Ucrania quiere cambiarle el nombre a Rusia. ¿Proyecto real, con visos de ejecutarse, o simplemente un movimiento propagandístico a la estela de la guerra para molestar a sus enemigos? Lo cierto es que desde finales de noviembre circula entre los círculos ucranianos una petición para rebautizar al país dirigido por Vladímir Putin como Moscovia. El propio presidente Zelenski ordenó hace unos días a su primer ministro, Denís Shmihal, que "examine en detalle" esta operación, un capítulo más en la pugna en torno a los orígenes históricos de ambas naciones y sus reivindicaciones del legado de la Rus de Kiev.
¿Pero qué fue Moscovia exactamente? La historiografía rusa ha dado por sentado que Moscovia o el Gran Ducado de Moscú fue la sucesora de la Rus de Kiev, una heterogénea federación dinástica de principados de la que Putin se ha apropiado en numerosas ocasiones. En 2016, en la inauguración en una plaza delante del Kremlin de un monumento en honor del príncipe Vladímir, el unificador y fundador de este "primer Estado ruso", señaló que los tres países actuales cuyos orígenes podrían remontarse a ese momento —Rusia, Bielorrusia y Ucrania— eran un solo pueblo con unos mismos principios cristianos, una misma cultura y una misma lengua, constituyendo los cimientos eslavos del Imperio ruso.
Esta creencia de la continuidad histórica entre ambos poderes tiene sus raíces en los escritos de los eclesiásticos e ideólogos imperiales moscovitas de finales del silgo XV. "Tras la captura de Constantinopla por los turcos en 1453, habían defendido el derecho de Moscú a heredar la autoridad del Imperio bizantino. Pero aquella defensa estaba construida sobre un mito, una historia de sucesión armada para sustentar las pretensiones imperiales del zar. En realidad, políticamente Moscovia era diferente de la Rus de Kiev", resume el historiador Orlando Figes en La historia de Rusia (Taurus).
Doscientos cincuenta años de ocupación mongola tienen la culpa. Los jinetes liderados por el nieto de Gengis Kan capturaron Kiev el 6 de diciembre de 1240, suceso que señaló el final de la Rus de Kiev y convirtió a sus príncipes en vasallos de la Horda de Oro. El liderazgo de la hoy capital de Ucrania fue sustituido por el de otra ciudad, Vladímir, cuyo gobernante era designado por el kan. Un siglo después de la invasión, la composición de los territorios que habían constituido la federación había cambiado drásticamente, quedando partida en dos.
Mientras los principados del suroeste se vieron atraídos a la órbita de Polonia y Lituania, lo que les brindó acceso a Occidente, los seis de la mitad nororiental que habían sido conquistados por los nómadas de las estepas (Moscú, Tver, Vladímir, Nóvgorod, Rostov-Súzdal y Riazán) se dividieron en 14 feudos, infantazgos, que disponían de ejércitos y sistemas tributarios propios. "Estas tierras formarían el núcleo de Moscovia, donde, durante la ocupación mongola, se había impuesto la autocracia patrimonial como principio rector", explica Figes, gran experto en la historia rusa.
La primera mención que hacen las crónicas a Moscú es de 1147, pero hasta la segunda mitad del siglo XIII no alcanzó un estatus importante entre los principados rusos. Esto se debió principalmente gracias a su ubicación geográfica en el corazón de la red fluvial estatal. La ciudad, protegida por los mongoles y con la etiqueta de centro comercial, fue creciendo en población y fuerza militar, anexionándose los territorios del entorno en un proceso conocido como "reunión de las tierras rusas". En el siglo XV ya era una gran potencia europea, aunque siguió rindiendo vasallaje a los kanes hasta 1502.
La revolución de Pedro
A principios del siglo XVI, los otros grandes duques de la zona tuvieron que reconocer el dominio del zar —el primer gobernante moscovita en llevar este título, en 1476, fue el príncipe Iván II— sobre dos de sus antiguos territorios: Smolensk y Chernígov. "Fue la primera vez que Moscovia estableció su autoridad sobre parte de lo que hoy es Ucrania", recuerda el historiador Serhii Plokhy en Las puertas de Europa (Crítica), un ensayo publicado hace unos meses en el que reconstruye el pasado del país ucraniano.
Dice Figes que Moscovia "fue un típico ejemplo del Estado fiscal y militar que surgió en Europa durante el siglo XVI", aunque con una importante salvedad: desde el reinado de Iván el Terrible (1547-1584), zar y Estado se consideraban una misma cosa, unificada en el cuerpo de un único ser que, como hombre y gobernante, era un instrumento de Dios. La aparición de este carismático y brutal personaje señaló el inicio del auge de Rusia como potencia imperial, que se expandió desde el núcleo de Moscovia hasta llegar a convertirse en el mayor imperio territorial del mundo.
Moscovia se vio desgarrada durante el llamado Periodo Tumultuoso por guerras civiles e invasiones extranjeras, y luego, a lo largo del siglo posterior, por más revueltas que evidenciaron la dificultad de consolidar la autoridad del zar ante los ojos del pueblo. Hasta la aparición de Pedro I el Grande, que inauguró una nueva época en la que Rusia giró hacia Europa. El Románov fue el primer zar que concibió el Estado como una maquinaria impersonal cuyo propósito era servir al bien público o a la comunidad. Además, rompió con esa igualdad entre la Iglesia y el Estado en la que se había basado la filosofía política de la Rus de Kiev y de Moscovia.
Pedro, que creó y concibió San Petersburgo como una ciudad europea, había adquirido un cierto desprecio por la Moscovia "medieval" durante su juventud, desdeñando su cultura arcaica y provinciana, su espíritu de superstición temerosa y su recelo de Occidente. Emulando a los emperadores romanos, se dio a sí mismo el título latino de imperator y acuñó, en una nueva moneda de rublo, su retrato ataviado con una corona de laurel y armadura, como si fuese un césar. Fue una ruptura simbólica con Moscovia, con la mitología bizantina en la que el zar era retratado como agente divino y defensor de la fe.
El historiador Alexander Orlov, en un artículo publicado en el periódico ruso Novaya Gazeta, no afín al Kremlin, ha explicado que la petición de cambio de nombre de Rusia por Moscovia tiene dos lecturas. Por un lado, representa la batalla por el patrimonio simbólico de la Rus de Kiev y, en segundo lugar, la ambición de despojar a la actual Federación Rusa del estatus de gran potencia vinculado al nombre Imperio ruso de los siglos XVIII-XIX. Es decir, esta corriente ucraniana persigue etiquetar al actual régimen de Putin con el legado de la "bárbara" y menos europea Moscovia.
En su cuenta de Twitter, el historiador Orlando Figes ha asegurado que lo único que persigue Ucrania con esta petición es "humillar" a Rusia: "Es una provocación infantil, basada en un nacionalismo odioso, que solo alimentará la guerra de propaganda del Kremlin y volverá a los occidentales contra Ucrania". Los ucranianos favorables al cambio señalan que el fin último es erradicar la idea del Imperio ruso como heredero del Rus de Kiev. Un nuevo frente de batalla se ha abierto en la guerra.