Barcelona rinde homenaje a la resistencia de su población durante los bombardeos del bando rebelde en la Guerra Civil. Y lo hace mediante una inmersión gráfica en los refugios antiaéreos que salvaron miles de vidas durante la contienda, una memoria soterrada y convertida ahora en un patrimonio cívico, histórico y arquitectónico único en Europa. Una exposición en La Modelo, titulada 1.322 por el número de guaridas inventariadas, muestra 170 fotografías de cuarenta estos espacios y medio centenar de objetos hallados en sus oscuras y lúgubres estancias.
A partir de la obra fotográfica de Ana Sánchez, se da a conocer la red de espacios de la defensa pasiva de la capital catalana que, entre el 13 de febrero de 1937 y el 25 de enero de 1939, acogieron a millares de civiles que escapan de las bombas de los aviones franquistas. La muestra ha sido organizada por el Ayuntamiento de Barcelona, a través de la Concejalía de Memoria Democrática, coincidiendo con el 85º aniversario de los bombardeos de marzo de 1938 sobre la capital catalana.
De los más de cuatrocientos espacios investigados, la exposición recoge imágenes de cuarenta refugios que ilustran su variada tipología y la adaptación a los lugares de vida y trabajo de la población: comunitarios, privados, fabriles y de espacios de trabajo colectivizados e institucionales o de dirigentes políticos, como Juan Negrín o Lluís Companys. Entre ellos, muchos serán mostrados por primera vez, como es el caso del refugio de la sede de la Junta de la Defensa Pasiva, situada en el Paseo de Gracia o el de la fábrica Damm.
El historiador Xavier Domènech, comisario de la muestra, ha recordado que "los bombardeos sobre Barcelona son el eslabón necesario de una larga cadena del desarrollo del terror en términos universales, pero la reacción de la ciudadanía es un pequeño cristal singular sobre los valores de una ciudad, y sus gentes".
Por su parte, Ana Sánchez, la autora de las fotografías, ha reivindicado "la lucha colectiva que simboliza la red de 1.322 refugios bajo nuestros pies, que es también nuestro patrimonio político, el de la tercera generación: si la reparación pide identificar la represión, poner nombres y apellidos a las víctimas, fotografiar estos espacios de Barcelona es una manera de dar identidad a la resistencia, con la mirada de las nietas".