El fuerte circular de Sandby Borg, ubicado en una isla en la costa sureste de Suecia, fue escenario de una masacre a finales del siglo V d.C. Las excavaciones en el sitio han recuperado los restos de una treintena de individuos con traumatismos y en posiciones que desvelan un ataque organizado con violencia extrema. Enfrente de Hulterstad, unos kilómetros más al sur, tuvo lugar otro hecho dramático, aunque un siglo más tarde: en 1676, el Kronan, el buque de guerra más grande y poderoso de la Armada sueca, acabó hundido en un enfrentamiento contra una flota de barcos holandeses y daneses. De los 850 hombres de la tripulación, que integraba marineros y soldados de entre 12 y 60 años, solo 42 sobrevivieron.
Lo que conecta a ambos yacimientos no es solo su cercanía y la tragedia de las historias, sino que la abundante presencia de restos humanos ha proporcionado a los investigadores una rara oportunidad de estudiar el ADN de los escandinavos de estas dos épocas, sobre todo en lo que respecta al llamado periodo migratorio (400-550), cuando la cremación era la práctica funeraria más común.
Otro proyecto desarrollado en paralelo estaba analizando el genoma de individuos enterrados en Escandinavia en contextos de épocas vikinga y medieval muy diferentes, desde cementerios cristianos de ciudades como Sigtuna o Västerhus, en el norte de Suecia, que son ejemplos de lugares en los que se encuentra una gran variabilidad genética con personas procedentes de diferentes lugares de Europa, hasta enterramientos en barco como el de la necrópolis de Vendel, donde se ha hallado a un varón muerto hacia 560-620 que fue inhumado medio sentado sobre una cama con almohadas de plumas y vestido con una túnica fina de lino, un cinturón y un casco.
Ante el potencial que arrojaban los resultados de las tres investigaciones, los científicos decidieron aunar esfuerzos en un proyecto liderado por la Universidad de Estocolmo y la compañía islandesa deCODE genetics para tratar de reconstruir la historia genética de Escandinavia —región integrada por Dinamarca, Noruega y Suecia— durante los últimos 2.000 años, desde la Edad del Hierro hasta el presente. Los resultados se han publicado este jueves en la revista Cell.
En total se han analizado 297 genomas de individuos antiguos, clasificados en cinco periodos —previkingo (1-749), vikingo (750-949), vikingo tardío (950-1099), medieval (1100-1349) y posmedieval (1350-1850)— y que revelan tres fuentes genéticas: las Islas británicas e Irlanda y las regiones al este del Báltico —las fuentes históricas mencionan contactos con estos pueblos, como relaciones tributarias, comercio, conflictos y tratados— y del sur de Europa. Esta muestra ha sido comparada con genotipos de 16.638 sujetos modernos. Uno de los principales hallazgos del estudio ha sido determinar que los escandinavos de hoy en día tienen menos ancestría no local que las muestras de la época vikinga.
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"Los flujos genéticos tuvieron diferente impacto en las distintas partes de Escandinavia", explica a este periódico Ricardo Rodríguez-Varela, investigador de la Universidad de Estocolmo y uno de los autores principales del artículo. "La influencia de las Islas británicas e Irlanda afectó a toda Escandinavia, mientras que la presencia de individuos del sur de Europa se observa principalmente en el sur (Dinamarca y sur de la Península). Por último, individuos procedentes del este del Báltico tuvieron un impacto más pronunciado en Gotland y el centro de Escandinavia y menos influencia en Noruega".
Ascendencia urálica
La época vikinga está asociada con un marcado aumento del comercio de bienes, costumbres y tecnologías, pero también con el movimiento de personas. Los nórdicos llegaron con sus barcos hasta lugares tan lejanos como América y Constantinopla, y sus ataques provocaron migraciones forzadas de esclavos o voluntarias de individuos de mayor estatus, como misioneros y monjes cristianos. Esos desplazamientos están grabados en el ADN que los investigadores son capaces de recuperar de los restos humanos.
En Sala, por ejemplo, un yacimiento sueco de barcos funerarios, los arqueólogos han hallado a una mujer que probablemente pertenecía a la élite de la comunidad que la sepultó hacia 950-1000 por las características del enterramiento. Los análisis de ADN e isótopos han revelado que seguramente se trate de una inmigrante de segunda generación con padres de origen genético británico-irlandés. Pero durante la investigación se ha documentado en Gerdrup, Dinamarca, una tumba de una mujer del siglo V, sin ajuar, con la misma ancestría de las Islas británicas-Irlanda. Los investigadores aseguran que este flujo genético, por lo tanto, comenzó durante la migración anglosajona, pero tuvo mayor impacto durante la época vikinga.
¿Pero a qué se debe esa caída de la ascendencia genética de las Islas británicas, el este del Báltico y el sur de Europa en los escandinavos modernos? Rodríguez-Varela dice que manejan tres hipótesis: "Uno, migraciones de otras regiones con una menor ascendencia de este tipo; dos, que durante la época vikinga y hubiera restricciones en la reproducción debidas a jerarquías o clases sociales estratificadas por la procedencia de los individuos (por ejemplo, monjes cristianos, curas o esclavos tendrían por lo general menos descendencia); y tres, que el registro arqueológico no sea representativo y que individuos con una determinada procedencia sean más comunes en dicho registro de lo que lo eran en la sociedad del momento".
Por último, el estudio ha logrado identificar el porqué de la principal característica de la estructura genética de la Península Escandinava: el gradiente norte-sur, la variación genética que hay entre las zonas más septentrionales y las más meridionales. "Esta diferenciación del norte ha sido atribuida a una deriva genética debida al asilamiento por distancia de las poblaciones menos numerosas y menos comunicadas en el norte de Suecia y Noruega y a la combinación con diferentes grupos urálicos [se extendieron por el norte de Eurasia]", explica Rodríguez Varela.
"Nuestros resultados —concluye— indican que el gradiente genético norte-sur es principalmente debido a diferentes niveles de ascendencia urálica y que este gradiente estaba ya presente al menos desde la época vikinga. Observamos una clina descendente norte-sur en los niveles de ascendencia urálica en la población escandinava".