La mención del monte Vesubio conduce al recuerdo de un momento muy concreto, dramático: octubre del año 79 d.C. Entre los días 24 y 25 de ese mes, el volcán entró en erupción y sepultó bajo la ceniza las ciudades romanas de Pompeya y Herculano. Fue una gran catástrofe natural que a la postre brindaría uno de los hallazgos arqueológicos más importantes de la historia. Ambos yacimientos han desvelado, y lo siguen haciendo, valiosísima información sobre la vida diaria y el arte de la Antigua Roma, además de escalofriantes estampas sobre la muerte de una población.
Pero la montaña volcánica no liberó toda su furia por primera vez en la Antigüedad. Se había formado miles de años antes, y ahora también se sabe que, como con Pompeya y Herculano, arrasó por completo asentamientos anteriores. Un equipo de arqueólogos italianos ha hallado en el municipio de Afragola, al norte de Nápoles, durante las obras de construcción de una línea de tren de alta velocidad, un yacimiento de principios de la Edad del Bronce "excepcionalmente conservado" que fue engullido por casi un metro de ceniza, lodo y sedimentos aluviales durante una erupción que se produjo hacia 2.000 a.C.
Como en las ciudades romanas, la violenta explosión provocó un inusual grado de conservación en el sitio prehistórico, sorprendente en comparación con otros lugares europeos de la misma época. Se han podido identificar evidencias de fauna y alimentos y reconstruir las fases de la erupción, incluso la estación exacta del año en la que debió registrarse. A resaltar, la fortuna que tuvieron los habitantes: les dio tiempo a huir de la lava y la nube de ceniza porque hasta el momento no se han documentado restos humanos, aunque sí de animales como vacas, cabras y cerdos.
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Los resultados del estudio arqueobotánico, realizado por investigadores del Departamento de Arqueología de la Universidad de Connecticut, la Superintendencia de Arqueología, Bellas Artes y Paisaje del Área Metropolitana de Nápoles y el Polo museale della Campania que han excavado un área de cinco mil metros cuadrados, se han publicado esta semana en la revista científica Journal of Archaeological Science: Reports.
"Este sitio es singular porque Afragola quedó sepultada por una gigantesca erupción del Vesubio, y nos cuenta mucho sobre la gente que vivía allí", explica Tiziana Matarazzo, una de las coautoras de la investigación. "En este caso, al documentar restos de frutas y de materiales agrícolas hemos sido capaces de identificar la estación de la explosión, lo que normalmente resulta imposible". En concreto, las evidencias apuntan a que el volcán erupcionó en algún momento del otoño, cuando los miembros de la comunidad habían acumulado reservas de alimentos de los bosques cercanos para hacer frente al invierno. Los investigadores sugieren esta época al localizar testimonios de hojas y frutos maduros junto a las bases de los árboles.
Según los arqueólogos, "el desastroso día de otoño" arrancó con una dramática explosión que envió los materiales y gases volcánicos principalmente hacia el noreste. Este hecho abrió una rendija para la salvación de los habitantes del asentamiento, localizado a unos 15 kilómetros al noroeste del Vesubio, que no contiene cadáveres pero sí huellas de adultos y niños que describen una apresurada huida. En un momento posterior, la dirección del viento cambió y condujo una enorme cantidad de ceniza hacia Afragola.
"La última fase, llamada freatomagmática, llevó principalmente ceniza y agua, que se dispersó sobre todo hacia el oeste y el noroeste hasta una distancia de unos 25 kilómetros del volcán", detalla Matarazzo. "Fue también la que enterró por completo al pueblo. La gruesa capa de material volcánico reemplazó las moléculas de los macrorrestos vegetales y produjo moldes perfectos en un material llamado cinerita. Las hojas que estaban en los bosques cercanos también estaban cubiertas de lodo y ceniza que no estaba muy caliente, por lo que tenemos hermosas huellas de ellas". La erupción pliniana, bautizada científicamente como Pomici di Avellino, fue además un suceso extraordinario que alteró el clima durante muchos años.
El estudio del yacimiento ha permitido reconstruir con un grado de detalle no habitual el modo de vida de las gentes de la Edad del Bronce de la Península Itálica. "En Campania en esta época tenemos cabañas, pero en Grecia ya había palacios. Estas personas probablemente vivían en grupos con quizá uno o más líderes", expone la arqueóloga. Durante las excavaciones se ha documentado un edificio para el almacenamiento del grano, productos agrícolas y frutas —cebada, avellanas, bellotas, manzanas silvestres, cornejo, granadas o cornalina— que se incendió y se derrumbó tras el impacto de depósitos piroclásticos, lo que hizo posible la carbonización indirecta de los materiales vegetales.