Un equipo de arqueólogos que estaba excavando en 2016 un yacimiento conocido como Tolbor, en las montañas Jangái, al norte de Mongolia, sacó a la luz un pequeño artefacto de grafito con un aspecto desconcertante. Medía apenas 4,3 centímetros de largo y parecía ser obra de un humano. Los investigadores lo identificaron como un colgante y ahora, en un estudio científico, aseguran que se trata del objeto con forma fálica más antiguo descubierto hasta el momento.
Las dataciones de radiocarbono de los materiales orgánicos recuperados en la misma capa estratigráfica en la que apareció la pieza y los análisis microscópicos han desvelado que fue elaborada en el Paleolítico Superior, hace aproximadamente unos 42.000 años. En la misma capa de sedimentos también han aparecido fragmentos de la cáscara de un huevo de avestruz, cuentas del mismo material, otros colgantes de piedra y huesos de animales.
Solange Rigaud, arqueóloga de la Universidad de Burdeos y autora principal del estudio publicado en la revista Scientific Reports, cree que el argumento más sólido a favor del artefacto como representación fálica proviene de sus características, como la apertura de la supuesta uretra mediante un surco en la punta o la definición del glande a través otra incisión que rodea toda la pieza: "Nuestra hipótesis es que cuando quieres representar algo de manera abstracta eliges características muy específicas que realmente caracterizan lo que quieres representar".
Los análisis de la superficie muestran que probablemente se usaron herramientas de piedra para tallar estas ranuras. Los investigadores señalan que es probable que se atase una cuerda alrededor del supuesto glande, valiéndose del surco grabado, para lucir el objeto como un colgante. También han observado que la parte trasera se encuentra más desgastada, por lo que el adorno pudo haber sido utilizado por distintas generaciones.
El equipo de arqueólogos, etnógrafos e historiadores explica en el estudio que el individuo que talló el colgante utilizó grafito procedente de una zona situada a un centenar de kilómetros del lugar del hallazgo. "El grafito era un material raro y no fue usado de forma habitual en esta región durante ese período", subraya Solange Rigaud, arqueóloga también del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) de Francia. "Vino de muy lejos y probablemente fue intercambiado por un grupo diferente de personas nómadas".
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Rigaud reconoce que es "muy complicado decir" qué simbolizaba el objeto, que se encuentra parcialmente roto aunque en buen estado de conservación. Su pequeño tamaño habría dificultado la identificación a distancia para cualquier persona que no fuese su portadora, por lo que quizá tuvo algún significado personal para el individuo que lo creó o lo lució en su cuello.
En cualquier caso, dicen que se trata de la representación antropomórfica sexuada más antigua que se conoce. La pieza adelantaría a unas pinturas rupestres identificadas en la cueva Chauvet (Francia), datadas en hace unos 32.000 años, y a la Venus de Hohle Fels, de unos 40.000 años y hallada en el suroeste de Alemania, donde los arqueólogos también han descubierto un pene de piedra de hace unos 28.000 años.
Si el colgante representa en realidad un falo —una lectura que ya ha sido discutida por otros investigadores—, el hallazgo reforzaría la idea de que algunas de las primeras formas de pensamiento simbólico se encuentran en los adornos personales. Las joyas más antiguas incluyen cuentas de conchas encontradas en África, que datan de al menos 60.000 años y quizás hasta 142.000 años. El colgante es "importante porque destaca capacidades cognitivas muy específicas en nuestro linaje", es decir, detalla Rigaud, la capacidad de otorgar significado a las representaciones simbólicas, que es uno de los sellos distintivos del ser humano.