Image: A la sombra de Churchill. Diarios de Downing Street 1939-1955

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Letras

A la sombra de Churchill. Diarios de Downing Street 1939-1955

John Colville

29 marzo, 2007 02:00

Churchill recorre la cámara de los comunes, destruida en mayo de 1941

Traducción de J.J. Valbé. Galaxia Gutenberg, 2007. 971 páginas, 45 euros

La mayor parte de los hechos centrales de la II Guerra Mundial y de la etapa de posguerra, hasta la crisis de Suez (1956), son sobradamente conocidos por lo que la relevancia del diario personal de John Colville, uno de principales secretarios personales de Winston Churchill, radica en mostrar la atmósfera del tiempo crítico que vivió en compañía del ilustre político, los movimientos que se sucedían entre bastidores en los ámbitos interior y exterior y cómo aquéllos eran percibidos, unas veces de forma acertada y otras desenfocada, mientras iban sucediéndose.

Resultado de la esmerada educación de Harrow y Trinity College (Cambridge), de las relaciones con los más altos estratos sociales que le facilitaban sus orígenes familiares y del buen manejo de idiomas, tras pasar las pruebas pertinentes, con sólo 22 años Colville ingresó en el Departamento de Oriente del Foreing Office en 1937, época en que la agresiva política de Hitler estaba removiendo los cimientos de la Europa de entreguerras. La estrategia de apaciguamiento de Neville Chamberlain, acompañada por el miope pacifismo de la izquierda británica, había alcanzado su culminación con el acuerdo de Munich en septiembre de 1938, aunque, poco después, en marzo de 1939, Hitler, violando sus promesas, ocupó Praga y Danzig. Más tarde, en agosto, se llegó al pacto de no agresión entre Alemania y la URSS y de inmediato la amenaza se cernió sobre Polonia.

El 3 de septiembre de 1939, con la invasión de este país, se declaró la guerra a Alemania. John Colville comienza las anotaciones siete dias después. El 6 de octubre se incorpora al número 10 de Downing Street como uno de los secretarios privados del premier Chamberlain. En la reorganización gubernamental Churchill accedió como lord del Almirantazgo: era con mucho la personalidad "más fuerte y viva" del gabinete. Así pues, las primeras entra-
das del diario pertenecen a la fase de espera de la ofensiva alemana en el frente occidental, una vez caída Polonia ante la aplastante tenaza germano-rusa. Las principales preocupaciones que Colville recoge se refieren al exceso de concentración en la política interna, a costa de perder la referencia sobre la amenaza que pendía, el descontento social, la absoluta falta de conciencia de las privaciones que estaban por llegar y la apatía, baja moral que cambiaría radicalmente tras Dunkerque y los bombardeos.

Pero la historia no estaba escrita y, entretanto, los líderes aliados barajaban la posibilidad de que los alemanes presentaran tentadoras ofertas de paz o que Hitler limpiara su imagen embistiendo a Rusia y jugando ante los occidentales la baza del terror al bolchevismo. También se planteaban atacar a la URSS tras el pacto con Hitler y su ofensiva sobre Finlandia. De pensar que iban a tener lugar bombardeos constantes nada más iniciarse la conflagración, se pasó a una larga etapa de cuenta atrás en la que los focos se pusieron en el control del mar, el rearme, los vaivenes italianos, las operaciones en Escandinavia y el escenario en Oriente Próximo. Colville siempre defiende, pese a las obvias dificultades, la posición de Chamberlain, aunque le considera un ingenuo, y es moderadamente crítico con lo que aguarda al país bajo el liderazgo de Churchill por su "historial de imprevisibilidad e inestabilidad". Finalmente, tras el fracaso en Noruega, éste es nombrado primer ministro el 10 de mayo de 1940 y Colville continúa en su cargo, convirtiéndose en hombre de máxima confianza.

La parte más interesante de los diarios es la primera, que abarca la mitad del volumen. Va de octubre de 1939 a octubre de 1941. Aquí se concentra casi toda la acción sobre Gran Bretaña, tras el inesperado y vergonzoso derrumbamiento de Francia en mayo de 1940. La breve resistencia y la brillante y decisiva recuperación de la Fuerza Expedicionaria Británica en Dunker- que, dio paso a la ofensiva sobre el cielo de Inglaterra, con los continuos ataques aéreos, primero concentrados en Londres y luego en las zonas industriales. Mientras, en los mares, la batalla submarina ocasionaba cuantiosas pérdidas de mercantes que ponían en peligro el abastecimiento y el dominio de las rutas. En este momento es fundamental la relación con Roosevelt, en cuanto a los suministros americanos, y el control del Oriente Próximo. Se aprecia también la importancia del apoyo de los dominios británicos. Pero lo capital es la resistencia del pueblo y de los pilotos de la RAF que acaban por liquidar la superioridad aérea nazi.

Churchill se muestra irreductible, enérgico, desplegando una capacidad de trabajo inusitada, llevando a cabo visitas a las zonas destruidas, alentando la resistencia por medio de alocuciones que llegan al corazón de sus compatriotas. Todo es movimiento a su alrededor. En este crucial periodo, como indica Andrew Roberts en la obra en que compara las personalidades rivales de Hitler y Churchill, se hizo notar el liderazgo inspirador del segundo cuando apela al patriotismo y a las emociones heroicas de los británicos. Al tiempo, daba cuenta en todo momento a la Cámara de los Comunes del curso de la guerra e iba respondiendo a los requerimientos parlamentarios, sin queja alguna por las dificultades añadidas que ello pudiera acarrear, con la absoluta naturalidad de un demócrata que luchaba por sus ideales, algo que cimentó su enorme popularidad. Finalmente, la resistencia sale triunfante y Hitler desvía sus fuerzas hacia la Unión Soviética. Con Churchill llevando las riendas del país, se superó el momento más crítico de su historia.

La segunda parte, hasta que vuelve a servir en el número 10, está dedicada a la etapa en que John Colville adquiere formación de piloto en Suráfrica y más tarde participa en algunas acciones sobre territorio francés. Finalmente, en septiembre de 1943 es llamado por el primer ministro para que vuelva a servir a su lado. Las cosas no son como antes, ahora los norteamericanos, plenamente conscientes de sus capacidades y de la experiencia adquirida, llevan la iniciativa y el premier desempeña un papel algo más secundario. En lo que concierne a los planes de posguerra, mientras en la primera etapa se daba vueltas al modo de crear una Europa estable mediante fórmulas de unión de carácter federal, enfatizando la cuestión alemana bajo el criterio de un tratamiento magnánimo, a partir de 1943 las prioridades tienen que ver con la materialización de la amenaza de la poderosa URSS, que quiere sacar ventaja política de sus avances militares en centroeuropa. Cada vez más, las preocupaciones de Chuchill van por ese camino y el caso de Polonia y su capital, Varsovia, dejada a su suerte por los soviéticos tras el levantamiento, es un ejemplo paradigmático del porvenir. El primer ministro conserva intacta la visión estratégica y política de estadista, pero ahora hay otras dos grandes potencias en el gran juego internacional que llevan el peso de la contienda.

La derrota del Eje a principios de mayo de 1945 se salda contra pronóstico con la amarga derrota electoral de Churchill el 5 de julio, lo que lleva al gobierno a los laboristas de Clement Attlee, con quien, como funcionario, sigue Colville hasta que es relevado. Más adelante servirá a la futura reina Isabel II como secretario privado de 1947 a 1949. En 1951, los torys retornaron al gobierno y Colville fue reclamado por el veterano premier en su última singladura como gobernante, hasta 1955, una dura prueba debido a los rigores económicos de posguerra que hubo de soportar Gran Bretaña y a la política de contención del comunismo. Las condiciones físicas de Churchill fueron excelentes hasta el verano de 1953 pero luego, tras un derrame cerebral que fue ocultado, su rendimiento fue decayendo aunque no perdió del todo la antigua brillantez. Pese a cierta resistencia, se dejó convencer y presentó la dimisión el 5 de abril de 1955. La última nota que recoge Colville fue el desempeño de su antiguo jefe como mediador entre EE. UU. y Gran Bretaña a consecuencia de la crisis de Suez en 1956. Se trataba de mantener las privilegiadas relaciones angloamericanas por encima de las discrepancias coyunturales.
Los diarios de John Colville constituyen un extraordinario testimonio presencial que permite acceder al conocimiento de primera mano del carácter y el comportamiento del político absolutamente excepcional que fue Winston Churchill y a las entrañas de la política interior y exterior del Reino Unido en un momento determinante en la historia del mundo.

Retrato de Churchill, en 1940

El 12 de mayo de 1940, Colville retrata en su diario el carácter de Churchill: "Tenía una inusual capacidad para el afecto y una intensa lealtad hacia los que hacía tiempo conocía o que le habían servido bien [...]. Combinaba una gran compasión con generosidad personal y su simpatía por los menos afortunados destacaba sobre todo en el caso de las personas humildes cuya infelicidad le era de algún modo conocida. Aunque tenía antipatías duraderas, su magnanimidad era una característica mucho más notable y odiaba la venganza por encima de todas las cosas [...]. Su cólera era como un relámpago y a veces daba miedo presenciarla, pero duraba poco tiempo. Podía ser violentamente ofensivo con los que trabajaban con él y, aunque nunca se disculpaba, del mismo modo nunca dejaba que se pusiera el sol sin hacer alguna enmienda o mostrar que no pretendía ser malévolo. Su sarcasmo podía resultar mordaz, pero a menudo estaba acompañado por una sonrisa de complicidad que parecía decir que no quería herir. [...]. No era fácil trabajar para él, en particular durante los inquietos días de la guerra. La paciencia era una virtud totalmente ajena para él. En cuanto ordenaba hacer algo, esperaba que se cumpliera de inmediato" (p.137).