Nabokov no se equivocaba al afirmar que Dostoievski es un narrador caótico, incapaz de organizar un texto con la precisión de Tolstoi, pero no es menos cierto que pocos autores han conseguido generar atmósferas tan intensas, donde la urgencia de resolver dilemas éticos o religiosos sitúa a los personajes en el umbral de su resistencia psicológica, obligándoles a elegir entre el pecado, la culpa o la expiación. La historia de los Karamázov está saturada de elementos folletinescos: parricidio, odio fraticida, amores imposibles, pero el talento de Dostoievski transforma todo este material en un insuperable estudio del alma humana.