Letras

Álvaro Pombo

“No me siento culpable ni por el Planeta ni por Herralde ni por nada”

2 noviembre, 2006 01:00

Álvaro Pombo. Foto: Sergio Enríquez

Empapado, una pura gota todo él, álvaro Pombo (Santander, 1939) abre las puertas de su casa con alegría y cierto azoro, mientras se cierra apresurado el albornoz burdeos. Se está preparando para ir a la Academia, y no, no se deja fotografiar así ("¿que sería la mejor portada? Je, je, mejor cuando me presente a Mister Universo de la Tercera Edad"). Está divertido ("yo soy más seductor por teléfono, ¿sabe? Cara a cara pierdo mucho") mientras posa en un salón acogedor como pocos, en el que comparten espacio cientos de libros, y gatos de porcelana, cuadros de veleros y marinas, fotos antiguas y la de la noche del Planeta con los Príncipes de Asturias, y premios y más libros, y papeles derramados por sillones y mesas. En las pantallas de las lámparas, prendidos con pinzas de colores, recortes de prensa, un chiste de Forges, una carta de la Academia... Se ve que es una casa muy cálida, muy vivida, y sobre todo muy leída. Rilke, Whitman, José Antonio Marina, Pinilla, Thomas Mann, o lo último de Herralde pelean su espacio en librerías, mesas o se agazapan en el suelo. Sin embargo, hoy el que le hace más feliz es el primer ejemplar de La fortuna de Matilda Turpin, la novela con la que ha ganado el premio Planeta. Junto a la finalista, En tiempo de prodigios, de Marta Rivera de la Cruz, sale a la venta el próximo martes, pero antes, y muy feliz, el propio Pombo selecciona varios fragmentos de su novela para El Cultural mientras, en la chimenea, espera el invierno el borrador del libro para arder.

Una luz otoñal y cenicienta se filtra por las ventanas. "Es como si estuviésemos en Santander", apunta. Novelista, poeta y filófoso ("estudié la carrera en España e Inglaterra, hice incluso oposiciones y fracasé en el tercer examen"), Pombo presume de monotonía "nada aburrida", difícil de creer ante su vitalidad.

-Parece que, sobre todo antes del premio pero también tras él, ha pasado meses agazapado en su casa, sin que nada le distrajese del trabajo. ¿Cómo ha vivido su autosecuestro?
-Lo he vivido con mucha facilidad porque yo hago todo el año una vida muy enclaustrada, muy sencilla. Yo no soy un intelectual al uso, entendiendo por intelectual al que está en todas las discusiones públicas diariamente, y ahora creo que es mejor que escriba los libros que sepa escribir y que no esté continuamente en el candelero. Lo que me pasa es que soy una persona muy llamativa y tengo que reducir lo llamativo, porque si no estaría todo el día con el faralaes puesto. Lo único que he hecho estos meses ha sido no descolgar el teléfono, porque no soy la Divina Greta, y en mi barrio estoy más visto que el tebeo.

"Que me lo digan a la cara"
-¿Cree que le perdonarán el premio Planeta, cuando muchos tenían a gala que era un autor de culto?
-Eso jamás lo he dicho yo, jamás me he considerado un escritor de culto. He estado vendiendo con Herralde entre 30.000 y 40.000 ejemplares anuales por libro publicado. y eso no lo venden los autores de culto. No tengo nada contra ellos, pero son una figura contradictoria porque la novela es un género pensado para que lo lea mucha gente.

-Pero sabe que hay quien le critica por considerar que se ha rebajado como escritor con el premio...
-Que me lo digan a mí a la cara, porque La fortuna de Matilda Turpin es mi mejor novela. Yo no he escrito una novela para el Planeta, sino la mejor que he sabido. Y cualquiera que conoce el gremio sabe que digo la verdad.

-Su última novela, Contra natura, fue elegida por los editores la mejor del año pasado... ¿ahora ha "aguado" su escritura para ser más comercial?
-Qué va, como la anterior era una novela de tema deliberadamente homosexual aquí he hecho una variación sin renunciar a elogiarlo y a defenderlo en un personaje secundario, Fernando. No sé cómo lo tomará el gremio. Que quede claro que yo soy homosexual declarado, pero con eso hago lo mismo que con lo demás, no voy pregonándolo porque no soy "la violetera".

-¿Ni siquiera ha sentido la tentación de convertir a Fernando en un héroe romántico?
-No, porque no me gustan los héroes románticos, aunque Fernandito haga una cosa muy romántica y renuncie al hombre que ama cuando lo ve feliz con una mujer. Porque la homosexualidad es un asunto dificilísimo, se pongan como se pongan. Ahora estamos en un momento de euforia, que apruebo y apoyo, pero la pareja homosexual que se promete y cumple fidelidad mutuamente es complicada de mantener. Y estoy preguntando a mis colegas homosexuales si podemos crear valores, si podemos vivir con dignidad y claridad nuestros afectos en pareja, ahora. Pues eso es lo que sale en mi libro, ése es el gran tema, y lo es también para las parejas heterosexuales: cómo la pareja se estructura y funciona ahora que trabajan el hombre y la mujer. Lo que no se puede hacer es el elogio de la superficialidad y la frivolidad triunfantes hoy.

-Dedica el libro a José Antonio Marina, que le presenta la novela la semana próxima: ¿qué vasos comunicantes hay entre sus obras?
-Bueno, hay muchas cosas, nos conocemos desde hace 48 años, desde que teníamos 18. José Antonio Marina es un pensador inteligente y brillante y un gran escritor. Concretamente esta novela tiene mucho que ver con su libro sobre La creación económica, que inaugura una nueva actitud ante la economía y ante el dinero. Hay una cita de Wallace Stevens que los dos usamos con frecuencia, "El dinero es una clase de poesía", entendiendo la palabra poesía en su sentido griego original de creación, de poiesis, de acción sobre el mundo real. La economía es uno de los sistemas que el hombre tiene para hacer inteligible el mundo, para mejorarlo, para cambiarlo. Por eso le he dedicado el libro, y por eso mi protagonista es una economista, porque quería apuntar la paradoja de que sea una mujer la que está metida en el mundo de los negocios.

-Así pues, el gran tema de la novela son las relaciones de pareja y de familia, marcadas por la decisión de Matilda de dedicarse a los negocios... ¿Cómo se salva ese desgarro entre las "babosas exigencias de la maternidad" y la propia realización?
-Lo de "babosas exigencias de la maternidad" es una frase agresiva. No es que yo piense que las exigencias de la maternidad sean babosas, de hecho el libro es un elogio de la maternidad, pero sí creo que el cuidado de la prole no es fácil. Es que la gente es frívola incluso con la paternidad, cuando es un compromiso para los restos.

-¿El mayor protagonismo social y económico de la mujer es quizá la gran revolución de este siglo?
-A mí me lo parece. Yo estoy fascinado por la revolución de la mujer en el siglo XXI, no por la paridad, desde luego, sino por la alegre energía con que las mujeres actuales, madres de familia que trabajan, se enfrentan a los problemas de una vida que va a ser muy complicada.

-Y, sin embargo, cada semana una mujer muere por una paliza... Demasiados hombres no asumen que los tiempos están cambiando, ¿no?
-A mí me parece que estamos en una situación de cambio, de peligro, y donde está el peligro está también la salvación. Pues ocurre porque en el momento en que la mujer dice que se va, viene el rencor. Yo he tratado esto en mi libro también. ¿Por qué no se quedó Matilda en casa? Porque reventaba de energía, de amor siempre también. Porque si no quiere a su marido está huyendo, y Matilda no huye. A mí Madame Bovary me parece una novela floja, no estructuralmente, claro, un poco como ocurre también con Anna Karerina. Ninguna de las dos ama a su marido, y si no le aman estamos en otra esfera, en el del ligue. Por mucho que a Mario Vargas Llosa le encante Madame Bovary y escriba la niña mala y la niña buena... mis personajes quieren hacer el bien, no el mal... Sin embargo, la niña mala de Vargas Llosa no quiere a nadie y eso para mí carece de interés.

-¿Es quizá Matilda, según la terminología de José Antonio Marina, un lince en un mundo de almejas?
-Desde luego. Es una mujer de acción, y la acción nos hace inteligible el mundo. Antes se entendía que teoría y praxis caminaban separadas, pero en nuestros días la teoría sin acción se empobrece. Esto no es un elogio ganso de la acción a cualquier precio, pero sí del vivir resueltamente y del obrar frente al contemplar. El marido de Matilda entiende el mundo como una especie de lectura reposada, pero la contemplación se convierte en hedonismo puro y duro y no es bueno. En cambio, Matilda es activa. Y jamás deja de amarle.

-Precisamente el viudo de Matilda decide recluirse en la casa familiar de Asubio... ¿dónde está el Asubio, el refugio, de Pombo?
-Aquí, en esta casa.

-Por cierto, el que la acción transcurra en Asubio acentúa la sensación claustrofóbica del libro...
-Sí, claro, eso es deliberado, para acentuar los tres temas del libro, que son el amor; el duelo, que es rememoración purgativa, es hacer memoria y purificarla; y el rencor, que es también hacer memoria, aunque no purifica nada, ni al recordado ni al que recuerda, y lo encona todo. El rencor es el mayor de los males.

-¿Cree, como dicen algunos, que tras la llamada memoria histórica también se oculta eso, el rencor?
-No lo sé, a mí me parece que hay menos rencor en España del que parece. Creo que hay que hacer honor a los caídos por una causa en la que creyeron, pero de los dos lados. Sé que me voy a coger los dedos con esto, soy votante socialista y voy a votar a Zapatero de nuevo, pero tiene la peor retórica que existe.

-¿A qué se refiere?
-A que, por ejemplo, está usando muy mala retórica para el tratamiento del problema del País Vasco, en el cual, sin embargo, creo que tiene razón, tiene razón en que hay que hablar, no con un asesino pero sí con el PNV y con los elementos más sanos, menos violentos, de HB.

-Sin olvidar a las víctimas.
-Hay que hablar sin duda con las víctimas, pero es muy poco lo que se les puede decir y van a ser injustamente tratadas seguro, porque si hay paz, como pasó en Irlanda, y a ti te han matado a un marido, a un hijo, a tu madre, no hay consuelo posible. El deseo de toda víctima es, antes que el respeto, antes que la dignidad o las compensaciones económicas, la venganza y no puede ser consentido socialmente, porque es volver a la Omertá. Y tampoco se puede utilizar de ninguna manera el victimismo; por ejemplo, los homosexuales no pueden seguir gimiendo por lo que el franquismo hizo con ellos, ni la Iglesia Católica puede decir que está siendo perseguida. Y como esto es un laberinto sentimental complicado, las víctimas tienen poco que decir, porque no están en el ámbito del razonar, sino del sufrir y no hay restitución posible.

-Acaba de mencionar el victimismo actual de la Iglesia Católica, pero ¿qué le parece la autocensura de Occidente ante el Islam, que impide la publicación de unas caricaturas sobre Mahoma mientras se despide a una azafata por llevar una cruz? ¿Es tolerancia, mala conciencia...?
-A mí la mala conciencia, el sentimiento de culpabilidad generalizado, me saca de quicio. Yo no tengo una mala conciencia difusa, me he esforzado mucho en hacer las cosas bien. Por eso no tengo sentimiento de culpabilidad ni con el Planeta, ni con Herralde ni con nadie, porque lo he hecho lo mejor que he sabido y podido. Ahora bien, que tenemos mucho que corregir y que arreglar, eso está claro. La izquierda española tiene mucho que corregir. A mí la frase más importante que ha dicho Gallardón en muchos años ha sido "Algo habremos hecho mal". A mí eso me encantó, y voy a votar para la Alcaldía de Madrid a Ruiz Faraón.

-Volviendo al libro, un verso de Muñoz Rojas se repite en él: "No pesa el corazón de los veloces" ¿Es peligroso correr demasiado?
-Desde luego, Matilda corre riesgos terribles, como cualquier mujer de éxito, madre de familia y con un trabajo exigente, que hoy día se salga de lo convencional. Es durísimo. Pero quedarse en casa es peor. Porque una mujer actual de 40 ó 50 años, con los hijos criados, es una cría hoy en día, una mujer maravillosa y tiene media vida por delante.

-Quizá lo más sorprendente en su personaje es su relación con el dinero, porque siendo una mujer rica, es austera, y no le da importancia...
-Sí, porque es una mujer de acción que utiliza el dinero para actuar y para vivir. A mí la obsesión actual por el dinero me parece sorprendente, incomprensible y hortera.

-La próxima semana presenta la novela, pero ¿tiene ya pensado su próximo libro?
-Sí, pero prefiero no adelantar nada todavía. Aunque en realidad lo próximo va a ser la reedición en enero de mi San Francisco de Asís, con un prólogo nuevo, largo. Trata de la instalación de la figura de San Francisco en la religiosidad cristiana contemporánea. Hay muchísimo que aprender de San Francisco. Sobre todo los cristianos.