Image: Adorno o la memoria necesaria

Image: Adorno o la memoria necesaria

Letras

Adorno o la memoria necesaria

11 septiembre, 2003 02:00

Adorno, por Grau Santos

Treinta y cuatro años nos separan de la muerte de Theodor W. Adorno ahora que se cumple el centenario de su nacimiento; tres décadas que no han restado actualidad a uno de los pensadores fundamentales del siglo que acabamos de dejar atrás.

Si Adorno fue y sigue siendo un filósofo imprescindible no es sólo porque enriqueció las más diversas áreas de la cultura con algunas de las ideas más lúcidas de su tiempo, sino especialmente por cómo convirtió ese tiempo que le tocó vivir en objeto de su filosofía. Renunciando a la construcción de un gran sistema explicativo de la realidad, elaboró un pensamiento que partía siempre de lo concreto para desarrollarse de una forma abierta y antisistemática, y practicó un análisis micrológico y crítico de la sociedad y la cultura de su tiempo que se convirtió en el mejor modelo de la Teoría Crítica. Su obra es el pilar central de la primera generación de la Escuela de Frankfurt y una de las referencias fundamentales de la segunda, liderada por quien fuera su asistente, Jörgen Habermas.

Nacido en Frankfurt el 11 de septiembre de 1903, de madre católica de ascendencia italiana y padre judío, la confluencia de una inteligencia precoz y una formación privilegiada lo encaminaron desde niño hacia la música. Educado por su madre, cantante de ópera, y por su tía, concertista de piano, Adorno se crió entre partituras y conciertos hogareños, y aprendió a tocar el piano antes que a leer. Su apuesta por la carrera musical lo condujo con 22 años a estudiar en Viena con Alban Berg, con quien desarrollaría una intensa amistad. Pero aunque Adorno componía desde muy joven, no tardó en comprender que su mayor talento no radicaba en la composición, sino en el encuentro entre la música y la otra de sus vocaciones: la filosofía. Adorno recibió su formación filosófica en la Universidad de Frankfurt, donde después ingresaría como profesor con tan sólo 27 años, pero fue su futura mujer, la química berlinesa Margarete Karplus, quien le presentó al que iba a ser su verdadero maestro y a buen seguro que el mejor maestro que se pudiera desear: Walter Benjamin. él le transmitió la tradición del pensamiento judío con la que ambos enriquecerían la filosofía germánica.

Es en la influencia mutua de música y filosofía donde se halla una de las claves de su pensamiento. Adorno hizo filosofía desde la música: escribía tal como componía, traduciendo a la escritura filosófica el ideal de atonalidad y disonancia de la vanguardia vienesa, y forjando así un estilo tan literario como analítico y riguroso. Asimismo, su concepción de la libertad individual se nutría de la imagen del artista creador, y para él, la experiencia de tocar el piano a cuatro manos encarnaba la promesa de una relación pacificada entre los seres humanos, promesa en la que siguió creyendo en las épocas más oscuras que le tocó vivir. Y a la inversa: pensó la música desde la filosofía, y logró aproximar como nunca nadie antes el lenguaje conceptual al lenguaje más enigmático de los que existen. Hasta entonces, los grandes filósofos de la historia no habían respondido ante el misterio de la música más que con el silencio de la admiración o la expresión del desconcierto, y prácticamente puede afirmarse que Adorno creó como disciplina la filosofía de la música. Fruto de su trabajo son sus monografías sobre Berg, Wagner o Mahler, libros fundamentales como La filosofía de la nueva música, o su monumental e inacabado estudio sobre Beethoven.

Su interés por los lenguajes artísticos no se agotaba en la música. Sus análisis de la literatura de Proust, Kafka o Beckett son hoy de referencia obligada; conocido es que ayudó a Thomas Mann en la elaboración de Doktor Faustus, y quizás menos conocida su amistad con escritores como Paul Celan, Ingeborg Bachmann o Hans Magnus Enzensberger. Sus conocimientos sobre arte cristalizaron en los últimos años de su vida en una obra que tan sólo vio la luz tras su muerte: la Teoría Estética, que se cuenta entre las mejores aportaciones a la estética del siglo XX, junto a las de Heidegger y Benjamin.

Y sin embargo, Adorno no fue un esteta que se pasara la vida estudiando partituras. Tras la irrupción del nazismo, que lo destituyó de su puesto como profesor y acabó por forzarlo al exilio, primero a Oxford y después a Nueva York y Los Angeles, Adorno puso la lucidez de la filosofía al servicio de la comprensión de una de las épocas más oscuras de la historia de Europa. Adorno se reunió en Estados Unidos con el también exiliado Max Horkheimer, director del Instituto de Investigación Social, y ambos se entregaron al estudio de las causas de los totalitarismos y los genocidios que asolaban Europa, y que amenazaban poner fin con la barbarie a los grandes ideales ilustrados que habían guiado su construcción.

De ese afán surgió, escrito a cuatro manos con Horkheimer, la Dialéctica de la Ilustración, uno de los libros fundamentales del y sobre el siglo XX, feroz análisis de la dialéctica de progreso y barbarie en que se halla atrapada la historia de la humanidad. También de un trabajo en equipo, esta vez con investigadores de la Universidad de Berkeley, surgieron los Estudios sobre el carácter autoritario, investigación empírica sobre la personalidad de los individuos proclives al fascismo. Y finalmente Minima Moralia, la obra en que, desde el exilio convertido en perspectiva filosófica, logró la plasmación más literaria de sus ideas, su defensa del individuo, la libertad y la pluralidad, y su intento de superar la crisis sufrida por la razón durante el totalitarismo desarrollando una racionalidad crítica que recuperara una relación pacífica con la naturaleza y solidaria con la corporalidad violentada. Finalizada la guerra, Adorno regresó con Horkheimer a Alemania para participar del proceso de reconstrucción, y aprovechó su popularidad creciente para impulsar los más diversos ámbitos de la cultura tendiendo puentes entre el mundo europeo y el americano. Pero Adorno sabía que esa reconstrucción de la cultura por la que él trabajaba no es posible sin una elaboración de la memoria.

Entre las principales ideas que Adorno nos ha legado hay una de actualidad imperiosa: en ese nuevo tiempo que fue inaugurado por el fascismo y en el que cualquier barbarie es posible, el verdadero imperativo moral es el de la memoria: tomar conciencia crítica del pasado y sobre todo conceder justicia a sus víctimas. Es imposible construir un presente justo o esperar un futuro liberado de repeticiones del mal sin hacer justicia a quienes fueron víctimas en el pasado. Y ese es un imperativo para cualquier país con verdadera voluntad democrática, también para una España donde tantas víctimas del franquismo esperan todavía, amontonadas en fosas comunes y olvidadas en cualquier cuneta, la justicia que les debemos.


Frankfurt 1903-1969 Brig
1903. Nace en Frankfurt-am-Mein Theodor Wiesenground Adorno, hijo de un rico comerciante judío y de una cantante de origen corso.
1918-19. A la vez que va a la escuela recibe clases particulares del historiador Siegfried Kracauer, amigo de la familia.
1922-1923. Estudia Filosofía en la Universidad de Frankfurt, donde conoce a Max Horkheimer y a Walter Benjamin.
1924. Concluye su tesis doctoral sobre la fenomenología de Husserl. Se hace amigo del músico Alban Berg.
1925. Se va a vivir a Viena, donde estudia composición musical con Berg, quien, además, le presenta a Arnold Shümberg y Karl Kraus.
1928. De vuelta en Frankfurt, dirige la revista vanguardista Anbruch. Contacta con Horkheimer, Friedrich Pollock,Herbert Marcuse, Walter Benjamin, Habermas, Erich Fromm, Leo Lowenthal y otros miembros del Instituto para la investigación social que se había fundado en 1923 y que servirá de marco a la Escuela de Frankfurt.
1931. Comienza a publicar artículos sobre sociología de la música y filosofía en la "Revista de Investigación Social", dirigida por Horkheimer.
1933. Se publica su trabajo sobre Kierkegaard, al mismo tiempo que los nazis llegan al poder.
1934. Deja Alemania y se instala en Inglaterra, donde será profesor en el Merton College de Oxford.
1937. Se casa con Gretel Karplus.
1938. Se traslada a los Estados Unidos, donde es nombrado director de los servicios de investigación radiofónica de la Universidad de Princeton. Publica, en la "Revista de Investigación Social", uno de sus ensayos más conocidos, "Sobre el carácter fetichista de la música y la regresión del oír".
1941. Se instala, al igual que Horkheimer, en Los ángeles.
1943. Traba amistad con Thomas Mann, a quien asesorará musicalmente durante la redacción de la novela Doktor Faustus.
1944. Cambia su nombre, dejando atrás el apellido judío Wiesengrund. Publica los Fragmentos filosóficos, primer borrador de la Dialéctica de la Ilustración.
1946. Publica "Ciencia social y tendencias sociológicas en el psicoanálisis", en el que critica el neofreudismo de Erich Fromm y Karen Horney.
1947. Publica, en colaboración con Horkheimer, Dialéctica de la Ilustración.
1949. Regresa a Alemania junto a Horkheimer.
1950. Obtiene la cátedra de filosofía y sociología de la Universidad de Frankfurt.
1951. Publica Minima moralia, reunión de aforismos y reflexiones.
1955. Aparece Prismas. La crítica de la cultura y la sociedad. Junto a Horkheimer dirige el Instituto para la Investigación Social.
1963. Pasa a dirigir en solitario el instituto. Termina los tres volúmenes de sus Notas de literatura y edita Tres estudios sobre Hegel.
1966. Publica Dialéctica negativa.
1969. Muere en Brig, Valais, Suiza.
1970. Publicación póstuma de su Teoría estética.