Image: Las dos caras del liberalismo

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Letras

Las dos caras del liberalismo

John Gray

20 febrero, 2002 01:00

John Gray, por Gusi Bejer

Traducción de Mónica Salomón. Paidós. Barcelona, 2001. 166 páginas, 11’42 euros

Si, como Gray nos propone, hay una filosofía liberal que puede dar respuesta a los retos que tenemos en frente ¿estamos nosotros preparados para asumir sus postulados? Nuestras naciones se levantaron sobre la eliminación de la diversidad

John Gray es uno de los especialistas británicos en filosofía política más conocidos fuera de su país natal. Primero en Oxford y luego en la London School of Economics, donde ostenta la cátedra de Pensamiento Europeo, ha destacado por su vocación polemista y por su compromiso con una determinada forma de entender la filosofía liberal, aunque ésta no fuese siempre la misma. Desde posiciones muy radicales, eran los tiempos de triunfo de la Escuela de Viena y del Thacherismo político, fue evolucionando hacia otras más tradicionalmente conservadoras, en el sentido británico del término, vinculándose a la corriente más escéptica y empírica y marcando distancia respecto del racionalismo ilustrado y kantiano. Autor prolífico y de amplia formación, destaca más por su capacidad analítica y de síntesis que por sus aportaciones originales. Es un brillante adaptador de viejos postulados a nuevas circunstancias.

El contexto histórico en el que este trabajo se enmarca está en todo momento presente: un mundo crecientemente globalizado gracias a la evolución de las comunicaciones y, por lo tanto, de los intercambios de todo tipo; unas sociedades nacionales que pierden cohesión tanto por la influencia de otras culturas como por la llegada de emigrantes provenientes de otras civilizaciones, reacios a despojarse de su propia identidad. Atrás queda aquel mundo coherente de las naciones firmemente asentadas, con valores asumidos y reglas ampliamente admitidas. Aceptemos que el futuro será mucho más plural, conviviendo no ya personas de distintas culturas, sino valores distintos.

¿Puede la filosofía liberal dar respuesta a los problemas que esta nueva situación nos va a deparar? Para responder a esta pregunta Gray distingue dos tipos de liberalismo. El primero sería el representado por Locke, Kant... hasta Hayek y los comunitaristas de Rawls. Tendrían en común el intento de establecer unos principios universales sobre los que organizar la vida en común. Por el contrario, la segunda corriente, representada por Hobbes, Hume... hasta Berlin y Oakeshott, renunciarían a lo que consideran una utopía para centrarse en "un proyecto de coexistencia que pueda emprenderse en muchos regímenes diferentes".

Partiendo de antiguos planteamientos y, muy especialmente, de los trabajos de Isaiah Berlin, Gray no sólo rechaza la posibilidad de alcanzar un acuerdo sobre unos principios de carácter universal, sino que afirma su inexistencia. Distintas sociedades pueden tener evoluciones diferentes y llegar a resolver problemas semejantes de distinta forma, sin merma de legitimidad. Más aún, en momentos históricos distintos un mismo pueblo puede haber afrontado un mismo problema de distinta forma, sin poder precisarse cuál es la más correcta o, si se prefiere, cuál es la menos incorrecta. La adopción de medidas está condicionada por los valores que en un determinado momento comparte una sociedad, lo que dificulta su comparación. No hay una forma mejor, superior, de ser. Hay formas mejores y peores pero, sobre todo, hay distintas formas igualmente legítimas de organizar la convivencia entre los ciudadanos.
Frente a principios universales, representados en nuestros días por la triunfante filosofía de Rawls, Gray defiende un aproximación más relativista e historicista al mundo de los valores, "convenciones cuyos contenidos cambian a medida que cambian las circunstancias y los intereses humanos". Para ello se ve obligado a realizar una crítica en profundidad de los postulados fundamentales de la filosofía comunitarista y de su intento de asentar un pensamiento político sobre la justicia. Páginas de indudable interés que el lector interesado disfrutará.

En el caso de que, como Gray nos propone, haya una filosofía liberal que pueda dar respuesta a los retos que ya tenemos en frente ¿estamos nosotros preparados para asumir sus postulados? Nuestras naciones se levantaron sobre la eliminación de la diversidad: judíos, moriscos, limpieza de sangre... y todavía en nuestros días y en nuestro propio pueblo asistimos a penosos espectáculos de intento de homogeneización cultural. La vida en pluralidad pondrá a prueba la firmeza de nuestros valores democráticos y no hay razón para ser demasiado optimista sobre los resultados. La pluralidad, ya presente en sociedades como la británica o la alemana, afecta a la identidad social, un delicado mecanismo que habremos de tratar con extremo cuidado. Una cosa es aceptar la exis-
tencia de otras culturas, valores y costumbres, desde la igualdad y el respeto, y otra bien distinta convivir en una misma sociedad, con igualdad de voto para resolver, desde muy distintas perspectivas, problemas comunes.