Piel de armadillo
Jordi Puntí
7 febrero, 2001 01:00Detrás de los ocho cuentos que forman este volumen hay un detenido aprendizaje de lector, y una larga práctica de la escritura
Puntí domina muy bien ciertos resortes del cuento y sabe sugerir entre líneas, sin que todo aflore explícita e innecesariamente a la superficie del discurso. Los objetos, las miradas, los toques descriptivos de lugares y escenarios adquieren un espesor significativo y una capacidad alusiva de tal intensidad que a veces un simple conato de historia encierra más carga expresiva que muchos relatos de mayor extensión.
En "Un incendio", por ejemplo, la apacible escena de un matrimonio joven que contempla una vieja filmación familiar desemboca en un final inesperado -extraordinariamente resuelto, además- que subsume el origen y hasta el destino de toda una vida, de tal modo que el limitado tiempo de la historia se dilata prodigiosamente. He aquí un cuento digno de figurar en la más exigente antología. "Madeleine Stowe" distribuye en pocas páginas una serie de signos premonitorios que reflejan indirectamente las inesperadas reflexiones y la zozobra del personaje femenino -el deseo emergente, la nostalgia- y cuya orientación definitiva sólo se conocerá en las últimas líneas.
El tedio, la soledad -incluso en compañía- y el fracaso vital son motivos permanentes en estas narraciones, pobladas por personajes que intuyen oscuramente que han equivocado su camino o que han ido viendo sin más cómo su existencia se deshacía en un inexorable camino hacia la soledad, la insolidaridad y el anonimato.
Aunque no por su extensión, algunos de estos cuentos alcanzan, gracias a la hondura y la riqueza de motivos y situaciones que en ellos se plasman, estatuto de novelas breves, como "Lisa en pantalones de piel de melocotón" o "Autobiografía", dos soberbios ejemplos de composición narrativa, con las informaciones cuidadosamente dosificadas y la pirueta del desenlace, acaso previsible pero eficaz como cierre. En el mismo plano se encuentra "Las tinieblas del corazón", una de las perlas de Piel de armadillo, que narra una transferencia de personalidad pero implica al mismo tiempo muchas cuestiones acerca de la existencia, de la verdad que se oculta bajo las apariencias, de la disolución de una vida que no deja rastro.
A la postre, como les sucede a algunos personajes de Samuel Beckett, ni siquiera la escritura sirve para fijar la experiencia personal y prolongarla más allá del límite físico. Los escritores del "Tríptico de las biografías" transmiten con su fracaso la misma desoladora convicción, idéntica visión del mundo.
Como en cualquier compilación de esta naturaleza, no todos los relatos poseen el mismo valor ni alcanzan idéntica densidad. Al lado de los que he citado desentonan un poco algunos más pálidos, como "Por qué la vida se parece a una mala novela" o "Déjà vu", que, comparado con "Un incendio" -con el que tiene algunos puntos en común-, queda muy por debajo. En cuanto a "Parkings", es reelaboración de un conocidísimo cuento de Hemingway -el titulado "The killers"-, del que Puntí ha acentuado los aspectos más grotescos que allí presentaba ya la pareja de asesinos. Pero justo es reconocer que el peso de su ilustre modelo anula cualquier novedad que el lector pudiera encontrar en esta versión del escritor catalán, y que tal vez estas breves páginas debieron quedar junto a los borradores desechados y a las tentativas que sin duda han precedido a la selección de este manojo de excelentes relatos en los que resulta gratísimo descubrir a un buen narrador. Ojalá persevere.