Se acaba de cumplir el centenario de uno de los hechos políticos más trascendentales en nuestra reciente historia, el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera en 1923, que dio lugar a la primera dictadura española del siglo XX. Como es habitual, la efeméride se conmemora con una proliferación de publicaciones sobre el evento. El ensayo 1923. El golpe de Estado que cambió la Historia de España, de Roberto Villa García, lejos de ser una más, se presenta como una de las grandes aportaciones que se justifica como un análisis que no persigue tanto la revelación de datos inéditos cuanto su lúcida inserción en un contexto político, la larga crisis del sistema canovista. Conviene resaltar por ello que, siendo un volumen independiente, será leído con más provecho como continuación de la anterior publicación del autor: 1917. El Estado Catalán y el soviet español (Espasa, 2021).
Autor de importantes publicaciones (algunas tan impactantes como 1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular, junto a Manuel Álvarez Tardío), Roberto Villa (1978) subraya que los sucesos de 1923 deben verse como prolongación y consecuencia de la crisis –cerrada en falso– de seis años atrás. El golpe de Primo sería así el último acto de la larga agonía de un régimen que quedó herido de muerte en 1917 con la insurrección convergente de militares (Juntas de Defensa), organizaciones obreras (socialistas y anarquistas) y nacionalistas catalanes. La precisión es relevante porque supone que el autor se alinea con la historiografía que incide no tanto en el agotamiento de la Constitución de 1876 como en la impotencia e inoperancia que caracterizaban la vida política en los primeros lustros del siglo XX.
Conviene fijarse en el matiz antedicho, por encerrar una de las claves fundamentales del libro: no se trataba tanto de un sistema corrupto, cuanto de un régimen que no sabía dar satisfacción a las aspiraciones de una sociedad más compleja y madura. Si el turnismo y la estructura de dos grandes partidos –conservador y liberal– diseñada por Cánovas y seguida por Sagasta, habían resultado operativos durante el último cuarto del XIX, la fragmentación de esos mismos partidos en múltiples camarillas y facciones personalistas constituía la antítesis de la funcionalidad.
El régimen liberal vigente en España no cae en 1923 porque haya fuertes alternativas extramuros, sino porque los políticos que se alternaban en el gobierno llegaron a una situación de impasse intolerable cuando se acumularon los problemas. El desastre de Annual tiene aquí un protagonismo incuestionable, tanto por él mismo como por sus secuelas, en especial el Expediente Picasso, las confrontaciones a que dio lugar y la cuestión de los rehenes españoles de Abd-el-Krim.
Pero no era solo Annual sino la persistencia de las Juntas en el seno del ejército, el cuarteamiento dentro de este entre peninsulares y africanistas, la presión del regionalismo catalán, la agitación social y laboral y, en fin, la espiral del terrorismo que, con el epicentro en Barcelona, se había extendido por buena parte del país. En estas circunstancias, la discusión sobre el margen de maniobra del rey, aquí exonerado, adquiere nueva luz. El propio debate sobre el margen que tenía el liberalismo para resistir al golpe y transformarse en democracia, aunque es un planteamiento legítimo, puede contemplarse desde una perspectiva renovada. Porque lo que Villa dibuja es la implosión de un sistema político: cómo puede hundirse un régimen de libertades. El autor no hace paralelismos explícitos. Pero probablemente el lector actual no pueda evitarlos.
En torno al golpe
La bibliografía en torno al golpe de 1923 es abundantísima. Así, Galaxia Gutenberg publica estos días un clarificador ensayo sobre el papel de los intelectuales, Unamuno contra Primo de Rivera. Un incesante desafío a la tiranía, de Colette y Jean-Claude Rabaté, mientras Gerardo Muñoz y Francisco Alia analizan en sendos libros La dictadura de Primo de Rivera (Almuzara y Catarata).