Image: El Libro de un hombre solo

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Letras

El Libro de un hombre solo

Gao Xingjian

6 febrero, 2002 01:00

Gao Xingjian, por Gusi Bejer

Ediciones del Bronce, 2002. Traducción de Xin Fei y José Luis Sánchez. 544 páginas, 21 euros

El Libro de un hombre solo es una novela sobre China que aporta un cúmulo de informaciones sumamente interesantes sobre la vida en aquel vasto país desde el período republicano hasta la actualidad, con los hitos representados por el "Gran Salto adelante" y la Revolución Cultural hasta la muerte de Mao

Esta traducción de El Libro de un hombre solo estaba, al parecer, prevista antes de la consagración ecuménica que aporta el Nobel, y su lectura tiene la virtualidad de resucitar el recuerdo de otras, tanto en la tradición propia como en la occidental, que no le resulta ajena a Gao Xingjian, nacionalizado francés y ciudadano del mundo como su novela procura subrayar con sus episodios en Sydney, Estocolmo, Tours o Perpignan, Nueva York o Barcelona, amén de, por supuesto, Beijíng, las aldeas chinas y Hong Kong en los años anteriores a su reversión por parte del Reino Unido.

En todo caso, El Libro de un hombre solo es una novela sobre China que aporta un cúmulo de informaciones sumamente interesantes sobre lo que fue la vida en aquel vasto país desde el período republicano hasta la actualidad, con los hitos representados por la derrota del Guomindang y la escisión de Taiwán, el nacimiento de la República popular, la catástrofe económica y humana que significó en 1958 el paradójicamente denominado "Gran Salto Adelante" y, sobre todo, la Revolución Cultural del decenio 1966-1976 hasta la muerte de Mao Zedong.

A estos efectos, es encomiable la labor de los traductores, con sus anotaciones sobre el sentido cabal de conceptos como los campos de reeducación por el trabajo donde los miembros de las cinco categorías negras (terratenientes, campesinos ricos, contrarrevolucionarios, enemigos públicos y derechistas) purgaban sus pecados, proclamados por los pasquines públicos o dazibaos, o denunciados previamente por su propios familiares y amigos, convertidos en delatores al servicio de un sistema cuyas esencias guardaban las llamadas cinco categorías rojas: los obreros, los campesinos pobres, los mártires de la causa y los dirigentes o soldados revolucionarios.

Ese mismo apoyo hermenéutico había sido necesario ya cuando la traducción española, en 1992, de otra novela escrita también en París, La mitad del hombre es la mujer, de Zhang Xianliang. Y algo había en ella que es de perfecta aplicación a la del premio Nobel: que la mayor calamidad provocada por la revolución maoista había sido la destrucción total de la confianza entre las personas, la buena voluntad humanitaria y el espíritu solidario, hasta el extremo de hacer de los hombres y mujeres auténticos lobos. Gao Xingjian participa también de esa visión, tan próxima a Hobbes, de la condición humana en la China revolucionaria. Y esta última mención nos lleva inevitablemente a la gran novela de Malraux.

En este sentido, El Libro de un hombre solo hace cierta también la aventurada tesis de Leo H. Hoek, quien en un ensayo publicado en La Haya muy en la línea de la semiología del texto de los ochenta, analizaba los títulos de las obras literarias como su primera y decisiva frase, capaz de generar todo el discurso posterior. Al margen de que haya alguna discrepancia sobre lo ajustado de la traducción de este título, estamos ciertamente ante el libro de un hombre solo en dos direcciones temático-argumentales que se compadecen con su particular estructura temporal y puramente narrativa. El protagonista, un escritor y pintor chino exiliado en Francia, alter-ego del propio autor, es y quiere ser un solitario frente al hombre masa que la revolución instaura. El "insecto rastrero" (página 335) que se pretende hacer de él, únicamente sobrevivirá en la soledad que se procura alejándose de Beijing para vivir en aldeas perdidas, porque (página 487) "el emperador que hay en ti sólo puede dominar a una persona: a ti mismo". Pero también la soledad reina en el otro gran asunto que permea todo el relato: la relación con la mujer en clave de una sexualidad manifiesta. Sus esposas y sus amantes, en China y fuera de ella, son enigmáticas proveedoras de placeres momentáneos para quien se repite una y otra vez: "sólo puedes salvarte a ti mismo" (página 185).

Pero hay aquí una última expresión de esa coherencia máxima entre el título y el texto: su propia estructura. El novelista es muy sen-
sible a este asunto, como demuestra su ensayo Búsqueda inicial de la técnica en la novela moderna. Adopta así un modelo de relato retrospectivo en el que la recuperación de su pasado en China se narra en tercera persona, y el relato primario de su presente en Hong Kong y los otros enclaves de su libertad está escrito en segunda. La soledad del yo se manifiesta en esos desdoblamientos, como si el protagonista en cuanto narrador, alienado de todo y de todos, quisiera hacer de sí mismo una mínima multitud de acompañantes.