor y periodista de The Times sobre sus fascinantes narraciones, armadas casi con la misma intriga que las novelas del autor de El espía que surgió del frío.
Ahora publica Los prisioneros de Colditz (Crítica), otra historia asombrosa sobre la II Guerra Mundial, con la cárcel nazi más famosa y su variopinto grupo de oficiales aliados como núcleo. Simpático y cercano, antes de internarse en las salas del Museo del Prado, Macintyre desgrana en una entrevista con este periódico el papel de los servicios de inteligencia en el conflicto de Ucrania y en el mundo actual. "El espionaje hoy en día es más importante que nunca", sentencia.
Pregunta. Cuando uno empieza a leer la historia de la prisión nazi más famosa espera encontrar un impresionante mecanismo de seguridad o guardias despiadados, pero no prisioneros tomando el sol y jugando al rugby en el patio...
Respuesta. Es una historia muy diferente. Cuando pensamos en una prisión de guerra alemana automáticamente vemos el Holocausto y a guardias de las SS, y esperamos una especie de salvajismo rutinario y de brutalidad horrenda. Colditz no fue así. En realidad, la mayoría de estas prisiones no eran lugares de muerte, destrucción y horror. Estaban dirigidas por el Ejército alemán y en su mayor parte se administraron de acuerdo con las leyes de la Convención de Ginebra. Esto fue respetado, sorprendentemente, por todos los bandos, a excepción de los soviéticos, que no eran signatarios. Los alemanes trataron terriblemente a los cautivos rusos.
P. Es sorprendente porque los prisioneros de Colditz eran "la flor y nata de las fuerzas armadas profesionales" de los aliados.
R. Desde luego, pero los nazis cometieron dos errores que identificó inmediatamente Reinhold Eggers, el jefe supremo de seguridad de la prisión, que era una figura muy humana, meticulosa y aburrida. El primero fue poner juntos a todos los prisioneros que habían intentado escaparse de otros lugares: no resultaban más fáciles de controlar, sino todo lo contrario porque se apoyaban los unos a los otros. Al final terminas enfrentándote a una universidad de la fuga. El segundo fue asumir que la ubicación de Colditz, un castillo enorme del siglo XI en la cima de un acantilado, lo hacía seguro. Pero era tan antiguo que estaba lleno de agujeros, tenía cinco sistemas de alcantarillado, escaleras secretas... En realidad, era un lugar muy estúpido para establecer una cárcel.
"Creo que todo espía es también una especie de traidor. Y cada traidor es probablemente un poco espía"
P. ¿Qué fue lo que más le atrajo de Colditz y su compleja sociedad para dedicarle un libro?
R. La historia de Colditz forma parte de la identidad nacional británica. Crecí en la década de 1970 viendo la serie de la BBC La fuga de Colditz, una excelente pieza de televisión, muy divertida, pero propagandística: los británicos siempre son valientes y justos. Es mitología, aunque tenga parte de verdad, y eso fue lo que realmente me interesó. Ese drama fue el programa de televisión más exitoso hasta aquel el momento —lo vio un tercio de la población—. También jugué al juego de mesa, una especie de Monopoly en el que tenías que escapar de la prisión. Siempre he tenido a Colditz muy presente y la sensación de que había una historia diferente.
P. Las biografías que recoge en el libro muestran que esos "héroes" también tenían un lado racista, antisemita y homófobo. ¿Ha sido una verdad incómoda olvidada intencionadamente?
R. No hay nada intencionado, creo que es un proceso natural de la posguerra para manejar el sufrimiento. Esas historias fueron una forma de crear un relato que hiciese ver que el sacrificio había merecido la pena. No creo que nadie haya borrado la realidad a sabiendas, pero también hay que decir que todo lo que no encajaba en el mito fue excluido sin miramientos. Por lo tanto, no había ninguna referencia a cuestiones de raza, sexualidad, salud mental o diferencias políticas, que es lo que yo encuentro interesante y no aparece en la historia oficial de Colditz.
P. ¿Por qué le interesan tanto las historias de espías? ¿Qué revelan sobre el ser humano?
R. Creo que muestra el preocupante carácter que tengo, solo me manejo con personas que son mentirosas y están involucradas en engaños de una forma u otra (risas). La respuesta más realista es que el MI6 me reclutó cuando era joven, y aunque no fue muy bien, no estuve mucho tiempo, esa experiencia provocó que me interesase por cómo funciona ese mundo. Las historias de espionaje son diferentes de otros tipos de historias de no ficción porque tienden a tratar sobre el tipo de tema que los novelistas suelen preferir: el amor, la lealtad, la traición, la aventura... Y esos son todos los ingredientes en las historias de espionaje, con la diferencia que las historias de espionaje son reales.
»Si obtienes la cantidad correcta de detalles, de contexto, puedes contar una historia que se siente como una novela. Pero en realidad cada palabra es cierta. Soy bastante riguroso al respecto, nunca me invento nada. Para escribir este tipo de historias necesitas tener diarios, cartas, memorias, que los personajes individuales te digan cómo era. Y eso es lo bueno de Colditz: las fuentes primarias son abundantes, escribió tanta gente que hay mucho material. Así que puedes averiguar más o menos lo que estaba pasando en una habitación determinada en un momento dado.
P. ¿Cree que la imagen que tiene la gente de los espías se aproxima más al carisma de James Bond que a los dilemas morales del George Smiley?
R. Espero que mis libros se aproximen más a John le Carré que a Ian Fleming porque en realidad James Bond no es un espía. Es una especie de asesino a sueldo glamuroso; básicamente un asesino que va por todo el mundo matando gente. Los espías solo lo hacen ocasionalmente. Lo que me interesa del espionaje es la ambigüedad moral. La mayor parte son mentiras por una buena causa, pero lo que hacen los servicios de inteligencia es ir a otros países y tratar de persuadir a los ciudadanos para que traicionen a sus propios países. Ahí ya hay un intenso conflicto moral.
»¿Hasta qué punto puedes hacer algo malo? ¿Es por una buena causa? ¿Y en qué momento un individuo termina corrompiéndose personalmente al tener que vivir en ese tipo de mundo? Eso es lo que lo hace tan interesante. Creo que todo espía es también una especie de traidor. Y cada traidor es probablemente un poco espía. Hay una especie de fascinación humana en parecer una cosa y en realidad ser otra. No todo el mundo es inmune a esa tentación. El espionaje es para mí el ejercicio despiadado del poder privado. Es una muy buena descripción de por qué ese tipo de mundo es tanto atractivo y a la vez repulsivo.
"La CIA tiene que tener a alguien dentro del círculo de Putin"
P. ¿Por qué no tuvo éxito su trabajo en el Foreign Office?
R. Fue mi culpa. Creo que se dieron cuenta, como he demostrado, que no soy muy bueno guardando secretos (risas). Soy mucho mejor periodista y escritor que espía. Las dos cosas son completamente diferentes...
P. Kim Philby también fue periodista...
R. Y en mi periódico (The Times). He visto su archivo personal. Fue un buen periodista, pero no lo hizo de forma intencionada. Cuando fue reclutado por el NKVD [la policía secreta soviética] su primer trabajo consistió en informar sobre la Guerra Civil española y casi lo mata una bomba. Se hizo pasar por partidario del bando nacional y le dijeron que tenía que cortar todos los lazos con la izquierda, que debía fingir ser una especie de fascista británico. Así que se unió a la sociedad angloalemana y empezó a hacerse amigo de los nacionalistas españoles. Era solo una tapadera porque Philby era comunista y apoyaba totalmente a los republicanos. Pero su primer trabajo para la NKVD consistía en asesinar a Franco. Y podía haberlo hecho durante una entrega de medallas, pero abortaron en el último momento. La historia habría sido muy diferente...
»Los periodistas en general quieren revelar y contar historias. Si eres un espía, es lo contrario de lo que se supone que debes hacer. Tienes que guardar secretos, tienes que saber. Tienes que repartir tu información con mucho cuidado. La usas para seducir y manipular, no para entretener o informar.
P. ¿Historias de espías como la de Philby solo ocurren hoy en día en las series de televisión?
R. No, el espionaje hoy en día es más importante que nunca, aunque sea diferente, mucho más tecnológico. Hay dos ramas esenciales: la inteligencia de señales y la humana, que son personas tratando de extraer secretos de otras y en lo que Philby fue brillante. La inteligencia de señales es Bletchley Park, el código Enigma. Están entrando en tu teléfono, leyendo tus correos electrónicos. Eso es lo que predomina hoy, aunque el lado humano sea tan importante como siempre. No puede haber uno sin el otro. No se puede ejecutar la inteligencia de señales sin un ser humano. Y no se puede ejecutar una inteligencia humana sin al menos algún tipo de acceso a información sólida.
P. ¿Pero casos de agentes dobles como los de Philby u Oleg Gordievski son posibles hoy en día?
R. Sí, no me sorprendería. Esto es una conjetura, porque no puedo probarlo: al principio de la guerra de Ucrania la CIA estaba publicando información sobre lo que iba a ocurrir. Fue absolutamente precisa, sabían la hora a la que iba a empezar la invasión. Nunca había visto antes algo así, que demostraran tan abierta y claramente que tenían acceso interno a algún material. Es algo que pudo ser resultado de la inteligencia de señales, como pinchar teléfonos, pero era tal el grado de precisión que tuvo que haber una fuente de inteligencia humana. Tiene que haber alguien dentro del círculo de Putin que estaba enviando este material. Y él o ella todavía sigue ahí. Es una historia que me encantaría escribir.
P. Quizá no sea un solo infiltrado...
R. Probablemente haya más de uno. Occidente ha estado tratando que la gente entre en ese círculo desde hace años, mucho antes de que todo esto sucediera. Estaban tratando de reclutar fuentes de inteligencia humana allí. Probablemente les paguen. Porque esa es otra cosa que nadie dice sobre espiar. Hay muchas motivaciones diferentes para hacerlo, como el acrónimo ya desfasado M.I.C.E. —dinero, ideología, coerción y ego, por sus siglas en inglés—. La ideología hoy no parece pesar mucho: tendría que haber un espía ruso muy valiente que lo hiciera por amor a Occidente. Coerción, tal vez, pero a menudo es difícil conseguir un chantaje. Todos los espías tienen un gran ego, piensan que dirigen de alguna manera el mundo en secreto. Sin embargo, el elemento clave que juega un papel muy importante en todas estas historias es el dinero.
"No veo ninguna evidencia real de que Putin tenga algún problema internamente"
P. Todos los días leemos noticias de que la artillería ucraniana destruye no sé cuantas posiciones de defensa antiaérea, campamentos de tropas, depósitos de munición rusos...
R. Y generales. Al principio de la guerra se decía que los ucranianos estaban eliminando a uno semanalmente.
P. Los servicios de inteligencia están siendo clave en este sentido...
R. Creo, y esto me lo han dicho, que Estados Unidos irrumpió muy pronto en casi todos los sistemas de comunicación avanzados de las tropas invasoras, en parte porque los rusos eran tan vagos que utilizaron la red local ucraniana. Ni siquiera se molestaron en establecer su propia red. Todos esos generales rusos no murieron porque los ucranianos tuviesen suerte o una gran inteligencia sobre el terreno. Fue porque usaron móviles rastreables. Cuando llamaban a la abuela en Novosibirsk podían identificarlos. Eso han dejado de hacerlo.
P. ¿Y qué pasa con los servicios de inteligencia rusos? ¿Los oficiales tienen tanto miedo a Putin que es cierto que no le dicen la verdad, que no le expusieron los riesgos de la invasión?
R. No creo que nadie que diga que lo sabe, lo sepa realmente. Porque quien lo sabe, no lo va a decir. Muchos grupos mafiosos se vienen abajo cuando el jefe no entrega suficiente dinero para todo el mundo. La rebelión contra Putin, si alguna vez llega, vendrá porque internamente es percibido como débil y no está produciendo los bienes suficientes. Empezó a insistir en que sus oligarcas sufragaran la guerra. Ahora están pagando por las armas. Antes no lo hacían. Depende de cuánto tiempo aguanten, pero no veo ninguna evidencia real de que Putin tenga algún problema internamente. Si su final llega, sospecho que será a través del espionaje.
P. ¿Cuál diría que es el porcentaje de información que tenemos sobre el desarrollo de la guerra de Ucrania?
R. No creo que llegue al 50% porque no hay periodistas que puedan estar con los rusos. Y los que acompañan a las fuerzas ucranianas están muy controlados y no se acercan mucho al frente. Los satélites probablemente nos digan bastante más. Pero en términos de los combates del día a día no sabemos mucho. Me interesaría mucho conocer cómo están funcionando los sistemas de espionaje. Hay mucho trabajo de inteligencia occidental operando en Ucrania, muchas fuerzas especiales y personas de todos los países. Están rastreando a líderes militares rusos que se cree que han estado involucrados en crímenes de guerra. Me sorprendería mucho verlos alguna vez en los tribunales, sospecho que es mucho más probable que los maten. La historia posterior a esta guerra, cuando quiera que termine, será extremadamente sangrienta.
P. Lo que dice de que el espionaje es más importante que nunca lo confirma el episodio de los globos chinos que ha derribado EEUU en los últimos días...
R. No entiendo muy bien si es posible que esos globos puedan llevar equipamiento militar o nuclear. ¿Por qué los estamos derribando ahora? Yo no lo haría, aunque quizá me esté perdiendo algo. Durante la presidencia de Trump muchos ya estaban ahí y fueron ignorados. No sé cuántos globos hay que derribar para empezar una guerra. Supuestamente, Occidente también tiene globos espiando sobre algún lugar de China. No es una historia con la que esté particularmente familiarizado, pero es la prueba de que la inteligencia lo es todo en la guerra. Saber lo que está haciendo el otro bando es mucho más importante que necesariamente destruirlo.
P. ¿Es el síntoma de una nueva guerra de espionaje?
R. Los chinos son muy buenos en el espionaje. Hay una parte del Ejército Rojo dedicada exclusivamente a las operaciones cibernéticas. Pero gran parte de su espionaje está enfocado en cuestiones industriales, en robar secretos de copyright o de marcas comerciales. Eso se hace enviando a estudiantes a las universidades occidentales y usándolos para recabar información. Es información, pero no son códigos nucleares. No es Gordievski tratando de averiguar dónde va a tener lugar la III Guerra Mundial.
"Saber lo que está haciendo el otro bando es mucho más importante que necesariamente destruirlo"
P. Este año hemos escuchado muchas comparaciones entre Putin y otras figuras históricas como Hitler, Stalin, Iván el Terrible... ¿Usted a quién cree que se parece más?
R. No creo que Putin sea racista, es un nacionalista puro. Así que probablemente me decantaría por Stalin. Putin es un oficial de la KGB no reconvertido al presente. Todos sus instintos están dictados por haber sido entrenado y haber crecido en la era de la Guerra Fría, y en esa época en la que, cuando era joven, la Unión Soviética todavía era una gran potencia. Creció viendo una famosa serie de espías, 17 instantes de una primavera, en la que un ruso se convierte en oficial de la Wehrmacht. Seguramente sea tan paranoico como Stalin. ¿Permitiría que varios millones de personas muriesen de hambre? Probablemente... Sabemos muy poco de él, es una figura misteriosa e invisible en muchos sentidos, ha conseguido proteger su biografía muy bien y lo poco que conocemos está fabricado.
P. Hace unas semanas publicó un artículo sobre cómo Napoleón, Hitler o Stalin crearon regimientos de prisioneros para que luchasen en el frente. Putin está haciendo algo parecido con el Grupo Wagner. ¿Pero estos movimientos no desvelan en realidad la debilidad de los dictadores?
R. Los prisioneros no son muy buenos soldados, eso está claro. Son en parte obligados a luchar y les interesa por razones oportunistas. Si lo que les conviene es huir, es lo que harán. Por otro lado, si se analiza desde el punto de vista de un dictador, son prescindibles. Vacías las cárceles y tienes comisarios detrás de ellos con revólveres cargados, por lo que tienen que avanzar la mayor parte del tiempo. Las personas que han sido brutalizadas son capaces de cosas espantosas, y eso se ve nítidamente en el caso alemán.
»No sé si esto es así con el Grupo Wagner, si son los ejemplos más extremos de criminalidad. Debemos tener cuidado con estas historias: no tenemos datos fiables sobre cuántas tropas de convictos hay. Aunque es una señal: han tenido que reclutar prisioneros, la gente no está haciendo cola en los cuarteles de alistamiento para ponerse el uniforme ruso.