La cueva de Mandrin, una gruta situada en el valle del Ródano, en la Francia mediterránea, se ha convertido en un yacimiento revolucionario para resolver algunos de los principales interrogantes de la evolución humana. Entre las decenas de miles de restos óseos y útiles líticos documentados, los arqueólogos han descubierto un diente de leche de un niño de la especie Homo sapiens datado hace 54.000 años, lo que adelantaría en varios milenios la presencia de los humanos modernos en Europa. Este año se ha publicado otro estudio que sugiere que estos primeros sapiens que se internaron en el Viejo Continente además tenían una ventaja competitiva frente a las poblaciones neandertales locales: dominaban el arco y las flechas.
En el otro extremo del Mediterráneo, en Líbano, al norte de Beirut, se encuentra otro de los yacimientos más importantes del Paleolítico Superior Inicial (PSI) de Eurasia: Ksar Akil. Excavado por tres jesuitas, los padres Ewing, Doherty y Murphy entre 1937-1938 y 1947-1948, y después, en la década de 1970, por un equipo francés, también ha sacado a la luz huesos de humanos modernos y el testimonio de una industria lítica de transición entre el Musteriense (Paleolítico Medio) y el Paleolítico Superior, e idéntica a otros sitios cercanos como Boker Tachtit, en el desierto del Néguev, en el sur de Israel, donde las personas que allí vivieron fueron modificando los métodos empleados para hacer herramientas de piedra, destinadas probablemente a usarse como lanzas y armas similares.
Cuando los investigadores de la cueva de Mandrin buscaron los paralelismos más cercanos a su industria neroniana —se compone de una serie de utensilios del Paleolítico Superior Inicial completamente distintos de los fabricados por los neandertales europeos—, comprobaron que los materiales más similares eran los recuperados en ciertos niveles estratigráficos de Ksar Akil. Y en esa relación material entre ambos yacimientos se encontraría una de las claves para comprender las primeras incursiones de los humanos modernos en Europa.
Un nuevo estudio publicado este miércoles en PLOS ONE por Ludovic Slimak, arqueólogo del Centro Nacional para la Investigación Científica, ha comparado de forma minuciosa la tecnología lítica del yacimiento libanés con la del ubicado en el valle del Ródano, la principal arteria natural que conecta la zona mediterránea con las grandes estepas europeas del norte. Además de confirmar la tradición cultural compartida, el profesor de la Universidad de Toulouse III sugiere que el Homo sapiens se expandió por Europa en tres oleadas migratorias diferentes entre hace 55.000 y 42.000 años.
La principal hipótesis de Slimak es que las distintas herramientas de piedra identificadas en Ksar Akil encuentran ejemplos equivalentes desde el punto de vista técnico y cronológico en Europa occidental. El Neroniano de la cueva de Mandrin, por ejemplo, creado por poblaciones sapiens que se asentaron durante un breve periodo de tiempo en territorio neandertal, sería una industria idéntica a la que los humanos modernos desarrollaron en el Levante en el Paleolítico Superior inicial.
Esa habría sido la primera migración, ocurrida hace más de 54.000 años y de la que hasta el momento solo se han encontrado evidencias en el valle del Ródano. En la gruta de Mandrin habitó un grupo de sapiens formado por hombres, mujeres y niños. Según Slimak, no se trataría de una partida de exploradores, sino que buscaban nuevas tierras para asentarse. Por algún motivo desconocido no lograron perdurar. En este yacimiento se ha registrado un singular fenómeno, un nítido ejemplo de "interestratificación": neandertales sustituidos por humanos modernos que volvieron a ser reemplazados por los neandertales del Musteriense hasta una nueva repoblación de la zona de los sapiens, esta vez en mayor número y que fue definitiva.
La segunda oleada migratoria habría coincidido con la cultura chatelperroniense, arqueológicamente visible en restos de hace unos 45.000 años, y habría afectado tanto a la costa atlántica de Francia y la cornisa cantábrica como al área mediterránea de la Península Ibérica, a lugares como la Cova Foradada, en el municipio de Calafell, Tarragona. No al valle del Ródano, donde quizá los neandertales se resistieron al regreso de sus primos más avanzados.
La industria protoauriñaciense se relacionaría con la tercera fase migratoria, hace 42.000 años. "Sigue siendo la primera capa real de poblaciones sapiens que se documenta en toda Europa y abarca hasta el Levante mediterráneo, marcando la unificación cultural y territorial de estos grupos en todo el continente", escribe el arqueólogo, interesado también en descifrar esas interacciones entre neandertales y humanos modernos.
La conclusión de Ludovic Slimak es que el proceso de sustitución del Homo neanderthalensis por los humanos modernos en Europa fue un proceso que no se registró en unas pocas generaciones, sino que duró hasta doce milenios en algunos lugares como el valle del Ródano."Hasta 2022 se creía que el Homo sapiens había llegado a Europa entre hace 45 y 42 milenios. Este estudio muestra que la primera migración de sapiens sería en realidad la última de tres grandes oleadas migratorias hacia el continente, reescribiendo en gran medida lo que creíamos saber sobre su origen en Europa", destaca el arqueólogo.
Y cierra: "La cultura chatelperroniense, una de las primeras tradiciones modernas en Europa occidental y atribuida a los neandertales, de hecho debería señalar la segunda ola de migración de Homo sapiens en Europa, modificando profundamente nuestra comprensión de la organización cultural de los últimos neandertales". Otra llamativa hipótesis que lanza en este sentido es que los últimos neandertales, paradójicamente, serían "los únicos herederos de tradiciones técnicas abandonadas tiempo atrás por el Homo sapiens y relacionadas con las primeras fases de su establecimiento en Europa".