Image: Tahar Ben Jelloun

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Letras

Tahar Ben Jelloun

"El racismo en medios intelectuales es siempre sutil"

4 abril, 2001 02:00

¿Es posible novelar el horror? ¿La tortura? ¿La muerte? ¿Cómo contar, por ejemplo, la historia de un puñado de soldados enterrados en una fosa, sin luz, alimentos ni medicinas durante dieciocho años? Tahar Ben Jelloun (Fez, 1944), el más europeo de los autores árabes, el más árabe de los franceses, narra en Sufrían por la luz (RBA) la historia de un puñado de soldados marroquíes condenados a una muerte lenta por atentar contra Hasán II en 1971. Su historia, sin embargo, trasciende la anécdota. Es la tragedia de Chile, de Cuba, de Argentina, de Ruanda... Es historia de hoy. De ahora mismo.

Pudoroso y amable, Ben Jelloun escoge minuciosamente sus palabras. Exiliado en Francia desde 1971, fue el primer escritor magrebí en obtener el Goncourt (1987). Un año después le ofrecieron ser ministro de Cultura y Comunicación marroquí, y lo rechazó "porque quería salvaguardar mi libertad de escritor y de ciudadano y porque he luchado contra la incompetencia. Yo hubiera sido un malísimo ministro. Un escritor debe escribir". Quizá por eso, de su libro sobre el racismo se han vendido en Francia 400.000 ejemplares. Y Sufrían por la luz, su última novela, lidera las listas de los más vendidos, suscitando una descomunal polémica. "Al escribir el libro sabía que corría ciertos riesgos. Pero ése es el trabajo del escritor, sobre todo en los países del Sur", dice con orgullo. El mismo con el que habla del libro.

-¿Para qué sirve narrar el horror y la muerte?
-Eso es lo mismo que preguntar para qué sirve la literatura. En tanto que testimonio de mi época y de mi sociedad, es absolutamente normal que cuente esta parte tenebrosa de la historia de mi país. Mi novela no es un libro sobre el presidio de Tazmamart. Es una novela sobre la resistencia de un hombre a la barbarie mediante la espiritualidad y la fuerza interior. Era necesario ir más allá del estadio de testimonio puro y duro para entrar en el imaginario de un hombre enfrentado al horror, descubrir cómo va a vencer a las tinieblas. El libro es un homenaje a la voluntad de resistir y al principio de dignidad. Me he identificado con mi narrador, me he puesto en su lugar y he intentado comprender e imaginar sus reacciones, su sufrimiento y su universo.

-¿Trascendiendo la anécdota?
-Sin duda. Era necesario ir más allá de lo anecdótico, como es necesario ir más allá de la historia que ocurrió en Marruecos entre 1971 y 1991. Una vez más, debo precisar que esta novela tiene la ambición de hablar a todo el mundo, a todos los que han conocido un sistema injusto y horrible. Escribir un libro así es participar en la lectura de las páginas negras de la historia antes de pasarlas, para que tanto horror no se reproduzca, sea en Marruecos, Argentina, Chile o áfrica. Escribir es parecido a hacer un exorcismo. Habría que rendir homenaje al rey Mohamed VI que ha permitido que esos dossiers sean conocidos por el gran público, porque ha querido pasar la página de lo que en Marruecos se llaman "los años de plomo". Mi contribución es literaria. No soy ni un político, ni un historiador, sólo un contador de historias que quiere que la lectura de un libro haga reflexionar para no olvidar.

El poder del espíritu

-Un escritor español, Muñoz Molina, acaba de publicar un libro sobre los exilios, las persecuciones del siglo XX: ¿Ha sido el más cruel y deshumanizador de la historia? ¿Hemos aprendido algo?
-No conozco la obra de Muñoz Molina. Creo que el siglo XX ha sido generoso en masacres, genocidios y crueldades. Cada siglo tiene sus horrores, pero creo que el XX ha sido especialmente brutal e injusto, sobre todo con las minorías, los pueblos sin tierra, los desarraigados. Las dictaduras se han cebado en el ser humano. ¿Qué hemos aprendido? La información ha hecho enormes progresos. Hoy sabemos lo que ocurre. Podemos reaccionar. Pero no cambiaremos al hombre, capaz de lo peor y de lo mejor. Existe la impresión de que el Mal gana en victorias al Bien. La lucha es desigual: el Mal aprovecha el sistema democrático para propagarse y dar jaque al derecho y a la ley. La mafia es ejemplo de esta paradoja.

-Otra lo es el que los verdugos son gente normal, con familia, apreciada por los vecinos. ¿Cómo un ciudadano modelo se convierte en asesino modelo?
-Hace algunos años escribí una novela breve sobre un padre de familia que se levanta por la mañana, toma el desayuno con su mujer y sus hijos, coge sus cosas, deja, de camino, a sus hijos en la escuela, les abraza y les dice que tengan cuidado al cruzar la calle, se va a su oficina, lleva su traje, se arremanga y se mete en un sótano a hacer su trabajo cotidiano, torturar a los prisioneros políticos. Aparentemente es un hombre como los demás, sólo que tiene un trabajo particular. Profesión: ¡torturador!

Esa aparente normalidad hace que sea tan difícil sobrevivir a la tortura de una lenta muerte, dice. Y dice más. Por ejemplo, que escribiendo este libro ha descubierto la importancia de fuerzas interiores como la fe. Y que "la espiritualidad es algo que está fuera de alcance. El cuerpo puede ser rescatado por el espíritu. La revelación para mí ha sido que el poder del espíritu puede hacer retroceder la barbarie. Mi personaje descubre en sí mismo algo que no sabía antes: es capaz de resistir el calvario por la fortísima voluntad de no dejarse anular a fuego lento. Otros no tuvieron esa capacidad. Están muertos".

-¿Cómo se puede conservar la humanidad en esas circunstancias?
-Es difícil. Todo está encaminado a que los hombres sean privados de su humanidad, a que mueran después de haber sufrido. Entonces interviene lo único que escapa a la barbarie: la fe, que se tiene por un Dios, un ideal, una idea, que importa, la fe, como el pensamiento, ayuda a salvar su humanidad.

Un signo del destino

-La literatura es otro de los refugios de los prisioneros de Tazmamart. Salim se convierte en el Narrador: recrea para los prisioneros lo que ha leído e incluso adapta El ángel exterminador al Marruecos contemporáneo. Es más, uno de los prisioneros muere cuando deja de narrar. ¿Tan poderosa es la palabra?
-El principio de Las mil y una noches es el siguiente: el rey le dice a Shahrazade: "cuéntame una historia o te mato". La literatura, aquí el cuento, va a salvar a la narradora. En mi novela, Salim, por su pasado intelectual, se ve involuntariamente designado como contador de historias. Recuerda ciertos libros y películas, las cuenta, inventa un poco, pero sobre todo descubre que uno de sus compañeros no vive nada más que para escuchar sus historias. Es una metáfora para subrayar la importancia de la ficción. El hecho de que cuente esa película, sublime, de Buñuel, y que la marroquice es como un signo del destino. La justicia llegará un día y todos seremos libres. Hacer desaparecer un hombre y destruir su memoria no es posible más que en sistemas que se sitúan fuera del derecho y de la justicia. Esto ocurre en ciertos países de América Latina, en algunos estados africanos. Hoy eso ya no es posible en un país como Marruecos que ha decidido escoger el estado de derecho y la democracia. Es una conquista importante. En Marruecos ya no hay prisioneros de opinión, quiero decir, gente castigada por sus ideas. Esa época ha terminado. Pero siempre hay que estar alerta.

-Cuando se pasan dieciocho años en una fosa sin luz, ¿se alcanza alguna vez la libertad o la fosa va con uno y no le abandona?
-Tras dieciocho años de tinieblas, a Salim le cuesta reintegrarse en la vida normal. Decide que es un nuevo nacido, que acaba de nacer, y debe reiniciar el aprendizaje de la vida y de la libertad. Pero vete tú a saber qué pasa por la cabeza de un hombre que ha pasado dieciocho años en un agujero. Su sueño no debe parecerse al sueño de los demás. Su inconsciente debe estar lleno de nudos y de cosas oscuras. Está roto, su vida le ha sido robada, y debe inventar nuevas formas de vivir junto a los otros. Al mismo tiempo, no hay nada que probar. Se ha convertido en un hombre juicioso, un hombre que ha dejado de lado el odio y las ganas de venganza. Es un ser excepcional.

Un ser excepcional que logra la libertad, como sus compañeros, gracias a las presiones internacionales. A pesar de las críticas que las movilizaciones de los intelectuales suscitan, para Ben Jelloun "siempre son útiles, incluso si su eficacia no es inmediata. Pero a los Estados no les gusta ser señalados por su falta de respeto al derecho y la ley".

-Le explicó a su hija, en uno de sus libros más célebres, qué es el racismo: ¿por qué los Le Pen parecen tener tanto a favor en Europa?
-No, Europa no pertenece a Le Pen ni a Haider. La extrema derecha que tiene el racismo como ideología de base tiene sus seguidores en Europa, y existe gracias al juego democrático. Hay que combatirla mediante la educación, la justicia y la información en los medios. El racismo se combate desde la escuela, en las familias, y también en la calle. Es un trabajo cotidiano y permanente. Mi librito El racismo explicado a mi hija ha sido adoptado por millares de escuelas en Francia, en Bélgica, en Italia, en Israel e incluso en Alemania.

-Ganó el Goncourt, en 1987: ¿ha sufrido en su carne el racismo?
-Lo del premio fue sobre todo un gesto simbólico contra el racismo. El mismo racismo que no impidió que un periódico del Frente Nacional (de Le Pen) me acusase de no ser el autor de mi libro. La justicia acabó condenándole. No, el racismo en los medios intelectuales es sutil, nunca directo. Precisamente, el éxito de mi libro sobre el racismo ha sido denunciado en dos artículos difamatorios de Le Figaro. El racismo es parte de la humanidad. Allí donde hay hombres, hay racismo. Todo ser humano es susceptible de tener reacciones de rechazo hacia quien es diferente de él. Por eso la educación en la escuela primaria es esencial. Un niño no nace racista, pero puede volverse racista si sus padres le enseñan a desconfiar del extranjero, del diferente, etc. La lucha contra el racismo debe utilizar las leyes y la justicia. Nunca dejar pasar, es necesario reaccionar.

La Europa del mestizaje

-¿Es la inmigración el problema clave del siglo XXI?¿Cómo suavizar las tensiones entre culturas?
-Es necesaria una verdadera política europea de la inmigración, una política que tenga en cuenta que Europa necesitará cada vez más y más mano de obra extranjera. Por eso un acuerdo entre los países del Sur y los del Norte es necesario. Si no veremos enseguida pateras o incluso barcos hundirse en el Mediterráneo, llenos de clandestinos que las mafias habrán ya explotado. El porvenir de Europa está en el mestizaje.

Por eso se presentó como candidato en las últimas europeas por el partido de Romano Prodi. Ahora, al recordarlo, reconoce que su intención fue la de demostrar en el plano simbólico que Europa "estaba compuesta de más colores y podía utilizar nuevas especias".

-¿Qué le diferencia del Tahar Ben Jelloun que se exilió en Francia hace treinta años?
-Creo que soy el mismo hombre. Como dice Spinoza, "todo ser tiende a perseverar en su ser", o dicho de otro modo, un hombre nunca cambia en lo fundamental. Es cierto que he escrito, publicado, viajado, conocido a mucha gente, pero no he dejado de ser el mismo. Puede ser que mis defectos se hayan vuelto difíciles de corregir. Citaré un pasaje de Yourcenar que me gusta especialmente: "Nuestro gran error es intentar obtener del otro las virtudes que no tiene, y olvidarnos de cultivar las que posee". A menudo he sufrido ese malentendido con algunas personas.