Letras

El humor gráfico en España

Luis Conde Martin

16 febrero, 2006 01:00

Asociación de la Prensa de Madrid. 2005. 560 páginas, 16’50 euros

Lo mejor del libro de Luis Conde es su exhaustiva documentación. Revistas satíricas, dibujantes, periódicos, humoristas, caricaturistas, teóricos del humor aparecen en sus páginas, a veces un poco caóticas por exceso de información. El libro está abundantemente ilustrado, con lo que resulta además muy divertido de ver.

Muchos comenzamos el día asomándonos al mundo a través de las viñetas del periódico. Los grandes humoristas nos presentan dos cosas: un grafismo peculiar y un peculiar enfoque de la realidad. Mingote escribió una maravillosa "Historia de la gente" y sería muy interesante escribir una historia a partir de la Revolución francesa a través de los dibujantes. Valeriano Bozal llamó con razón al siglo XIX "el siglo de los caricaturistas". Fue un período de banderías, disputas y guerras variadas, que avivaban el ingenio. Conde ha hecho el censo de las revistas satíricas de esa época, que son legión. La censura franquista produjo muy buenos humoristas, porque el ingenio se crece en la dificultad. En la actualidad han disminuído las revistas de humor, pero los humoristas se integran como sección fija en los diarios. Me parece buena medida. La acumulación de ingeniosidades produce cierto hartazgo, como ocurre con los chistosos. En cambio, en el ámbito serio, con frecuencia dramático, de los periódicos, el humor proporciona un contrapunto saludable.

Nuestra historia reciente tiene como cronistas excepcionales a los ingeniosos. Umbral -que es mucho más que un ingenioso-, en literatura. Mingote, Peridis, Forges, Máximo, El Roto, Maitena, Gallego y Rey, y muchos otros que tengo en la memoria pero no me caben en el papel, con sus viñetas. Echo en falta -y se lo sugiero a Blanca Berasategui- ese humor cultural, que comenta la ciencia, el arte, la psicología, en el que son expertos los anglosajones, desde el "Punch" hasta el "New Yorker", pasando por Max Beerbohm, cuyas caricaturas y parodias de Oscar Wilde o Henry James son de una perspicacia crítica sorprendente.

Valery decía que las tres grandes creaciones de la inteligencia son el dibujo,la poesía,y la matemática. Comparto su fascinación por el dibujo. Me parece milagroso lo que se puede hacer con un lápiz y un papel. Admiro a los grandes dibujantes -Durero, Leonardo, Rembrandt, Rubens- pero también a los ingeniosos, el arte de los que juegan con su maestría. Entre estos sitúo a muchos contemporáneos -por ejemplo Picasso- que sirve de puente entre el arte serio y el humor gráfico, la caricatura, el dibujo satírico, la ilustración cómica. Su técnica consiste en una condensación reveladora. Bergson decía que lo cómico funciona como una "boîte a surprise", una de esas cajitas que ocultan un resorte que nos sorprende al abrirla. Una viñeta es un muelle comprimido que se distiende bruscamente en la cabeza del espectador cuando lo ha comprendido. Posee una "intensidad expansiva". Hochberg, un gran psicólogo de la percepción, definía la caricatura como la captación de una esencia perceptiva. En efecto, lo que sorprende en los humoristas es que "dan en el clavo". Si nos comparamos con su eficaz concisión, todos los demás somos farragosos.
El libro aparece cuando el mundo se conmueve por unas caricaturas. Las de Mahoma, por supuesto. El ingenio tiene un poder enorme por su contundencia y accesibilidad. No me extraña que todos los dictadores lo hayan temido. La Gestapo tenía un departamento para vigilar a los humoristas. En su libro, Conde cita la anécdota de un político neoyorquino llamado Tweed, que en 1870 se encrespó contra los chistes gráficos que se hacían contra él:"No me importa lo que se escriba sobre mí -dijo. La mayoría de mis electores no saben leer. ¡Pero esos condenados dibujos!". En este momento, millones de personas están diciendo lo mismo: ¡Esos condenados dibujos!

Josá Antonio MARINA