Image: Los perdedores de la Historia de España

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Letras

Los perdedores de la Historia de España

Fernando García de Cortázar

16 marzo, 2006 01:00

García de Cortázar retrata a los derrotados de ambos bandos de la guerra civil: Los anarquistas de la CNT y los falangistas "que terminaron amortajando su épica en una España clerical y burguesa"

Planeta. Barcelona, 2006. 620 páginas, 22’50 euros

Fernando García de Cortazar es el historiador español con mayor capacidad para divulgar nuestra historia, lo que le ha convertido en un autor de éxito cuyos libros se sitúan siempre en las listas de los más vendidos. Además, y a diferencia de los muchos aficionados que inundan el mercado con libros fáciles y rápidos, que no tienen de historia más que la apariencia, posee una sólida formación, una acreditada carrera académica y un currículum como historiador que aportan una garantía de calidad a cuanto escribe.

En esta ocasión, nos ofrece un libro que tiene, de entrada, el atractivo de su título y ¿por qué negarlo?, el morbo implícito siempre en la peripecia de todo fracaso. García de Cortázar conoce como pocos el conjunto de la historia de España, por encima de las divisiones por edades o periodos que, más que una convención o una precisión académica, son una necesidad impuesta por una especialización cada vez más exigente. Sin duda, escribir sobre los perdedores en la historia de España -y de cualquier país- resulta bastante complejo por la cantidad enorme de gentes que podrían incluirse dentro de tal categoría. Se hace imprescindible una difícil selección, que ha de guardar un cierto equilibrio entre los diferentes periodos históricos y los distintos tipos de fracasos. Algo que realiza bastante bien el autor, quien dedica además el epílogo a los innumerables perdedores no incluidos en el libro, muchos de cuyos nombres quedan explicitados allí.

Los elegidos muestran bastante bien las peculiaridades de la historia de España, trasfondo de todos los relatos. Tal vez por ello, la mayor parte de los personajes pertenecen al ámbito de la política. Incluso la mayoría de los que no entran explícitamente en dicho campo, deben en buena medida su derrota a razones políticas. En casi todos los casos se trata de trayectorias individuales, si bien, otras veces, los protagonistas son miembros escogidos dentro de un grupo que es el verdadero perdedor (mozárabes, judíos, jesuitas expulsados en 1767, carlistas, republicanos exiliados,…). En el fondo, también los protagonistas individuales forman parte de un grupo, vencido como ellos al compás de su fracaso individual.

Entre los que se estudian hay dos personajes de la Antigöedad: el general romano Quinto Sartorio, enfrentado al ejército de Pompeyo con el apoyo de gentes de la Península Ibérica y asesinado por sus lugartenientes el año 72 antes de Cristo; y el obispo de ávila Prisciliano, condenado como hereje y ejecutado en Tréveris a finales del siglo IV. De la España visigoda, el príncipe Hermenegildo, mártir de la fe cuando concluía el siglo VI, frente al arrianismo dominante en la corte de su padre, el rey Leovigildo. La Edad Media está representada por tragedias colectivas como la de los mozárabes, cristianos en tierras del islam durante siglos y gentes extrañas por su arabización en los reinos cristianos ganados por la reconquista; o los judíos, perseguidos hasta su expulsión en 1492, y estudiados a través de varias figuras que vivieron entre los siglos XI y XV. Pero hay lugar también para el protagonismo individual de personajes como Abd Allah, último monarca del reino taifa de Granada y cronista de la desaparición de su mundo ante la llegada de los almorávides en los últimos años del siglo XI, o el valido de Juan II y condestable de Castilla, don álvaro de Luna, que subiría al patíbulo en 1453.

La época de los Austrias está presente por medio de los musulmanes granadinos del siglo XVI -moriscos tras su obligada conversión en 1502-, estudiados a través de la trayectoria de Francisco Núñez Muley; los protagonistas de la rebelión foral aragonesa contra Felipe II, y especialmente el joven y novato justicia Juan de Lanuza, quien pagaría con su vida su ingenuo enfrentamiento con el monarca; el jesuita Juan Alfonso de Polanco, secretario de los tres primeros generales de la Compañía y personaje decisivo en la organización de la misma, que vería truncada su carrera por su origen converso; o el conde de Oropesa, dos veces alejado del poder por las luchas cortesanas del reinado de Carlos II.

Los capítulos correspondientes al siglo XVIII se dedican a Gregorio Mayans y Pablo de Olavide, dos ilustrados con trayectorias muy distintas, víctimas ambos de la oposición del conservadurismo a las nuevas ideas; la última etapa vital de Jovellanos, en plena crisis de la guerra de la Independencia; la vida fuera de España de los jesuitas expulsados por Carlos III -que describe con detalle gracias a las cartas y escritos de varios de ellos-; el destierro y posterior alejamiento de la corte del pintor Luis Paret Alcázar; o la suerte final del marino Malaspina, cuya brillante trayectoria no impidió su prisión y su destierro, por oponerse al favorito Godoy.

Lógicamente, es la época Contemporánea la más densa. En el siglo XIX: José Bonaparte, el rey odiado por el pueblo, y el pequeño grupo de afrancesados que creyeron en la posibilidad de sus reformas; el escritor sevillano José Blanco White, antiguo magistral, exiliado en Inglaterra y decidido a no volver, desencantado ante el catolicismo acérrimo que animaba la lucha contra Napoleón; los carlistas, eternos perdedores de una causa anclada en el pasado; y un empresario triunfante como Manuel Agustín de Heredia, aunque limitado por las dificultades que hubo de afrontar, y en especial las derivadas de la política librecambista. Ya en el siglo XX, se estudian personajes como el anarquista barcelonés Juan Peiró, dirigente cenetista y ministro de la República que, tras ser capturado por los nazis en Francia, sería fusilado por Franco en el año 1942; el fundador de las JONS, Ramiro Ledesma, enfrentado a José Antonio Primo de Rivera y alejado de la Falange ya antes de la guerra, que le pilló en Madrid, donde sería fusilado; el falangista Jiménez Caballero, quien tras huir de Madrid a finales de 1936, se pasó incondicionalmente al servicio de Franco; los republicanos exiliados en Rusia (gentes como Juan Bote, Vicente Monclús o Juan Belloví), "que después de haber luchado contra Franco, se vieron atrapados en la pesadilla soviética"; y por último, figuras como Jiménez Fernández y Luis Lucia, exponentes durante la República de un social catolicismo fracasado, bien fuera la CEDA del primero, o la Derecha Regional Valenciana de Lucia, el cual, tras condenar el levantamiento militar, fue prisionero de la República, y posteriormente, tras el triunfo del bando con el que había acabado identificándose, no encontró perdón y murió confinado en Mallorca. El epílogo final alude a numerosos españoles de todas las épocas, concluyendo con José Luis López de Lacalle, asesinado por ETA.

Todo el libro trasluce un notable pesimismo, no solo sobre la fugacidad de la vida, al estilo de Jorge Manrique, sino también sobre España. Desde un punto de vista formal, Fernando García de Cortázar, sin traicionar los datos históricos, se deja llevar por la recreación literaria de personajes y situaciones, lo que contribuye al atractivo del libro y facilita su lectura.