Letras

Eduardo Lago

“En Llámame Brooklyn conviven Cervantes y Don DeLillo”

28 diciembre, 2006 01:00

Eduardo Lago

Confiesa Eduardo Lago (Melilla, 1954) que detrás de Llámame Brooklyn (Destino), la novela que ganó el Nadal y que ha sido elegida por El Cultural como libro de ficción del año, hay "toda una vida de lecturas". De escritura compulsiva, lealtades y amistad. Y amor, desesperado amor, por la literatura
y la libertad.

Escritor, periodista y catedrático, Eduardo Lago ha sido durante años profesor de literatura en una universidad neoyorquina tan prestigiosa como bohemia. Fue a Nueva York hace casi dos décadas para pasar un año, pero al cabo de nueve meses, en un café de Wall Street -"un momento mágico", dice él-, supo que iba a pasar mucho más tiempo, "y siempre por azar". Desde junio dirige el Instituto Cervantes de Nueva York.

La lotería del Nadal
Abrumado por el éxito de un libro que también le hubiese hecho feliz "si se hubiese publicado en una editorial de cuarta y tuviese apenas mil lectores", reconoce que durante años no tuvo intención de publicar. Escribía compulsivamente, eso sí, y rellenaba (como uno de sus personajes) cuadernos y cuadernos con fragmentos de novelas y cuentos que regalaba a sus amigos, "casi todos artistas plásticos de Nueva York". Ellos fueron quienes casi le obligaron a publicar. Y así, en el verano de 2000 comenzó la novela. Ahora recuerda cómo, tras cinco años de escritura, fue su agente, Antonia Kerrigan, quien le animó a presentarse "a la lotería del Nadal, a pesar de tener ofertas de todas las editoriales a las que había enviado el libro. Lo demás (60.000 lectores, la elección por el "Daily News"como mejor libro en castellano, ésta misma de El Cultural) ya casi es historia.

-¿En algún momento se ha sentido abrumado (o avergonzado), como alguno de los personajes del libro, por escribir tanto y publicar tan poco?
-No, al menos no antes de publicar Llámame Brooklyn. En realidad, lo que siento ahora es una enorme presión ante mi próximo libro.

-¿Y será una novela breve o un libro de cuentos?
-ésa es la idea, soy novelista pero me salen los cuentos sin pensarlo. Es curioso, los editores me dicen que soy un escritor mayor, cincuentón, y que debo demostrar mucho en mi segunda novela. Lo que sucede es que tengo una en la cabeza y en el corazón, y tiene que crecer sola. Me da miedo el proceso, pero no pienso forzarlo, porque tiene que ir revelándose poco a poco. Sé que será más breve que Llámame Brooklyn, que se metió en mis sueños y mi vida.

-Hablando de vida y sueños, lo cierto es que su Nueva York nada tiene que ver con el de Lorca, Juan Ramón Jiménez o José Hierro.
-Bueno, nos diferencia ante todo el tiempo vivido, y que mi novela nace del mismo suelo de Nueva York, mientras que las suyas son visiones extrínsecas.

-Después de tanto tiempo, ¿se siente quizá un escritor más americano que español?
-Creo que he unido esas dos tradiciones, la americana y la española, y que, como ha reconocido algún crítico antes de que yo fuese consciente, en la novela está Cervantes pero también Don DeLillo. En realidad siento que nunca seré neoyorquino totalmente, pero que tampoco soy ya totalmente español.

-¿Con qué autor (español o americano) actual se identifica más?
-Aunque no me siento deudor de su narrativa, con Roberto Bolaño por la manera con que aunó tradiciones tan distintas como la chilena, la mexicana y la española. Siento la necesidad de explorar caminos no transitados. Y al que me gustaría alcanzar es... a Don DeLillo. Soy un español que se mete en la mina de la tradición norteamericana, pero sin dejar jamás la tradición española.

Cosquillas a la sintaxis
-¿Qué pesa más en la novela, la historia de amor, la crónica de lealtades, las reflexiones sobre la creación, el compromiso político?
-Bueno, la novela tiene la estructura que tiene, complicada, porque intenté dar importancia a esos tres planos: la historia de amor, central; una historia muy profunda de amistad, y la reflexión y experimentación sobre el texto. El sesgo político fue saliendo de manera nada premeditada. Sé que he perdido lectores y alguna traducción porque es una novela exigente con el lector, pero mi guía en este infierno ha sido Joyce, y jamás he olvidado su lección: no dejes tranquilo el lenguaje, no seas perezoso, haz cosquillas a la sintaxis, y trabaja, trabaja duro.

-Como usted le preguntó en una ocasión a Paul Auster, ¿qué ocurre en el tiempo que media entre el final de una novela y el principio de la siguiente?
-Uf, eso es increíble, ha puesto el dedo en la llaga. He descubierto cómo va a ser mi próxima novela y he decidido no compartirlo con nadie. Tengo un nuevo trabajo abrumador, menos tiempo que antes, pero la novela ya existe, es un embrión, tiene vida, palpita, es como si estuviese en un escáner, y me pregunto cómo va a salir.

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