Surcó los océanos hace casi cuatrocientos años y acabó su última singladura en aguas de Pasaia, muy cerca de la angosta bocana que da acceso a este puerto en cuyo fondo marino un grupo de investigadores dirigido por la Diputación de Gipuzkoa ha localizado los restos de un misterioso galeón del siglo XVII del que poco más se sabe.
¿Cómo naufragó? ¿Cuál era su origen? ¿Qué transportaba? ¿Quiénes eran sus tripulantes? Un océano de cuestiones aún sin respuesta rodea el pecio de esta histórica nave de la que, por el momento, sólo existe una certeza: fue construida después de 1621.
El dato ha podido ser conocido gracias al estudio de algunas de las cuadernas de sus cubiertas, elaboradas con árboles cuyo último anillo de crecimiento nos retrotrae cuatro siglos atrás, como recientemente ha revelado el minucioso análisis dendrocronológico de la madera.
La embarcación se encuentra tumbada sobre un costado y a los investigadores les resulta difícil alcanzar el casco, que constituye el mejor elemento para hacer una datación de este tipo, por lo que no se descarta que en un futuro la fecha de construcción del navío pueda llegar a ser todavía más concreta.
El casco, aparentemente acorazado con planchas de plomo, es otra de las mayores singularidades del enigmático navío pues, según han explicado a la Agencia Efe fuentes de la Dirección del Departamento de Cultura de Gipuzkoa, desvela que probablemente estemos hablando "una embarcación de guerra".
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A partir de ahí, cualquier conjetura podría ser válida o por el contrario no serla en absoluto porque la investigación sólo ha revelado la existencia de la estructura del buque, del que únicamente son visibles unos doce metros. El resto permanece oculto bajo una escollera, mientras que un tercer segmento fue involuntariamente destruido tiempo atrás por las labores de drenado del acceso portuario.
Las tres campañas de excavaciones subacuáticas, desarrolladas en el pecio desde 2021 por los arqueólogos Ander Arrese, María Intxaustegi y José Manuel Matés bajo la dirección del Servicio de Patrimonio Histórico Artístico de la Diputación y con la colaboración del Centro Integrado de Formación Profesional Blas de Lezo de Pasaia, también han permitido recuperar de las profundidades algunos objetos significativos.
Entre ellos, varios elementos de "motonería" (poleas para el manejo de los cabos del velamen), calzado y alguna jarra de cerámica que "nos sitúan en el siglo XVII" pero sin llegar a resultar "nada concluyentes", explican las citadas fuentes, cuyas esperanzas se centran ahora en el estudio del sello grabado en una cuchara metálica que "se está intentando identificar" porque podría arrojar algo más de luz sobre el origen del buque, del que hasta el momento no han aparecido cañones ni munición alguna.
Otro barco hundido
Un cúmulo de incógnitas a las que, lejos de hallar respuestas, no dejan de sumarse nuevos interrogantes, después de que recientemente los investigadores descubrieran que los restos que en un principio habían sido identificados como un pecio, en realidad son dos.
"El segundo corresponde a una nave cargada con mineral de hierro -probablemente destinado a las ferrerías guipuzcoanas- que parece situarse encima del galeón, con lo que estimamos que sería una embarcación más moderna", aclaran los responsables de la investigación, quienes no ocultan que los trabajos arqueológicos realizados en la zona han resultado "muy, muy complicados".
No sólo por el hecho de llevarse a cabo bajo el agua, sino porque han tenido lugar en un contexto en el que "los mercantes continuaban pasando" por las proximidades de la bocana de la bahía, además de haber tenido que ser autorizados por distintos organismos con competencias en la materia como la Autoridad Portuaria de Pasaia y la Capitanía Marítima, entre otros.
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Unas circunstancias ante las que las autoridades correspondientes han decidido aplazar sin fecha la realización de nuevas excavaciones submarinas, "hasta que se confeccione un plan de investigación serio" que además precisará de "unos medios extraordinarios", ya que habrá que llevar a cabo "una investigación de mucho peso que supondrá cambiar de escala" y abordar "un proyecto de meses de trabajo con una gran infraestructura".
"Harían falta globos para sacar los restos a la superficie -aclaran- y según salen llevarlos a piscinas para preservarlos" y sería necesario contar también con "infraestructura en tierra" porque todo el material orgánico que se recupere está saturado de agua, por lo que deberá ser conservado en unas condiciones correctas "para que no se degrade" y además después deberá ser "tratado" para conservarlo.
Por estos motivos, de momento los arqueólogos han vuelto a tapar "de manera muy profesional" ambos naufragios, han dejado el yacimiento "protegido" sin desvelar su ubicación exacta, y han cursado las advertencias oportunas a las autoridades correspondientes para evitar episodios de "furtivismo".
Fuentes de la Dirección del Departamento Foral de Cultura han puesto de relieve la importancia de este hallazgo para la arqueología submarina del territorio, ya que se trata de un ámbito en el que ya "no sólo hay conocimiento sino también experiencia".
"Es muy importante tener equipos" y ahora contamos ya con profesionales que pueden llevar a cabo "cualquier operación subacuática" cuando se presente la ocasión, algo que en definitiva resulta "casi más relevante que el propio descubrimiento", han concluido.