La España histórica del Quijote
El hispanista Henry Kamen nos acerca al año de 'El Quijote', a aquel 1605, con sus luces y sus sombras. Y recuerda: no es un libro de historia pero ofrece material importante para concebir un juicio sobre la época
6 enero, 2005 01:00Aunque es habitual afirmar que la riqueza de la sociedad española del Siglo de Oro está retratada en el Quijote, sólo debemos considerar las palabras del propio hidalgo para darnos cuenta de que hay muy poco Siglo de Oro en la novela. En realidad, Don Quijote pensaba que su siglo era “de hierro” y se lamentaba de “estos nuestros detestables siglos”, de la “depravada edad nuestra”, porque era un tópico de aquella época afirmar que la Edad de Oro vendría con el futuro pero era inimaginable en el presente. Por eso, a lo largo de todo el libro Don Quijote sigue luchando contra las fuerzas de un siglo hostil, para poder recuperar la época ideal. Por eso también el libro se sitúa entre los que no dibujan un Siglo de Oro.
Don Quijote de La Mancha nos brinda muchos aspectos de la sociedad de aquella época, ¿pero son el reflejo de una realidad o tan sólo fruto de la imaginación? Es uno de los grandes problemas que surgen cuando abordamos la novela. El propio Quijote es el producto de una sociedad en crisis, y como resultado, sus palabras y acciones, sus confusiones y contradicciones, también forman parte de esa compleja crisis social. Hace ya medio siglo que Pierre Vilar escribió un pequeño ensayo sobre El tiempo del Quijote, en el cual relaciona ciertos temas de la novela con problemas de la sociedad coetánea, como la guerra, la violencia, la pobreza, y el bandolerismo. Vilar interpreta a Don Quijote como un tipo de Charlie Chaplin, una figura cómica pero que hace una crítica seria de los problemas de su época.
Es peligroso leer el Quijote como si fuera un libro de historia, porque los hechos se presentan muy irónicamente. Pero al mismo tiempo ofrece material importante para concebir un juicio sobre los aspectos sociales
Cabe preguntarse si realmente tenía algo que ver el Imperio español de 1605 y sus pugnas con Francia e Inglaterra o el Imperio Turco con el mundo de caballerías de los Amadís de Gaula. Y la respuesta inevitable es que puede que tuviera muchísimo que ver con aquel mundo imaginario, que según algunos es el tema principal de la novela de Cervantes. El mismo Quijote proclama que su empeño es restaurar la caballería andante, es decir, volver atrás buscando los ideales que la nueva manera de hacer la guerra había destruido totalmente. Se trata no sólo de guerras más sangrientas, sino también de guerras más vulgares, un resultado de los cambios importantes en la estructura social.
Pero no perdamos el hilo: “Has de saber”, dice Don Quijote a Sancho, “que yo nací en esta nuestra edad de hierro para resucitar en ella la de Oro, o la Dorada como suele llamarse”. Casi todos los fenómenos sociales del libro son la consecuencia de una sociedad corrupta que Quijote cree sentirse llamado a reformar. “Agora ya triunfa la pereza de la diligencia, la ociosidad del trabajo, el vicio de la virtud, la arrogancia de la valentía y la teórica de la práctica de las armas, que sólo vivieron y resplandecieron en las edades de oro y en los andantes caballeros”. Esa es por tanto la razón de ser de Don Quijote: el caballero andante cuyo deber es enmendar el mal que hay en el mundo. Insisto: la España que Don Quijote ve no es de Oro, sino más bien todo lo contrario.
El problema estriba en que es difícil para nosotros aceptar como fidedigna la imagen de una sociedad corrupta que Don Quijote con su visión perturbada desea ofrecernos. Casi todo en la novela se plantea en una manera que nos permite aceptar lo contrario de lo que Don Quijote está diciendo, porque es una novela irónica, y muchos de los acontecimientos se ven a través de los ojos de Don Quijote, quien no es exactamente un testimonio equilibrado. Este doble plano en que se desarrolla la novela, en una contradicción permanente entre la ilusión y la realidad, obliga a ser cauteloso si se concibe el libro como una imagen fiable de la sociedad de aquel tiempo. En muchos sentidos, el relato es más una sátira que una imagen real, y si eso se acepta fielmente es muy difícil decir que el Quijote describe la sociedad española. Antes bien, ofrece una perspectiva de una sociedad en que las cosas no parecen ser lo que son. Los mejores ejemplos son los más ilustrativos: las ovejas no son ovejas sino bandidos, los molinos de viento, no son molinos sino gigantes. Don Quijote advierte a Sancho de que “todas estas cosas y esos tales sucesos van fuera del orden natural”. Los acontecimientos que parecen ser normales no lo son, y hay que interpretarlos de dos formas diferentes, cada una de las cuales puede ser verdadera pero también falsa. El mundo de Don Quijote es un mundo encantado y él mismo duda de su existencia, aunque no siempre.
Visto desde fuera de la novela, se podría interpretar que en el mundo de Don Quijote todo está en fluctuación, siempre cambiando, pocas veces mejorando. Este aspecto metafísico no es sólo uno de los principales atractivos del libro, sino que además lo ha convertido en un punto de referencia de la literatura mundial. Para algunos historiadores, el cambio y la decadencia son aspectos de la España de ese período, prueba de una decadencia de la sociedad española, de la moralidad y religión. En esta interpretación, Don Quijote se convierte en el símbolo del intento de mantener los valores tradicionales en un mundo que se está desmoronando. Esta interpretación de la novela se pone de manifiesto en períodos de crisis nacional, especialmente después de 1898, cuando España se sintió humillada por los Estados Unidos. El tono lo dio Unamuno con su libro La vida de Don Quijote y Sancho (1905), en el cual el Quijote se convierte en el instrumento esencial de cada comentador de la situación social y espiritual de España.
La verdad es que el libro es una novela, no una obra de historia, y es la reflexión del intelecto rico e imaginativo de Cervantes, que reflejó en él algunas de sus tragedias personales, aunque hace una sola referencia concreta a Lepanto en toda la novela, pero habla claramente de las terribles experiencias de la guerra en el mar, y hay páginas enteras dedicadas a su cautiverio en Argel, con detalles de primera mano. Pero sería muy peligroso leer el Quijote como si fuera un libro de historia, porque los hechos históricos están presentados a veces muy irónicamente. Pero al mismo tiempo la novela ofrece material importante para concebir un juicio sobre los aspectos sociales. Se acerca al pasado, pero de un modo que no es ni verdadero ni falso, son las ideas de un caballero andante que tenía una obsesión: luchar contra el mundo y transformarlo.