Image: El renacimiento del paganismo

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Letras

El renacimiento del paganismo

Aby Warburg

16 junio, 2005 02:00

El nacimiento de Venus, de Botticelli

Traducción de Felipe Pereda y Elena Sánchez Vigil. Alianza. Madrid, 2005. 624 páginas, 22 euros

Hace ya años que buscaba en una biblioteca de Milán -en los sonetos de Lorenzo el Magnífico y en la Giostra de Poliziano-, las huellas que había dejado un personaje femenino del Renacimiento italiano (Simonetta Vespucci) en algunos cuadros de Botticelli.

Ahora, más de treinta años después, encuentro claramente desvelados todos aquellos misterios artísticos, literarios y amorosos gracias a las clarificadoras páginas que Warburg dedica a El nacimiento de Venus y a La Primavera, los cuadros del pintor florentino. éste es sólo un tema, entre los más reveladores, que nos encontramos en este libro. Estamos, de entrada, ante una obra que exigía muchas clarificaciones previas en torno a su autor y a la aventura de su pasión por al arte italiano del Renacimiento, de la que él hizo gala durante su vida. Para ello, Kurt W. Foster nos va desvelando en un ensayo previo las claves vocacionales de Warburg (1866-1929), un atípico historiador del arte que en modo alguno iba a crear escuela, a la manera que lo harían Burckhardt, Wülfflin o Panofsky, sino que la suya sería una tarea de raíces muy personales, por más que luego su labor haya sido reconocida de una manera notable. En Warburg encontramos a un gran amigo del arte italiano y, concretamente, del florentino. él sentirá también un día, como tantos de sus compatriotas, como los viajeros nórdicos, la llamada de Italia, pero para hacer de ese viaje una experiencia plenamente vital, para conformar una vocación.

Natural de Hamburgo, hijo de una familia de banqueros judíos, Warburg comienza por renunciar a su primogenitura y a los negocios de su familia para volcarse en el estudio y en la adquisición de libros. Su primer viaje a Florencia, la lectura de La cultura del Renacimiento en Italia de Burckhardt, y la fijación de su residencia en la ciudad toscana, serían hitos que marcarían profundamente su juventud. Hay en él una temprana tendencia a rehuir la hueca erudición al interesarse por los aspectos más vitales y psicológicos del arte, a los que no fueron ajenas otras preocupaciones suyas, como su interés por el estudio de las religiones, sus lecturas de Darwin y de Freud o su obsesiva visita a algunos pueblos primitivos americanos; hechos que le dieron a su aventura investigadora un sentido de sabia universalidad.

La creación de una gran biblioteca en Hamburgo -que a partir del año 1933 sería trasladada a Londres para formar parte de la universidad de esta ciudad-, o el germen de lo que sería un Instituto de Ciencia de la Cultura, serían sus frutos de sentido más social. Sin embargo, lo más sustancial de su vida está en los numerosos textos que escribió, muchos de ellos de carácter muy fragmentario y de los que el volumen que ahora reseñamos es la prueba más madura. Estamos ante la primera obra de Warburg que se publica en español, ante la primera parte de lo que se consideran sus Obras Completas. Sólo dos años antes de su muerte, en un discurso que pronunciaría en Florencia, Warburg fijó las que habían sido algunas de las claves de su pasión por el arte; una pasión que para él tenía muy claras raíces europeas, algo que estaba traspasado por un idealismo "abnegado", y que era una tarea sometida "a un poder transpersonal, que no conoce vencedores ni vencidos, sólo servidores eternos". Habló también entonces Warburg de la necesidad de hacer una relectura esencial del arte (¡ricominciamo la lettura!, afirmaba).

Es ésta, sobre todo, la tarea que Warburg emprende a la hora de aproximarse al arte italiano del Renacimiento y al analizarlo con una extremada llaneza, sin la más mínima pedantería erudita. El volumen que comentamos fue el mejor resumen de esos análisis suyos que buscaban la interpretación global, las razones profundas, y siempre a la luz de otras formas de conocimiento, como eran los testimonios literarios de la antigöedad. No otra cosa fue, en el fondo, el bello, verdadero y universalizado Renacimiento italiano: una aproximación y una reinterpretación de los modelos y hallazgos del mundo clásico. Los pintores toscanos (Botticelli, por su sensibilidad, por encima de los demás), familias como los Medici o los Strozzi, poetas y pensadores como Poliziano, Ficino o Pico della Mirandola, confluirían en un mismo espíritu integrador fiel a los ideales de belleza y verdad.

Cada ensayo de Warburg contenido en este libro revive aquel mismo espíritu, participa de lo interdisciplinar, da predominio siempre a la sabiduría sensible. Pintores y orfebres, arquitectos y mercaderes, las relaciones del arte florentino con Durero o con la pintura flamenca, el estudio de la "antigöedad italiana en Alemania", la fusión -tan renacentista- de lo pagano y de lo cristiano, libros y frescos, los retratos de los personajes míticos, legendarios o históricos, o el estudio del firmamento, son temas que va desarrollando a través de los distintos ensayos monográficos. (Es curioso el interés mostrado por Warburg hacia el firmamen- to y el zodiaco pintados en la cúpula de San Lorenzo, que tanto recuerda, en su concepción, al que pintara -casi al tiempo- Fernando Gallego para la bóveda de la biblioteca de la universidad de Salamanca).

Hay un tema que es central en Warburg y que abre el volumen: el de su interpretación de los dos cuadros más emblemáticos de Botticelli, El nacimiento de Venus y La Primavera, cuadros que ya Vasari había contemplado en la villa del duque Cosimo. Este ensayo resulta modélico para ver de qué forma Warburg aborda el análisis del arte. En este caso, partiendo de las fuentes literarias más remotas (el himno homérico a Afrodita, fragmentos de Lucrecio u Horacio, las Metamorfosis de Ovidio), o de otras más cercanas a él (los sonetos de Lorenzo el Magnífico o las reveladoras stanze de Poliziano).

Ambos cuadros, según el estudioso, se complementan entre sí y, a nuestro entender, el nexo de unión -realísimo-, es precisamente el de Simonetta Vespucci, la legendaria florentina muerta de tisis muy tempranamente, a la que Botticelli bien pudo conocer, según cuenta el propio Vasari, y que aparece idealizada como "ninfa" en ambos cuadros. Los retratos de Simonetta de los museos de Berlín y de Frankfurt no hacen, según Warburg, sino refrendar cuanto los versos de El Magnífico y de Poliziano ya nos declaran. (Hermoso también su hallazgo de que la bella ninfa lleva como cinto una rama de rosal. ¿Y tuvo que ver algo Simonetta con aquella Palas de tamaño natural, alzada sobre "sarmientos llameantes", que también Vasari había visto en la villa de Lorenzo?).

Estos son unos pocos de los muchos y sugestivos temas que despierta la lectura de El renacimiento del paganismo, obra de doble lectura, pues va destinada, por igual, al especialista y al lector culto. El equipo de traductores de este libro, que vierten los textos del alemán, el italiano, el latín y el italiano -Elena Sánchez, Felipe Pereda, Virgina Martínez, Gonzalo Zolle, Luis Zolle e Inmaculada Rodríguez--, afinan cuidadosamente los significados últimos, la comprensión y la belleza literaria de los mismos.