Image: La guerra sin fin. El terrorismo en el siglo XXI

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Letras

La guerra sin fin. El terrorismo en el siglo XXI

Walter Laqueur

18 diciembre, 2003 01:00

El atentado contra la discoteca Sari Club de Bali fue el mayor desde el 11-S

Traducción de Ferrán Esteve. Destino. Barcelona, 2003. 384 páginas, 20 euros

Los ataques terroristas que provocaron las masacres de las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono en septiembre de 2001 han traído al primer plano del interés este caracterizado tipo de violencia. Walter Laqueur, un consumado especialista en la materia, proporciona la perspectiva histórica del fenómeno en este libro esencial.

Lequeur ofrece asimismo el marco de referencias geográficas, el estudio de la etiología y, lo más interesante, a partir de su dilatada experiencia en este campo de análisis, anticipa las posibilidades que podrá deparar el futuro en tan compleja cuestión. El enfoque del trabajo va encaminado a proporcionar una perspectiva sobre lo que puede ocurrir en el siglo XXI, es decir, a ir desentrañando los componentes que se dan en el terrorismo contemporáneo, y, en ese sentido, el título que se ha dado a la traducción al español no puede ser más acertado. Laqueur (Breslau, Polonia, 1921) es profesor de la Universidad de Georgetown y director del Consejo de Investigaciones Internacionales del Centro de Estudios Estratégicos con sede en Washington. Fue uno de los pioneros en los estudios del fenómeno terrorista que se iniciaron a finales de los años 70.

Aborda las raíces del terrorismo, desechando las interpretaciones de carácter restrictivo, como la pobreza, a la que asigna un peso relativo y sólo en situaciones de estancamiento económico y abundancia de jóvenes y universitarios carentes de trabajo. Más importante que la miseria tiene la existencia de tensiones nacionales o étnicas. También matiza el rango de la opresión, pues donde más se acentuó, como la antigua URSS, no hubo contestación violenta.

Todas son condiciones objetivas pero no suficientes. Quizá la que más enfatiza como ingrediente central es el fanatismo, religioso o nacionalista, factor que se refleja en la brutalización y deshumanización creciente de los actos terroristas, cuando se sentencia que el enemigo ya no es una persona concreta sino un grupo. No obstante, aunque considere que el fanatismo sea ahora la cara más visible del terrorismo, no excluye otros disfraces en el futuro. Porque, adelantando una de las conclusiones de Laqueur, el terrorismo siempre acompañará al hombre mientras viva: hay una veta de paranoia, rabia, fanatismo y extremismo político o religioso de la que salen quienes lo fomentan y ejecutan. La visión de conjunto, para alguien tan bien informado y con el bagaje que acumula, es, pues, negativa. De la comparación entre el terrorismo del pasado y el nuevo terrorismo, cuyo anticipo hemos podido ver en directo el 11-S, se extraen diferencias abismales. El antiguo terrorismo perseguía unos objetivos propagandísticos y sus líderes nunca traspasaron ciertos límites, comparativamente hablando. El nuevo terrorismo, cuyo nacimiento sitúa el autor a mediados de los 90, tiene en muchos grupos, sobre todo fanáticos islámicos, acerca de los que indaga con más amplitud por motivos obvios, un carácter absolutamente destructivo e indiscriminado, que puede causar millones de muertos y daños materiales colosales.

Sin embargo, el problema reside tanto en los agentes que desean causar esos daños como en los medios y oportunidades. En la actualidad, la posibilidad de que un grupo acceda a armas de destrucción masiva es casi ilimitada y, en el capítulo de los instrumentos, el material bacteriológico o químico tiene mayores posibilidades de superar la devastación del nuclear. Para Laqueur es sólo cuestión de tiempo que algún grupúsculo o individuo, tras la superación de las dificultades técnicas y algún fracaso, acabe empleando estos medios.

Los más proclives al empleo de estos elementos destructivos desde los años 90 son los terroristas islámicos. La creencia en la yihad, la guerra santa, en su compensación extraterrenal, en el convencimiento de que el suicida no experimentará sufrimiento y, por último, en la idea de que todas las almas de los puros (musulmanes) que mueran en el atentado también se verán recompensadas, legitima y allana la perpetración de los atentados.

El autor no incurre en ningún tipo de islamofobia, como prueban sus críticas a la política de Israel, que ha convertido, en su opinión, lo que podía haber sido un conflicto regional en otro de mayor alcance, en este caso de tipo religioso, por el trato de la cuestión de Jerusalén y de los palestinos. Además, considerando la naturaleza cambiante en el tiempo y en el espacio del terrorismo, donde la sorpresa es sumamente factible, no olvida otros sectores ideológicos y nacionales que pueden ser caldo de cultivo para que unos pocos sujetos alcancen la determinación destructiva. Cita a la extrema derecha norteamericana y a la de varios países europeos, a la extrema izquierda europea, anotando la confluencia de ambos polos en sus posiciones antiimperialistas y en la admiración por los actos del 11-S, junto a las agrupaciones más violentas del movimiento antiglobalización, cuando ya no se resignen a la mera movilización y agitación propagandística.

También destaca el potencial destructivo al que pueden acceder los grupos que practican la narcoguerrilla debido a la ingente cantidad de ingresos, como el caso de las FARC, el PKK kurdo, Abu Sayaf de Filipinas, el Ejército de Liberación de Kosovo, el Movimiento Islámico de Uzbekistán... Laqueur dedica espacio a describir la situación de las áreas del mundo en las que pueden desarrollarse las condiciones para que se desate un tipo de violencia terrorista de consecuencias previsibles. Las más importantes están en Asia, en su zona central, en el Cáucaso y, en especial, en la frontera indo-paquistaní por la disputa en torno a Cachemira, precisamente cuando los dos Estados están nuclearizados y ambos son gobernados por partidos o sectores con creencias fundamentalistas, a lo que se añade la espoleta de los actos del terrorismo islámico y las luchas interétnicas en la India.

El libro de Walter Laqueur constituye un excelente trabajo sobre el fenómeno terrorista. El conocimiento del tema, la capacidad expositiva, la amplitud histórica y geográfica en la que incardina la explicación, la inteligencia para la fundamentación de sus tesis y el planteamiento prospectivo convierten la obra en instrumento imprescindible para el conocimiento de dicho fenómeno, sobre todo por lo que nos pueda tocar si nos atenemos a sus estremecedores vaticinios: "Si el terrorismo del siglo XIX fue la era de la ‘propaganda’, el XXI podría ser la era del terrorismo catastrofista".


Más de 30 años de terror
El nuevo tipo de terrorismo, a juicio de Laqueur, se caracteriza por su brutalidad y el carácter indiscriminado y masivo. El fanatismo se ha convertido en el más sangriento de los móviles. Cualquiera de nostros puede ser víctima. He aquí algunos atentados que conmovieron al mundo en los útimos años:
18 de julio de 1994. Un atentado contra la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina de Buenos Aires causa la muerte de 86 personas
22 de enero de 1995: Mueren 21 personas a consecuencia de un atentado contra una estación de auto-
buses en Netanya, Israel.
20 de marzo de 1995: Por vez primera el objetivo de un atentado es toda una ciudad. En varias líneas del metro de Tokio se producen ataques con sarin, un gas nervioso muy tóxico que causan 12 muertos y 5.000 heridos. El atentado se atribuye a la secta Aum.
19 de julio de 1995: Un coche bomba destruye por completo un edificio de oficinas de nueve plantas en Oklahoma City, causando 167 muertos. Los presuntos autores resultan ser tres miembros de los Patriotas de Arizona, una milicia de extrema derecha.
11 de febrero de 1996. Un coche bomba en Argel causa18 muertos.
18 de abril de 1996. 18 muertos en un ataque de islamistas contra un hotel de El Cairo.
1 de septiembre de 1996. Las FARC atacan una base militar en Colombia: mueren 50 militares y otros 60 son secuestrados.
28 de agosto de 1997. Más de 300 personas son asesinadas y un centenar más resultan heridas en Sidi Rais (Argelia) por integristas islámicos. Ese año más de 2000 civiles son ejecutados por los integristas.
17 de noviembre de 1997: 58 extranjeros y 4 egipcios son asesinados por extremistas islámicos ante unl templo en Luxor.
7 de agosto de 1998: Las embajadas estadounidenses en Tanzania y Kenia sufren atentados que causan más de 200 muertos y 4.000 heridos. Ben Laden es el responsable de las masacres.
11 de septiembre de 2001. Dos aviones suicidas destruyen las Torres Gemelas de Nueva York matando a miles de personas. Otra nave impacta contra el Pentágono en Washignton, y una tercera también es secuestrada aunque no alcanza sus objetivos. La pesadilla se televisó a todo el mundo.
12 de octubre de 2002. Una furgoneta con explosivos estalla en el exterior de la discoteca Sari de la ciudad balinesa de Kuta. Mueren 202 personas y resultan heridas otras 350 .