Image: La verdad de las mentiras

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Letras

La verdad de las mentiras

El nacionalismo cultural catalán, hoy

9 junio, 2005 02:00

Caterina Mieras, Arcadi Espada, Oriol Castanys y Sergio Gaspar

Hace dos días se presentó en Barcelona un Manifiesto “Por un nuevo partido político en Cataluña” respaldado por una veintena de intelectuales que denuncia cómo el nacionalismo de izquierdas está empobreciendo la vida cultural de Cataluña. Como tampoco se ha apagado la polémica sobre la “priorización” de los autores que escriben en catalán en la feria de Frankfurt de 2007, en la que Cataluña será protagonista, El Cultural ha invitado a uno de los firmantes del Manifiesto, el economista y sociólogo Félix Ovejero, y a un reconocido narrador nacionalista, Miquel de Palol, para que defiendan sus puntos de vista en torno a la política sobre el catalán, sus verdades y mentiras. Como información previa, publicamos un breve informe sobre el número de lectores que frecuentan el catalán, las cifras de la edición en catalán, si crece o disminuye, y en qué se está traduciendo, al fin, la gestión del gobierno tripartito en lo que al libro catalán se refiere.

Hagamos memoria: tras las elecciones del 16 de noviembre de 2003, Pasqual Maragall nombró consejera de Cultura de la Generalitat a una persona de su entera confianza, la doctora Caterina Mieras, una dermatóloga mallorquina que había sido responsable de Cultura en el Ayuntamiento de Badalona desde 1999 hasta 2003, y miembro del Parlamento catalán. Desde el primer momento, Mieras marcó sus prioridades: se trataba, declaró, de preservar la memoria, consolidar las empresas culturales e impulsar la creatividad, “sin olvidar la cooperación con los ayuntamientos, la proyección exterior de la cultura catalana y la cohesión social interna, como las conexiones con programas educativos y la integración de la población inmigrante”. Y para llevarlo a cabo, Mieras ha contado para 2005 con un presupuesto cercano a los 240 millones de euros, superior en un 23 por ciento, es decir, en 45 millones, al de 2004. Si el último año de Pujol Cultura dispuso de 173 millones, el tripartito pretende que en 2007 sean 346 millones de euros, el 2 por ciento del presupuesto global de la Generalitat, con un aumento del 20 por ciento en los próximos dos años. Cambios en el sistema de ayudas En la actualidad, las partidas se agrupan no por direcciones generales sino por programas, y la más cara es la destinada a gastos de personal, con 54’7 millones de euros. Al fomento del libro en catalán, en este 2005 se destinarán 3’2 millones de euros, superando en casi el 60 por ciento al del gobierno convergente. No se trata sólo de dar más dinero, dicen los tripartitos, sino de racionalizar el esfuerzo, así que el mayor cambio se ha producido en el sistema de ayudas al sector editorial en catalán. El gobierno de Convergencia daba dinero a cambio de ejemplares de cada título subvencionado, ejemplares que no se controlaban demasiado, al punto de que, según la actual directora de Cooperación Cultural, Assumpta Bailac, en almacenes convertidos en auténticos cementerios literarios se han encontrado 208.000 ejemplares de los que 20.000 se han considerado anticuados, y otros 25.000 han pasado al fondo de bibliotecas catalanas. Ahora, en cambio, hay una subvención automática para todos los libros en catalán que lleguen a librería con una tirada entre 1.000 y 3.500 ejemplares. Como ya no se dan libros a cambio de la subvención, las bibliotecas catalanas cuentan con una partida para comprar éxitos comerciales, títulos de referencia y géneros minoritarios. En catalán, por supuesto. ¿Y se nota? Parece que no, al menos editores como Oriol Castanys, de RBA, o Sergio Gaspar, de DVD, no ven cambio alguno. Castanys niega la mayor y Gaspar es el más explícito: “En esencia, la situación ni ha mejorado ni ha empeorado. Algunos dirán que no mejorar ya es una forma de empeorar. Yo prefiero decir que vivimos un momento de lento y difícil tránsito, porque veo que, entre algunos de los nuevos responsables de la política cultural en Cataluña, lo mismo que entre editores y escritores en ambas lenguas, se encuentran personas con ganas de disminuir la incomunicación, la indiferencia, el alejamiento, incluso en ocasiones la desconfianza y la hostilidad que definen el ambiente actual. También existen intereses -sobre todo, políticos- por mantener esta situación, incluso por acrecentarla”. Por el momento, los lectores parecen poco sensibles al esfuerzo nacionalista. Tanto que el azote del tripartito en temas culturales, la diputa- da convergente Carme-Laura Gil, la misma que exigió que a Frankfurt no fuesen escritores catalanes en castellano “ para que no fuese Guadalajara II”, ha denunciado en el Parlamento catalán que “el 53% los niños hablan castellano en su casa. La lengua catalana peligra y la Conselleria promueve un proceso de españolización al querer adecuar Cataluña dentro de una pluralidad globalizadora”. El propio Gremio de Editores en catalán reconoce que en 2003 se publicaron 300 títulos menos que en 2002, y que en 2004 ocurrió algo similar. En cambio, los precios de los libros en catalán se encarecieron con respecto a los publicados en castellano. También según datos de la propia Generalitat, el porcentaje de quienes sólo leen en catalán lleva veinte años bajando de manera lenta y persistente, y pasa del 4’7 de 2001 al 4’4 por ciento en 2004. En cuanto a los que a veces leen en catalán, del 25’1 por ciento de 2001 se pasó a un 18’8 en 2004. En cambio, aumenta la facturación, que pasa de los 213’74 millones de 1999 a 268’37 de 2003 (últimos datos contrastados), aumentan los números producidos (7.362 en 1999 frente a 8.386 de 2003) y los títulos vivos en catálogo, pero no el número de ejemplares ni la tirada, que ha disminuido en esos cinco años un 22 por ciento. Para Oriol Castanys, la clave del aumento de lectores en catalán “nada tiene que ver con las subvenciones sino con la enseñanza y el uso del idioma. Dudo que nadie haya conseguido nunca ni en ningún lugar hacer lectores a base de subvenciones”. Jaume Vallcorba, editor de Acantilado y Quaderns Crema, también lamenta a menudo que las subvenciones a la edición catalana no hayan llevado a ningún sitio, pues “sirvieron para promocionar una industria para un público inexistente”. A su juicio, el grueso de las ayudas resultan “estériles”, sin una buena política de promoción de la lectura. Y Arcadi Espada, uno de los firmantes del Manifiesto, va más allá: “Se han equivocado gravemente: son a los lectores a quienes hay que subvencionar”. Más ignorados que perseguidos Mientras llega esa subvención ideal, pues, el gobierno catalán intenta promocionar esta lengua dentro de los que denomina Paisos Catalanes, y fuera, por ejemplo, en la polémica Feria de Frankfurt de 2007, para la que cuenta con una partida de 230.000 euros para traducciones que en principio irán destinados sólo a editoriales en catalán. Oriol Castanys tercia en una “polémica inútil y además muy aburrida”de manera contundente: “Odio las discriminaciones y las positivas me parecen, además, un cinismo”. Porque no se trata, pues, de que los escritores catalanes que escriben en castellano sean tanto perseguidos como ignorados. En palabras de Arcadi Espada, “en Cataluña quien escribe en castellano tiene asegurada su desaparición del espacio institucional catalán, que llega hasta la Universidad pasando por la escuela. Esta desaparición tiene nula importancia si uno se llama Espada. Pero si uno se llama Cervantes, Cadalso, Jovellanos, Galdós, Valle, Baroja, Camba, Lorca, Benet o Ferlosio las consecuencias afectan a la salud pública.” Por eso, dice, el manifiesto ha despertado una especie de “¡por fin!, colectivo, y, curiosamente, protagonizado por muchos jóvenes. Los que peor lo llevan son unos tipos muy raros que cada vez que hablamos empiezan a gritar en francés o quizá sea en sioux, porque la verdad es que sólo les entiendo ¡...oux ...oux!, y la espuma que sacan por la boca”.