Richard Heege fue un clérigo y tutor de los miembros de los Sherbrooke, una familia de la nobleza de Derbyshire, en la Inglaterra del siglo XV. También era escriba y parece que tuvo un especial sentido del humor y un llamativo interés por la literatura considerada demasiado vulgar para los círculos en los que se movía. Hacia 1480, copió tres textos —un romance burlesco, un sermón satírico y una poesía aliterada sin sentido— que en realidad serían obra de un juglar que los habría cantado en ferias y tabernas de la zona.
En medio de un manuscrito conservado en la Biblioteca Nacional de Escocia y que contiene otras obras literarias de Heege, James Wade, investigador de la Universidad de Cambridge, ha descubierto ese registro sin precedentes de cómo era una actuación cómica en directo en la Inglaterra medieval. Los textos estridentes, llenos de mofas hacia reyes, sacerdotes y campesinos e invitaciones al público a emborracharse, arrojan nueva luz sobre el papel que desempeñaron los juglares en la sociedad del Medievo.
"Heege nos ofrece la visión más atípica de un mundo medieval rico en narraciones orales y entretenimientos populares", resume Wade, que ha publicado los hallazgos de su trabajo en la revista The Review of English Studies. También asegura que este descubrimiento cambia la imagen de la cultura cómica inglesa para ese periodo que se extiende entre Geoffrey Chaucer, el poeta inglés más famoso de la Edad Media y autor de Los cuentos de Canterbury, y William Shakespeare.
El investigador encontró los textos humorísticos de forma casual, al identificar en el llamado Manuscrito de Heege una frase anotada por el escriba: "Por mí, Richard Heege, porque estuve en esa fiesta y no tomé un trago". "La mayor parte de la poesía, las canciones y las narraciones medievales se han perdido —detalla Wade—. Los manuscritos a menudo conservan reliquias de arte. Esto es otra cosa, disparatada y ofensiva, pero igual de valiosa. La comedia de pie siempre ha implicado tomar riesgos y estos textos son arriesgados. Se burlan de todos, altos y bajos".
Wade considera que estas reproducciones son obra de un juglar o trovador porque se trata de narraciones satíricas hechas para contar en directo, como demuestran las interpelaciones que hace el autor a su público. Los tres textos reúnen chistes que habrían estado destinados a una audiencia local, pero diversa y festiva. La hipótesis del profesor es que este anónimo bardo tendría anotaciones de parte de su función, ya que incluye muchas secuencias sin sentido que habrían sido difíciles de memorizar.
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"Aquí tenemos a un artista hecho a sí mismo con muy poca educación creando un material realmente original e irónico. Obtener una idea de alguien así de este período es increíblemente raro y emocionante", destaca el investigador. Tradicionalmente se ha pensado que los trovadores, de los que han sobrevivido muy pocas evidencias, interpretaron baladas sobre Robin Hood, novelas caballerescas, historias de aventuras y canciones sobre grandes batallas. "Pero estos textos son mucho más cómicos y ofrecen desde sátira, ironía y situaciones absurdas hasta tópicos y metacomedia", desgrana.
Animales que hacen locuras
El primero de los textos, The Hunting of the Hare (La caza de la liebre), es un poema sobre campesinos plagado de bromas y travesuras disparatadas, entre ellas, la aparición de un conejo asesino —tradición, por cierto, que se remonta a Chaucer y ha pervivido hasta los Monty Phyton—. El segundo, un sermón que se dirige al público como "criaturas malditas" y le invita a beber y ser feliz, también esconde una crítica de la nobleza —especialmente de la glotonería de los reyes— mediante uno de los primeros ejemplos documentados de lo que los ingleses denominan red herring, una maniobra de distracción, una falacia lógica que desvía la atención del tema tratado.
El último de los textos, titulado The Battle of Brakonwet (La batalla de Brakonwet), es un poema aliterado sin sentido que presenta a Robin Hood, así como a osos en justas, abejorros que luchan y cerdos fiesteros. Entre rima y rima se citan varias aldeas cercanas a la frontera entre Derbyshire y Nottinghamshire, lo que serviría como invitación al público para que imaginase esos episodios descabellados en la zona que frecuentaban habitualmente.
Las actuaciones de este juglar se registraron en el contexto de la Guerra de las Dos Rosas (1455-1487), una feroz guerra civil entre los Lancaster y los York, una época de violencia e incertidumbre que, sin embargo, no acabó con las risas. "Estos textos nos recuerdan que el entretenimiento festivo estaba floreciendo en un momento de creciente movilidad social", analiza Wade. "En aquel entonces, la gente se divertía mucho más que hoy, por lo que los trovadores tenían muchas oportunidades para actuar. Eran figuras realmente importantes en la vida de las personas de toda la jerarquía social. Estos textos nos dan una instantánea de la vida medieval bien vivida".