Tras sus altisonantes tragedias, Bodas de sangre y Yerma, estrenó Lorca esta delicada comedia a un paso de incurrir en aquello que parodia. Andrés Amorós reedita una obra que algunos lectores pueden sentir como alejada del gusto contemporáneo, haciéndola preceder de un bien informado prólogo. La relación que establece entre Doña Rosita y El jardín de los cerezos, de Chejov, ayuda a entender mejor la comedia granadina. Ambas terminan con la escena vacía y un ruido monótono y triste: el de la puerta que golpea en Doña Rosita; el de los golpes del hacha contra un árbol en Chejov. Una buena edición que nos permite leer de otra manera una pieza teatral que creíamos conocer bien.