Image: La revolución de los lectores

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Letras

La revolución de los lectores

15 septiembre, 2005 02:00

José Antonio Marina, Carlos Ruiz Zafón, Lorenzo Silva y José María Merino

Un fantasma recorre España: es hora de conjurarse para que ese 45 por ciento de españoles que no lee jamás descubra la magia de los libros. Ahora que la temporada literaria ha despegado y se anuncian nuevas campañas a favor de la lectura, El Cultural ha citado sin secreto alguno a cuatro conspiradores que unen conocimiento y pasión, cuatro creadores que saben bien cómo contagiar su entusiasmo lector. José Antonio Marina, que precisamente publica estos días, con María de la Válgoma, La magia de leer (Plaza & Janés); José María Merino, Lorenzo Silva y Carlos Ruiz Zafón se suman a esta conjura, quitan y dan razones, y analizan por qué las campañas políticas, tan bienintencionadas ellas, no suelen funcionar. Y están de acuerdo: la revolución de los lectores no puede esperar más.

Quizá por eso, es mejor arrojar al ruedo la primera pregunta inevitable: como lectores y como escritores ¿qué les parecería una hipotética “conspiración de los lectores” para dar a conocer a los no lectores, jóvenes, niños, “la magia de leer”? -José Antonio Marina: Me parecería estupendo. Las campañas pedagógicas no han valido para nada. El sistema de enseñanza disuade de leer. Una parte importante de los profesores lee poco. Hay que desechar la boba retórica a favor de la lectura y llamar la atención sobre la urgencia social y política de leer. No estamos hablando de un lujo, ni de un mero disfrute estético, sino de un ingrediente indispensable de nuestra convivencia personal y política. Las encuestas nos dicen que cerca de un 40% de las personas de veinte años no entienden el editorial de un periódico. Son, pues, presa fácil de la consigna, el eslogan publicitario. La democracia necesita mayorías ilustradas. Y la lectura es indispensable para conseguirlas. Por eso, la presión a favor de la lectura necesita una movilización social, una conspiración de los lectores. -Carlos Ruiz Zafón: Toda conspiración para animar a los no lectores a disfrutar de los libros me parece bien. Lo difícil será que esa conspiración sea inteligente y seductora, como la buena literatura, la que nos hace enamorarnos de la lectura. -José María Merino: ¿Conspirar para que se lea La montaña mágica? ¿Y para derrocar a Dan Brown y similares? Me apunto. Pero en la actualidad hay un fenómeno que puede más que el “boca a boca”: la propaganda, muchas veces disfrazada de valoración crítica. Además, el libro ya no suele tener otro prestigio que el económico: lo que vende mucho es bueno. -Lorenzo Silva: Yo creo que esa conspiración es precisamente la que permite que exista la literatura, y que siga jugando, al margen incluso de los índices de lectura, un papel muy relevante en la conformación de la realidad. La cuestión es que la conspiración de los lectores lleve al ejercicio libre y enriquecedor de la lectura por parte de todos. En eso no estamos teniendo, ni mucho menos, el éxito que deberíamos. Pizzas, ladrillos y foie -Si Alberti escribió “Yo nací con el cine, respetadme”, hoy millones dirían “yo nací con la tele... o con la play station, o internet, respetadnos”: ¿De veras son incompatibles con el libro? -C. Ruiz Zafón: Yo también nací con el cine, y con otros medios, y como yo millones de lectores. No creo que ese sea un obstáculo. Nada es incompatible con los libros, excepto el analfabetismo generalizado, y eso hace un siglo más o menos que se viene solucionando. Pero hay que pelearse por la atención del público. Hay que ofrecerle algo que merezca su tiempo y no caer en la tentación complaciente de pensar que sólo por el hecho de que publiquemos un ladrillo la gente esta obligada a tragarselo y encima ponerse de rodillas para decirnos lo listos que somos. Hay un montón de cosas dando guerra ahí fuera en los cines y en otros medios que son a veces infinitamente más inteligentes, eficaces y apasionantes que buena parte de la oferta del panorama literario. -J. A. Marina: Si la competencia se plantea en el terreno de la diversión, esos medios son imbatibles. El cine, la televisión, internet, las play stations son maravillosamente entretenidos. La importancia de la lectura viene por otro lado. Nos sirve para articular inteligible e inteligentemente el mundo. Los fundamentos de un mundo humanizado son conceptuales, argumentales, expresivos, comunicativos. La gente puede divertirse como quiera, pero tiene que interpretar el mundo lingöísticamente. Una cultura de la imagen instauraría el reinado de la violencia. La imagen es emocionalmente poderosa, pero necesitamos del concepto para alcanzar la libertad. Imposible edad de oro No sólo coinciden en esto: nuestros conspiradores también niegan esa nostalgia letraherida que apunta que antes, en otro tiempo indeterminado, la lectura sí vivió en España una verdadera “edad de oro”. -J. M. Merino: Ojo, no pudo haber una “edad de oro” porque no había medios económicos, y por ello tampoco tejido social propicio a la lectura. Lo verdaderamente catastrófico, sin ironía, es que la prosperidad material no se refleje adecuadamente en el terreno de la educación y de la cultura, de la relación de la gente con los libros. -J. A. Marina: No. Nunca se ha leído en términos absolutos tanto como ahora... Lo que ocurría es que antes una minoría -por ejemplo la universitaria- leía más. Pero el número de analfabetos totales o funcionales era enorme. Es cierto, sin embargo, que durante siglos la lectura fue la única fuente de distracción, de información, de experiencias sentimentales. Si ahora estamos más preocupados es porque vivimos en una sociedad archicompleja, en la que mantener la libertad, el equilibrio y la dignidad son objetivos prioritarios. Y, vuelvo a decir, los ciudadanos de ese mundo serán o ilustra- dos o borregos o carniceros. -Sí, pero ¿por qué hoy los niveles de lectura son tan bajos comparados con el resto de Europa? -L. Silva: Porque realmente a nuestras autoridades no les importa la cultura, sino el crecimiento del PIB (y en el caso de los menos honestos, lo que pueden morder de ese crecimiento). A eso sirven, y lo saben, la fiebre del ladrillo, la fiesta, la telebasura y la idolatría del fútbol (fenómenos intensivamente fomentados con dinero público y, por tanto, en auge permanente). Pero nadie les ha convencido de forma lo bastante perentoria de que la lectura también es una riqueza (moral y económica). -J. M. Merino: Formación en las escuelas y muchas y buenas bibliotecas, no hay otra manera de fomentar la lectura. Lo primero requiere profesorado bien preparado. Y las bibliotecas necesitan medios humanos, libros, todo ello mantenido y apoyado continuamente. Estamos hablando de inversiones. Claro que eso produce muchas menos fotos y noticias televisivas que unas Olimpiadas, por ejemplo. -C. Ruiz Zafón: Tal vez porque partimos de una base histórica y económica muy diferente, de niveles de alfabetización y de educación a finales del XIX e inicios del XX muy diferentes del resto de europa, de un encierro cultural generalizado tras la posguerra que no favoreció la evolución de un mercado cultural normalizado. Pero cada vez más las cifras y las proporciones que vemos en España se parecen más a las de cualquier otro país de nuestro entorno. Para leer y para no leer -Dejando al margen las declaraciones de intenciones más o menos bienintencionadas y previsibles: dénnos tres razones contundentes para leer. -J. A. Marina: 1.- Porque nuestra inteligencia es lingöística. Pensamos y proyectamos con palabras. 2.- Porque nuestra convivencia es lingöística. 3.- Porque a través del lenguaje recibimos la cultura. Una imagen sin palabras es muda. -C. Ruiz Zafón: Todas las infinitas razones que podamos inventar parten de una esencial y bien simple: el placer. Me temo que cualquier argumento para inducir a la lectura que ignore que, antes que nada, leer debe ser una experiencia gratificante está condenado al fracaso. -J. M. Merino: 1.- Porque es un medio de conocimiento radicalmente diferente de los demás. 2.- Porque nuestros sentimientos a lo largo de los siglos no se pueden comprender de otra manera. 3.- Porque nos permite crear espectáculos interiores que no tienen comparación con ningún parque temático. -L. Silva: Porque la vida del lector es más ancha, porque leer es acumular una riqueza que nadie puede robarte y porque la literatura ayuda a despegarse de las urgencias con que nos esclavizan. Y una cuarta: si el autor es bueno, te diviertes. -Y otras tres por las que no leer nos deje en desventaja. -C. Ruiz Zafón: Creo que el privarse de la lectura nos empobrece, nos coarta el conocimiento y nos priva de gozar de muchas de las más grandes creaciones del ser humano. Sería como vivir sin música. Más que una desventaja es una gran pena. -J. M. Merino: Puede valer con una: porque nos hace más ignorantes y con ello menos inmunes a la estupidez, la simplificación y el fundamentalismo de unos y de otros. -J. A. Marina: 1.- Porque necesitamos comprendernos con palabras. ¿Por qué , si no, estamos hablándonos continuamente a nosotros mismos? Gracias a lo que aprendemos con la lectura podemos articular nuestra subjetividad. 2.- Porque dificulta la comunicación con los demás, y favorece los malentendidos, que son la antesala del infierno. 3.- Porque dificulta nuestro acceso a la cultura, y nuestra capacidad de argumentar y atender a argumentos. Y eso es peligrosísimo para la convivencia social. -L. Silva: No leyendo sabemos menos, podemos expresar menos, podemos pensar menos. O sea: somos menos. Regreso a la escuela -¿Qué papel jugaron en sus caso la escuela y el hogar en la iniciación a la lectura? -J. A. Marina: Nací en una familia donde había muchos libros, y en la que se leían muchas novelas. Además, no había otra forma de divertirse, en especial en las tardes de invierno. Por último, estudié en un colegio donde nos animaban a leer y a escribir. Tuve suerte. -J. M. Merino: Tengo buenos recuerdos de la escuela, pero en mi época funcionaba el refrán “novelas, no verlas”. Menos mal que tuve un padre a quien le parecía que lo que guardaban los libros, tanto de ficción como de historia o ciencia, era la principal riqueza del mundo. A mis padres les encantaba que me gustase leer. -L. Silva: El papel de la escuela es el normal e indispensable: me enseñaron a leer y entender lo que leía, con eso basta. Luego seguí mi propio camino. En mi hogar me ayudaron de la mejor manera: había libros, mis padres los leían y me dejaban que cogiera todos, incluso los que no me convenían. Identifiqué pronto lectura y libertad. -¿Cuál deberían desempeñar para hacer de la lectura un hábito, incluso un vicio necesario? -J. M. Merino: El hogar ya no es propicio a la lectura, pero habría que convencer a las familias de que el único ocio no tiene por qué estar en la tele. En cuanto a la escuela, he dicho muchas veces que hay un problema de profesorado lector y bien orientado. El gusto por la lectura tiene que transmitirse por contagio. -J. A. Marina: La primera iniciación ha de ser en la familia. En primer lugar, con el ejemplo. Cuando los niños ven leer a sus padres, se sienten inclinados a hacerlo. En segundo lugar, leyendo a los niños desde muy pequeños. Cuando los niños llegan a la escuela sufren el primer gran tropiezo. Los maestros tienen que favorecer -por todos los medios pedagógicos, lúdicos y mágicos- que el niño asimile los hábitos mecánicos de la lectura. Mientras no lea con facilidad, no podrá atender o disfrutar del contenido de la lectura. No se aficionará a ella. Muchos alumnos de bachillerato tienen dificultades mecánicas para leer. Les cuesta comprender una frase un poco larga, no tienen riqueza léxica. En esas circunstancias, leer es una tortura. Por último, la llegada a la enseñanza secundaria acaba de dar la puntilla a la afición por la lectura. Obligamos a los alumnos a leer libros que para ellos son insoportables. Estoy de acuerdo con Ortega: hay que desterrar al Quijote (y a todos los clásicos) de las escuelas. Animar a la lectura no tiene que ser tarea sólo de los profesores de lengua, sino de todos los profesores, que deben formar parte de la conspiración. -C. Ruiz Zafón: La lectura, como usted bien dice, es antes que nada un hábito. Y los hábitos sólo se adquieren a través del refuerzo positivo, de la gratificación. Leer buenos libros, amenos, interesantes, excitantes, nos anima a querer leer más, a explorar y a descubrir. Por el contrario, lecturas frustrantes, mal escogidas o simplemente mediocres tienden a ahogar el interés por los libros y nos empujan a buscar historias en el cine o en otros derroteros. -¿Y qué es más peligroso para la lectura, la competencia de los medios audiovisuales, el ritmo de vida, la sacralización del libro, la indiferencia por la cultura, su banalización? -C. Ruiz Zafón: El esnobismo, la papanatería y esa mentalidad culturalmente reaccionaria enquistada en la periferia de la industria cultural que pretende apropiarse de ella y decirnos lo que tenemos que hacer, pensar y leer. -J. A. Marina: La pereza. Los medios audiovisuales son fáciles. Por eso nos descansan tanto. La lectura es una actividad intelectual de mayor rango y, por ello, más compleja. -L. Silva: La pesada inercia que resulta de la conjunción de todas ellas. Creo firmemente que leer (y escribir) es oponerse a la inercia. -J. M Merino: Lo más peligroso es que los líderes de opinión, los políticos, los empresarios, los deportistas, quienes tienen imagen pública, no suelen transmitir gusto ni respeto por los libros. La sociedad necesita ejemplos, y en este sentido es muy raro que los encuentre. -¿Por qué ninguna campaña de promoción del libro tiene éxito? -J. M. Merino: Porque la única campaña seria es la que se basa en buenos programas escolares impartidos por profesores bien formados y una red rica y sólida de bibliotecas. Lo demás es tirar el dinero haciendo eso que se llama publicidad institucional, a mayor gloria de los anunciantes. -J. A. Marina: Porque se hacen para convencidos, sin conocer la dificultad del problema. -L. Silva: Porque el que las paga no cree en su importancia real, y el que las hace sabe que sólo se trata de cubrir el expediente. -C. Ruiz Zafón: Quizás porque no se crean lectores con campañas publicitarias ni con premios ni con homenajes ni con medallitas ni con seminarios donde los cinco amiguetes de siempre se dan palmaditas unos a otros, sino con buenos libros, bien escritos, bien editados, bien distribuidos y bien promocionados, en la calle, en las librerías, en el metro, en las manos de lectores de verdad, de gente de verdad.