Image: Después del Imperio

Image: Después del Imperio

Letras

Después del Imperio

Emmanuel Todd

31 julio, 2003 02:00

Emmanuel Todd, por Gusi Bejer

Traducción de José Luis Sánchez Silva. Foca. Madrid, 2003. 185 páginas, 11’50 euros

Después del imperio, reflexión global sobre el lugar de los EE. UU. en el mundo a comienzos del siglo XXI, parece el guión que Dominique de Villepin necesitaba para oponerse a la nueva estrategia de seguridad de los EE. UU. y a la guerra de Iraq. El águila, viene a decir, está herida de muerte

Antropólogo, demógrafo, historiador, politólogo, sociólogo, siempre jugando a adivino... Emmanuel Todd (1951), nieto del poeta Paul Nizan e hijo del periodista Olivier Todd, lleva en la sangre una cultura enciclopédica, jamás rehuye un gran debate y es inmune a las clasificaciones cerradas y a los juicios fáciles. Su último libro, Después del imperio. Ensayo sobre la descomposición del sistema norteamericano, una reflexión global sobre el lugar de los EE.UU. en el mundo a comienzos del siglo XXI, parece el guión que Dominique de Villepin necesitaba para oponerse a la nueva estrategia de seguridad de los EE.UU. y a la guerra de Iraq. El águila, viene a decir, está herida de muerte.

En diez capítulos repartidos en 184 páginas, con un estilo vibrante y más datos incluso de los necesarios, el cincuentenario Todd intenta confirmar la teoría del declive estadounidense apuntada por Paul Kennedy en el 88, la de Francis Fukuyama sobre el fin de la historia del 92 y, por si no fuera suficiente, la de Zbigniew Brzezinski sobre la partida euroasiática del nuevo tablero mundial en el 97. Demasiado, pero inevitable en quien ya en el 76, a partir de los datos demográficos, anticipó el final de la URSS, se siente heredero natural de Raymond Aron y vive obsesionado por demostrar que el proyecto de un mundo multipolar soñado por Francia todavía es posible. Llega un poco tarde en su lectura de Kennedy. Si, en vez de remitirse a Auge y caída de las grandes potencias, hubiera consultado los últimos trabajos del historiador de Yale, como su informe del 2-3 de febrero de 2002 en el suplemento del "Financial Times", el declive del imperio estadounidense no lo vería tan inevitable.

No es fácil criticar a Todd porque en su discurso cabe todo, pero exagera los dos factores que ocupan la mayor parte de su tiempo -educación y población- e ignora por completo otros igual o más determinantes para la definición actual del poder y el futuro de las grandes potencias, como la tecnología, la información y el liderazgo.

Su versión edulcorada del fin de la historia es una de las paradojas más interesantes de este libro. "Si la democracia triunfase en todas partes, los EE.UU., como potencia militar, se volverían inútiles para el mundo y tendrían que resignarse a no ser más que otra democracia del montón", concluye. ¿De qué serviría, entonces, su abrumadora superioridad militar? ¿Es suicida para su supremacía, hoy indiscutible, la universalización de la democracia? Todd es un provocador compulsivo y muy inteligente, pero cae en demasiadas contradicciones. Da por buena la desigualdad económica creciente a causa de la globalización y, al mismo tiempo, asegura que "la humanidad se está alejando del subdesarrollo".

Opone a la democratización universal la oligarquización creciente de las viejas democracias occidentales, como si esto fuera un fenómeno nuevo. Sólo ignorando las cifras de participación en las elecciones estadounidenses de los años 70 se puede ver una grave degeneración democrática en los EE.UU. por su baja participación en las últimas elecciones. Muchas de las críticas que hace de los EE.UU. son correctas, pero lo son mucho más si sustituimos los EE.UU. por Europa, Japón, Rusia o China. Si, como escribe, "el poder de coacción militar y económica de los EE.UU. ya no es suficiente para mantener el nivel actual de explotación del planeta", imagínense el poder de sus adversarios potenciales.

La guerra de Iraq ha hecho añicos la geografía del imperio que Todd describe en el capítulo IV. El protectorado de Oriente Medio desde el 11-S consume muchos más recursos que los viejos protectorados de Europa y del Extremo Oriente durante la Guerra Fría.

Un extraterrestre que leyera a Todd creería por momentos que los EE.UU. mantienen hoy su hegemonía gastando sin control (déficits presupuestarios y comerciales de centenares de miles de millones) los recursos productivos y financieros del resto del planeta, que sigue enviando su riqueza al nuevo imperio para no ser pasto de sus bombas y misiles. Es atractiva la imagen de gran cigarra, vaga y glotona, que ofrece de los EE.UU., pero si tuviera más en cuenta la importancia de los servicios, mucho más que de la industria, en la economía actual sus conclusiones serían otras.

Hay trece o catorce frases en el libro en cursiva que, supuestamente, resumen el ideario del autor. Mejor hubiera sido dejarlas en negrita. A Todd, para ser genial, le sobran afirmaciones como ésta: "Los EE. UU. son incapaces de percibir a los árabes como seres humanos".