Image: En tierra de nadie

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Letras

En tierra de nadie

Stefan Möller-Doohm

11 septiembre, 2003 02:00

Stefan Möller-Doohm, por Gusi Bejer

Traducción de Raúl Gabás y Roberto Bernet. Herder. Barcelona, 2003. 816 pp, 49’80 e.

Hoy, 11 de septiembre, celebramos el centenario del filósofo aleman Theodor W. Adorno, y el tiempo nos revela de forma cada vez más evidente la magnitud de su pensamiento filosófico. La razón, a juicio de Eugenio Trías, especialista y admirador de su obra, debe buscarse, junto al inmenso talento personal, en la capacidad de su filosofía para sobrevolar al rápido encasillamiento que puede producir el pensamiento anclado en un único centro de interés. Además de esta críctica de Trías sobre la biografía definitiva que acaba de aparecer en España, publicamos un artículo de Marta Tafalla, autora del estudio Adorno, una fenomenología de la memoria (2003).

La filosofía de Adorno se halla por encima de aquellos marcos específicos en los que se le quisiera atrapar, la sociología, la teoría crítica, la estética y la teoría de las artes, o la musicología. De hecho no era la filosofía la única de sus pasiones; la música lo era al menos tanto y tan intensamento como el pensamiento filosófico en sentido estricto. Y la música en sentido activo: como compositor; y desde luego como quien mejor la ha teo-rizado -a través de su obra crítica y filosófica- durante el siglo que acaba de terminar.
Esta excelente biografía intelectual nos muestra la complejidad que tiene que asumir y asimilar un filósofo del siglo XX para alzarse al rango de uno de los más destacados del panorama mundial. Adorno va gestando y preparando una verdadera eclosión creadora que se demora hasta bien entrada su madurez, probablemente hasta la emergencia de los decisivos trabajos, durante el exilio, sobre la nueva música, y su denuncia sin precedentes, junto a su amigo y colaborador Horckheimer, de la barbarie inherente en cierta Ilustración, a través de su celebrado texto compartido Dialéctica de la ilustración.

En realidad el gran estallido de creación filosófica se produce tras su retorno del penoso triple exilio en Londres, en Nueva York y en California, una vez pasada esa terrible y trágica pesadilla, verdadera apocalipsis aquí en la tierra, que fueron los años treinta y principios de los cuarenta, con la hegemonía del nacionalsocialismo en Alemania, la persecución sistemática de los judíos, los ho- rrores del stalinismo en la Unión Soviética, la segunda guerra mundial, el escarmiento de la doble bomba atómica y el comienzo de la guerra fría.

Al volver a su querida ciudad de Frankfurt, donde instala, junto con sus amigos, el célebre Instituto de Investigación Social, que pronto deviene Escuela de Frankfurt, inicia una comunicación fluida con sus lectores a través de algunos de sus libros más célebres, en los cuales revive y recrea (y teoriza) el género del ensayo filosófico, en constante diálogo con la música, con la literatura de vanguardia (Kafka, Becket), y en polémica militante con filoso- fías competidoras (como por ejemplo la filosofía de la existencia de Heidegger, y su "jerga de la autenticidad", por usar las propias palabras de Adorno).

Entre esos libros destaca uno particularmente genial, tanto por su escritura mágica como por su capacidad de análisis crítico en el ámbito de la música: la monografía sobre Gustav Mahler, la mejor de las diversas que escribió sobre músicos. Ese libro fue el principal responsable de que poco a poco se modificase el verdicto que del más injusto modo se había decretado sobre uno de los mejores músicos de nuestra tradición occidental; contribuyó a la rehabilitación de Gustav Mahler.

Pero junto a esta obra maestra hay que destacar también el excelente libro sobre Alban Berg, su maestro musical, al que tanto apreció en vida (y cuya temprana muerte deploró de forma amarga y sentida). Como así mismo sus textos, llenos de ambigöedad y de dobles pensamientos, relativos al fundador de la nueva música, Arnold Schünberg. Y es que el creador del dodecafonismo y de la teoría de la armonía no era un personaje de carácter apacible, y desde el primer momento tuvo pésimas vibraciones personales con ese (en su opinión) infatuado y vanidoso filósofo que pontificaba musicalmente en una jerga imposible de comprender. Cierto que el músico tampoco estaba libre de infatuación (o en palabras del propio Adorno de paranoia y de delirios persecu- torios). Pese a lo cual éste lo defendió siempre como el jefe de fila de la música "progresista". Quizás fue este adjetivo, y el código y la distinción que presupone, el peor de los errores estéticos de Adorno; y el más dañino, pues todavía hoy se percibe su huella; el error de confundir los criterios de calidad con supuestas teleologías históricas que permiten discriminar y distinguir, con verdadero énfasis intransigente, entre lo "progresista" y lo "reaccionario".

Los juicios de Adorno sobre Stravinsky, Hindemith, Sibelius o Richard Strauss, o su expeditivo modo de despachar una obra magnífica como la ópera de Bela Bartok El castillo del Duque Barba Azul, eso es lo peor de Adorno, del Adorno demasiado pagado de sí mismo, de sus ideas, de sus dogmas; y sin el menor atisvo de sentido del humor; el que dogmatizaba sobre los "finales positivos y afirmativos" de algunas sinfonías de Mahler; o el que erraba lamentablemente en su apreciación del jazz (para él pura música de consumo, trivial, acanallada); que además, por lo que puede leerse en esta biografía, conocía de forma muy superficial. Pero esos graves resbalones son propios de todo gran coloso del pensamiento filosófico. Y Adorno lo fue, como lo demuestra esta excelente biografía que se publica ahora con ocasión del centenario de su nacimiento. En la cual el lector descubrirá muchos secretos del sumario de esta vida atormentada por exilios interiores y exteriores, con episodios dramáticos, como su correspondencia con el querido amigo Walter Benjamin (y con el conocimiento terrible de su muerte trágica). Esta biografía matiza y equilibra algunos juicios y sospechas emitidos en torno a la relación entre estos personajes tan relevantes.

Es bueno que se vaya imponiendo el género de Vidas Filosóficas, que durante la Modernidad padeció un incomprensi- ble eclipse; como si las vidas de los filósofos no fuesen motivo de curiosidad igual que la de poetas, artistas o músicos. Esta biografía contribuye a que el personaje Adorno se nos humanice, perdiendo cierta antipática arrogancia que muchas veces desprende el gesto de su figura intelectual.

Protagonistas y secundarios
Amigo personal y colaborador de Horkheimer, de su pensamiento Adorno escribió que "llega más allá de la obra objetiva. Nunca se apeó de la esperanza de que las cosas fueran bien, y ha trabajado responsablemente para ello". También Adorno se apropió de esta máxima.

Adorno fue consejero musical de Thomas Mann para Doktor Faustus. Mann recuerda: "Pasamos una velada en casa de Adorno. Yo leí tres páginas acerca del piano que había incluido en mi capítulo preocupantemente hipertrófico, y nuestro anfitrión nos comunicó algunas cosas de sus estudios y aforismos sobre Beethoven".

Adorno asistió a las lecciones públicas de Karl Kraus, aunque le parecía estar ante un comediante "medio sacerdotal y medio payaso". Décadas más tarde lo describió como "un psicólogo antipsicológico".

El compositor Alban Berg, con quien mantuvo una amplia correspondencia, fue una influencia esencial en su vida, al punto de escribirle: "Deberá usted saber que no hay una sola persona con la que me sienta más profunda, decidida y agradecidamente unido que con usted".

Jesús Aguirre, que en 1972 tradujo Filosofía y superstición para Alianza, fue el principal responsable de difundir el pensamiento de Adorno en nuestro país.

Hizo cuanto pudo para ayudar a Walter Benjamin, que, a mediados de los años 30, se hallaba en una situación económica dramática. Benjamin era la persona más cercana intelectualmente a Adorno, que intercedió ante el director del Instituto de Investigación Social para socorrer a su amigo.


Adorno en castellano
Prismas (Ariel, 1962)
Notas de literatura (Ariel, 1962)
Justificación de la filosofía (Taurus, 1964)
Tres estudios sobre Hegel (Taurus, 1969)
Crítica cultural y sociedad (Ariel 1969)
Reacción y progreso (Tusquets, 1970)
La ideología como lenguaje (Taurus, 1971)
Disputa del positivismo en la sociología alemana (Grijalbo, 1972)
Filosofía y superstición (Alianza, 1972)
Dialéctica negativa (Taurus, 1975)
Terminología filosófica (Taurus, 1976)
Intervenciones (Monte ávila, 1979)
Teoría estética (Taurus, 1980)
Bajo el signo de los astros (Laia, 1984)
Impromptus (Laia, 1985)
Bajo el signo de los astros (Laia, 1986)
Correspondencia con Walter Benjamin (Trotta, 1998)
Alban Berg (Alianza, 1990)
Actualidad de la filosofía (Paidós, 1992)
Dialéctica de la ilustración (Trotta, 1994)
Sobre Walter Benjamín (Cátedra, 1995)
Introducción a la sociología (Gedisa, 1996)
Educación para la emancipación (Morata, 1998)
Mínima moralia (Taurus, 1998)
Epistemología y ciencias sociales (Cátedra, 2001)
Mahler (Península, 2002)
Sobre la música (Paidós, 2002)
Dialéctica de la Ilustración [con Horkheimer] (Trotta, 1994)

Sobre Adorno
Función de lo estético en la filosofía de Adorno, de Vicente Gómez Ibáñez (Univ. Valencia, 1991)
Theodor W. Adorno (1903-1969), de Ramón Emilio Mandado (Ediciones del Orto, 1994)
El pensamiento estético de Adorno, de Vicente Gómez (Cátedra, 1998)
Espacios de negación: el legado crítico de Adorno y Horkheimer, de P. López álvarez (B. N., 2000)
Theodor W. Adorno, de Blanca Muñoz (Fundamentos, 2002)
Theodor W. Adorno: una fenomenología de la memoria, de Marta Tafalla (Herder, 2003)