"El efecto que la Grecia antigua provoca siempre, incluso a los propios griegos de hoy en día, se parece más al de la luna que al del sol: una inquietud que resulta imposible definir, como cuando se busca algo que nos falta con la seguridad de quienes no lo encontraremos nunca", escribe Andrea Marcolongo (Milán, 1987) en su última obra, Desplazar la Luna. Mi noche en el Museo de la Acrópolis (Taurus).
El libro forma parte de una colección que ya existe en Francia desde hace varios años. Ma nuit au musée (Stock, 2018-) es la idea base para pedir a los escritores que pasen la noche en un museo a su elección y luego cuenten cómo fue. Marcolongo eligió el Museo de la Acrópolis (Atenas). "Por una noche yo también quise esperar con los griegos", cuenta la escritora.
Su ensayo se construye alrededor del antihéroe, lord Elgin, el hombre que ordenó el robo de los mármoles del Partenón y su opuesto heroico, lord Byron, el poeta britanico que decidió implicarse en la revolución griega para independizar el país. La escritora no cuenta solo la experiencia de una noche en un museo. Desplazar la luna invita a una reflexión: ¿qué hacer con las obras de arte de nuestros museos hoy en día?
Desplazar la luna de su órbita
Desplazar la luna de su órbita es como describió el arqueólogo Edward Daniel Clarke la reacción de los griegos a lo inaudito, casi antinatural, de lo que estaba pasando. "El saqueo del Partenón no fue solo el robo de una obra de arte. Fue como si la luna se fuera de su órbita".
Se refiere a todo lo que el ser humano ha tomado de Grecia, sea materialmente, como los mármoles del Partenón, sea intelectualmente, como los cuentos de Homero. "En Grecia todos hemos excavado, extraído, fabricando nuestra concepción de cultura y civilización", dice la escritora italiana.
El libro trata de un tema de máxima actualidad, el regreso de obras de arte que tienen un pasado muy engorroso para nuestros museos occidentales. Y quizás el mayor símbolo de todo este pasado colonial es el Partenón, del que casi un tercio se encuentra en Londres. El Museo de la Acrópolis fue construido justo enfrente del Partenón, de su mismo tamaño, para que pueda acoger los mármoles robados, si es que vuelven.
[Los mármoles del Partenón del Museo Británico, a un paso de volver a Atenas]
Marcolongo cuenta la velada pasada en ese museo. La emoción inicial, el miedo a arruinar las obras de arte y luego la calma, la comodidad que le trasmitió un lugar abierto, con ventanales grandes por donde entraba la luz natural. "El Partenón estaba enfrente y se iluminaba durante la noche. Entonces, de alguna manera, fue como mi luna que daba luz al lugar donde estaba".
Dos caras contrapuestas
"Elgin quería más. Quería la Acrópolis de Atenas. Se trataba de su proyecto inicial, algo que siempre les había sido negado a los franceses y que se había convertido en una cuestión de honor". La historia cuenta que, en 1801, el embajador britanico en Costantinopla Thomas Bruce, conde de Elgin, tomó los frisos de un Partenón en ruinas. Obtuvo un permiso del Imperio otomano, del cual, sin embargo, se cuestiona la oficialidad.
Se llevaron a Inglaterra "cualquier trozo de piedra con viejas inscripciones o esculturas". Pero más tarde, durante el proceso, Elgin afirma que su único objetivo era realizar copias y dibujos para contribuir al desarrollo de las bellas artes y letras de Inglaterra.
La controvertida figura de lord Elgin ha sido debate durante todos estos siglos. Algunos lo consideran autor de un saqueo y otros el hombre que salvó un patrimonio. Sin embargo, Andrea Marcolongo reflexiona sobre el presente y se pregunta, aunque fuera un rescate ¿por qué más de dos siglos después las obras se encuentran todavía en Inglaterra?
"Detesto la rendición del ser humano ante su suerte, me parece que roza la dejadez o la cobardía. Porque, si bien es verdad que no nos toca a nosotros decidir lo que ocurre, sigue siendo intocable la libertad de escoger cómo reaccionar ante lo que nos ocurre. En el fondo, más que de lord Elgin y de su firmán, el Partenón tenía que ser protegido de un ataque de azar", afirma la escritora.
"Jáctese lord Elgin de haber arruinado a Atenas", escribía en 1810 lord Byron, el poeta britanico símbolo de la revolución que nace de la poesía. Marcolongo afirma que "la poesía de lord Byron hizo con el espíritu afligido de los griegos lo que hace el sol en un campo rojo de amapolas después de días de lluvia incesante: de golpe levantaron la cabeza". De hecho, los versos del poeta, leídos y traducidos por toda Europa provocaron una toma de conciencia general sobre los mármoles robados por lord Elgin.
El embajador británico representa lo que se ha robado de Grecia y lord Byron lo que se queda. "Hoy en día esto es raro producir un cambio real con la escritura. Normalmente, hay quien escribe un libro, nadie lee la opinión, ningún gobernante la escucha. No hay círculos intelectuales que llevan a un cambio en la historia".
Las raíces que elegimos
La fórmula que encontró el arqueólogo alemán, Johann Joachim Winckelmann, para caracterizar lo esencial del arte griego fue "noble simplicidad y serena grandeza". El historiador decía: "la única manera de llegar a ser grandes, si es posible, es con la imitación de los griegos". A este propósito, Marcolongo se pregunta ¿qué vemos proyectarse en la antigua Grecia? ¿Existió realmente lo que consideramos la antigua Grecia clásica o es un invento moderno?
Con 14 años, Andrea Marcolongo empezó a estudiar latín y griego en la escuela italiana. "Fue un gran descubrimiento para mí porque venía de una familia que no tenía una tradición clásica. Nadie me leyó Homero cuando era niña".
"La cultura clásica impide que me sienta sola, porque sé que soy la última de una infinita cadena de hombres y mujeres que llevan al menos 2.500 años formándose con los clásicos". Esta forma de conocimiento se transmite, cuidadosamente seleccionada por quienes nos precedieron y nos la ofrecieron como regalo.
[El valor de los clásicos según José María Micó]
"Existe una necesidad de volver siempre a lo clásico, para decir a nuestras raíces que nosotros también venimos de allí, aunque no somos griegos". Winckelmann fue uno de los primeros en contribuir a este redescubrimiento y reinvención de la antigua Grecia. "En un siglo que estaba realmente en el umbral de la era contemporánea, era necesario fabricar raíces clásicas, la modernidad era demasiado frágil".
"Seguir recuperando estas raíces clásicas, para mí es importante. Me gustaría que Grecia ocupara mayor espacio de la cultura europea, no solo mirando al pasado, sino mirando al futuro que realmente se merece". Sabemos muy poco sobre escritores actuales y contemporáneos o modernos. Ahondamos constantemente en nuestras raíces, en la antigüedad, pero luego no sabemos cómo vivir en el presente.
Una humanista contra el expolio
Marcolongo nació en Crema, un pequeño pueblo lombardo, muy cerca de Milán. Estudió Letras clásicas en la universidad de Milán y se especializó en escritura creativa en Turín en la Escuela Holden, la famosa escuela para narradores fundada en 1994 por el escritor Alessandro Baricco.
Trabajó varios años en prensa y en comunicación política de Italia. "Fue agotador, para mí la política era más una vocación que una profesión. Me fue imposible escribir sobre algo en lo que no creía, así que me fui. Una editorial me ofreció escribir un libro sobre la Grecia moderna. Respondí que prefería la Grecia antigua".
Así, se mudó a Francia y vive actualmente en París. "En comparación con Italia, en Francia la escritura es una profesión aceptada, no percibida como un pasatiempo. Aquí tengo más lectores y esto ayuda porque hace que el sistema sea firme: cuanta más gente lea los periódicos, más calidad pueden sacar porque hay más recursos. Y lo mismo ocurre con los libros. En Italia no hay perspectivas futuras en ese ámbito".
Es "una amante traicionada, la clásica italiana amargada en el extranjero", como afirma ella misma. Pero Italia sigue jugando un rol importante en su vida. "Es un país al que miro con mucha nostalgia. Italia me ha acostumbrado a un nivel de belleza extremadamente alto. Quienes nacieron en Italia y han vivido allí tienen honestamente dificultades para encontrar el mismo nivel de belleza en el resto del mundo".
Según ella, existe ese toque extra de que sientes que algo es italiano, aunque luego sean libros escritos en otros países o traducidos. "Me reconozco como italiana porque la belleza precede a lo práctico, lo que significa que lo italiano es incómodo. De todos modos, estoy pidiendo algo más de la vida que estar cómodo, y esto me gusta mucho".
Tomar una posición
"Quería escribir su historia para compensar a los Griegos por la agresión y la afrenta sufrida; qué idea más absurda. Cómo si pudiéramos consolarnos de nuestra tristeza escribiendo", relata la escritora.
Las reflexiones de Marcolongo viajan hasta la Gioconda de Leonardo da Vinci que se encuentra en el Museo del Louvre (París) y hasta el patrimonio artístico africano en Estados Unidos o en Europa. "En los últimos años, Europa tuvo que replantearse el concepto de propiedad de las obras de arte y encontrar soluciones que aceleren la cicatrización de la herida colonial".
Desplazar la luna acaba de salir en las librerías españolas. "Será muy interesante ver cómo reaccionan tanto los griegos como los ingleses. Porque Londres es el lugar actual de residencia de los mármoles y Atenas es el lugar natural al que pertenecen".
Al final, es un libro que pretende desencadenar una reacción, o por lo menos una reflexión. Exige que tomemos posición, porque el conflicto a propósito de los mármoles del Partenón es de un enorme calado y, por tanto, toca dirimir ya si deben permanecer en Londres o volver a su lugar de origen. "Es un asunto que afecta a toda nuestra relación con el arte", afirma la escritora.