Letras

Ideas. Historia intelectual de la humanidad

Peter Watson

27 julio, 2006 02:00

La visage du génie (1926-1927), de René Magritte

Traducción de Luis Noriega. Crítica. Barcelona, 2006. 1424 páginas, 49 euros

Parece que vivimos tiempos de grandes síntesis, tiempos de recepción y recapitulación, tiempos de tradición y memoria. Algo crepuscular brilla a media luz en tantos esfuerzos orientados a la conversación con -y a la conservación de- el pasado. Peter Watson, que ya había acometido con el mismo afán un proyecto de alcance más limitado -una Historia intelectual del siglo XX- hace en este libro acopio, ni más ni menos, de todas las ideas que a lo largo de todos los tiempos y a lo ancho de todos los espacios han animado a la humanidad desde su incierto comienzo hasta nuestros días.

Ideas es el título del libro. Título valiente que supone, y argumenta, que en la base de cada producción humana, sea ésta de índole lógica o tecnológica, económica, política, artística o bélica, yace, o se anima, una idea. Una previsión consciente, individual o colectiva: traduzco, dado que una leve (o grave) oscilación del contenido de la palabra (idea) intranquiliza al lector desde la introducción hasta la conclusión. Historia intelectual de la humanidad es el también valiente (si no temerario) subtítulo: precisamente cuando la historia entendida como unidad, proceso y progreso entra en crisis, precisamente cuando la humanidad entendida como sujeto ha sido puesta en entredicho, Peter Watson reclama a la una y a la otra y las hace protagonistas de una gran aventura intelectual. Enorme, como diría Ortega y Gasset; o descomunal, en palabras, esta vez, de Cervantes o de Don Quijote.

Esa gran aventura es la de la especie humana, la que comienza con los primeros pasos de la hominización, o con el gran salto que saca al homínido de su mero estatuto animal. Paso o salto, en el comienzo fue, según Watson, la idea; la que, aun quizá antes del lenguaje se percibe en la estandarización de las primeras armas y herramientas, en el roce o el golpe calculados para producir lascas, y en la transmisión de un conocimiento adquirido hasta generar una pauta colectiva de comportamiento. Comportamiento técnico, en este caso. Pero pronto, tal vez a la par, la estandarización de las conductas -el comportamiento regido por la idea- se derrama sobre los planos simbólico y social. El humano se topa, como todo animal, con el mundo; pero el humano, idea mediante, transforma el mundo; y se transforma a sí mismo en el proceso.

¿Cuántas ideas se esconden en esas ideas iniciales, literalmente originales u originantes? La narración de Peter Watson, por momentos fascinante, quiere que sean todas: las ideas que subyacen a las ciencias y a las letras, a las religiones y a la filosofía, a las artes y los oficios, a la organización de la vida en común. Las destrezas técnicas que se observan en los primeros homínidos delatan, según el autor, una imaginación poiética, creadora, una imaginación que se antepone y se anticipa, que no sólo reacciona ante la circunstancia sino que la construye, o la inventa. Así dominará el humano la técnica textil, o el uso del fuego, que le permitirán "conquistar el frío", así dominará los metales, o construirá la rueda. Pero también, en el receptáculo de la imaginación, se refugian el lenguaje y el alma, o los dioses.

El acopio de noticias y detalles, la erudición nunca farragosa son dos de los méritos del libro de Watson. También la utilización de buenos esquemas para la ordenación de dichos materiales. Lovejoy a lo largo de todo el libro, Jaspers, o Braudel, en algunos momentos estelares del mismo, son algunos de los interlocutores con los que el autor discute su idea de historia, su historia de las ideas. éstas, las ideas, se van solapando hasta formar mundos, unidades de civilización y cultura, de lengua y religión. Asistimos, fascinados, a los balbuceos y el desarrollo de los cultivos y los cultos; asistimos, curiosos, a las primeras ideas de derecho y justicia, y a sus ulteriores codificaciones; o al nacimiento de los sistemas políticos, a la organización del poder y de los recursos.

Acaso en ese mare magnum de ideas no fuera preciso elegir las más importantes, privilegiar unas sobre otras. Acaso no sea del todo posible. Watson, sin embargo, opta por lo contrario. Una leve anticipación introductoria sorprende al lector. A juicio del autor, tres serían las ideas fundamentales de la historia: El alma, Europa y el experimento. Tres ideas de distinta índole; tres ideas de muy distinto alcance. Hasta el punto de que más de uno se atrevería a discrepar: no sólo de que tales sean las ideas fundamentales de la historia humana, sino de que el alma, Europa y el experimento sean "ideas", de que se pueda aplicar esa generosa y voraz palabra a las tres entidades con el mismo sentido.

El caso es que esa decisión inicial organiza el decurso del libro; que concede un generoso espacio al nacimiento "mundial" del alma pero que, quizá inevitablemente, en un momento vira hacia y desde Europa: patria de elección o destino del experimento, con todo lo que esto conlleva. "La aceleración de Europa" habría sido el momento de la gran ruptura en la historia intelectual. Momento y movimiento de sístole y diástole: concentrada sobre sí misma, Europa se proyecta como futuro, se expande.

Y las ideas van a encontrar en Europa su lugar de nacimiento y su suelo nutricio. Europeas se vuelven la ciencia y el arte, pero también los desarrollos de la religión (del catolicismo al protestantismo, por ejemplo), o las transformaciones del alma, que será conciencia, y mente, que se dejará habitar por el inconsciente.

Pocas discusiones caben al respecto del lugar central de Europa en la historia. Pocas, o ninguna, al respecto de su papel como inductora y catalizadora de modernidades y modernizaciones. Pero esas evidencias, que lo son de una historia convencional, merecerían una mirada más crítica de la que Watson está dispuesto a conceder. Ese es, acaso, uno de los escasos puntos discutibles de este interesante libro.

¿Qué decir, al cabo, tras la lectura de un texto que se vierte sobre milenios?¿Qué decir tras la lectura de un libro informado que pretende recoger todas las ideas de la humanidad en su larga aventura? Es preciso afirmar que el libro de Watson contiene un relato brillante de la humanidad contemplada desde el punto de vista de la idea. Es preciso decir que los especialistas en los distintos ámbitos del conocimiento (la ciencia, el arte, la literatura, la religión, la filosofía…) no se van a sentir satisfechos cuando, en apresuradas páginas, se saldan temas que merecerían mayores debates. Pero también es cierto que la historia intelectual de la humanidad merece ser relatada. Y que, tal vez, en favor de la legibilidad, sea preciso sacrificar la investigación tenaz de cada una de las ideas que el libro contiene. Porque sabemos que las grandes ideas difícilmente consienten una exposición rápida. Sabemos que las grandes ideas son grandes problemas.

En cierto sentido, eso es Ideas: una historia de los grandes problemas de la humanidad. Y de sus precarias soluciones.

Al periodista británico Peter Watson (Birminghan, 1943) las empresas enciclopédicas no le han asustan. Con la osadía heredada de los descubridores ingleses, Watson -investigador asociado del McDonald Institute for Archeological Research de la Universidad de Cambridge- ha realizado en obras como Ideas o su exitosa Historia intelectual del siglo XX excelentes ejercicios de documentación y condensación de saber. En Historia... desmenuzó, ordenó y clasificó el pensamiento del siglo XX de forma cronológica a partir de la publicación en 1900 de La interpretación de los sueños de Freud. Su laboriosa documentación y su fluidez narrativa constituyen "la marca de la casa".