Image: Las escritoras que escriben también son peligrosas

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Letras

Las escritoras que escriben también son peligrosas

por Stefan Bollman

22 noviembre, 2007 01:00

La escritora angloindia Arundhati Roy

Maeva

Jane Austen

El entusiasmo, al parecer, no era lo suyo, contrariamente a la firmeza de carácter. Pero eso sólo concierne a los célebres personajes de las novelas de Jane Austen cuando pasan a la acción. Es entonces cuando, con resolución y presencia de ánimo, se dirigen hacia su objetivo movidos por una pasión sincera y no por egoísmo u oportunismo. Sin embargo, entre el momento de definir su objetivo y el de alcanzarlo, ellos deben generalmente realizar una verdadera carrera de obstáculos para superar los prejuicios y las convenciones, así como las desavenencias y los desfallecimientos ligados a esa lucha. La justa mezcla de sentimiento y de carácter no constituye aún la entera libertad: en la mayoría de los casos, ésta ha de ir primero acompañada de sufrimientos.

Sabemos pocas cosas sobre la vida de Jane Austen. "Dudo" escribió su sobrino James Edward Austen-Leigh, "que sea posible citar otro autor importante cuya persona haya permanecido tan completamente oculta". No hay que imputar esa discreción a una forma de resignación femenina. Muchos elementos parecen indicar que Jane Austen eligió deliberadamente la invisibilidad porque pensaba que eso era lo que más le convenía como autora. Ella no quería ser identificada con su vida exterior sino con sus obras. Pero nuestra ignorancia tiene que ver también con el estado de las fuentes. La hermana de Jane, Cassandra, que nos ha dejado el único retrato auténtico que tenemos de ella -por cierto, un simple boceto-, destruyó, además de la correspondencia que ella misma había dirigido a su hermana, parte de las cartas que había recibido de ella, o bien borró algunos pasajes.

Los seres que nos presenta Jane Austen no conocen aún las modernas formas de autorrealización, ni el estrés y la sensación de fatiga que ellas entrañan y que determinan su trayectoria vital. Sus personajes principales, sobre todo los femeninos, se hacen cargo de su destino, con valentía, con honestidad, sin regatear. Actúan guiados por un sentimiento de obligación, pero no hacia las convenciones sino hacia ellos mismos. Esa autonomía llena de nobleza se explica por una vivencia deliciosa que Rousseau, garante de Jane Austen, llamaba "el sentimiento de la existencia" -un estado de amor propio, en el que no se disfruta de nada más que de la propia persona y de la propia existencia, y en el que uno se basta a sí mismo.

Virginia Wolf

Su vida se deslizó en movimientos ondulatorios: la residencia familiar victoriana, la atmósfera liberal del grupo de Bloomsbury, su éxito como escritora, su suicidio a los cincuenta y nueve años. El nombre de Virginia Woolf encarna también una síntesis poco común de escritora de vanguardia, que supo dar voz a la vida interior del ser humano, y de editora, que con su marido Leonard publicó los libros de la vanguardia literaria. Jacob's Room (El cuarto de Jacob), que le valdría su reconocimiento como escritora, apareció el mismo año que el Ulises de James Joyce y The Waste Land (La tierra baldía), de T. S. Eliot. El libro fue publicado por la propia editorial de los Woolf, Hogarth Press, donde Virginia trabajó al principio como editora y tipógrafa y su marido como impresor y gerente. Hogarth Press deparó a Virginia Woolf una verdadera independencia como escritora. Ella fue la única mujer de su tiempo en Inglaterra "libre de escribir lo que yo quiero" (lo que ella quería). Si Virginia Woolf fue una excelente escritora, no lo fue gracias sino a pesar de su enfermedad psíquica; pues esa afección se habría manifestado incluso si ella no hubiera escrito. No obstante, la experiencia de la escritura debe de haber sido extremadamente ambivalente para ella. Virginia Woolf vivía en la constante angustia de que sus escritos no tuvieran ningún sentido reconocible por los demás y de que se la considerase más bien loca que brillante.

Ella fue, sin embargo, una observadora sagaz, íntegra e infatigable de su tiempo y de la vida. Como autora, se expuso a las experiencias límite que marcaron las fases de su enfermedad, también en su obra literaria, que nos ofrece una mirada inestimable sobre la fragilidad y la vulnerabilidad de la existencia humana. Nada era más importante para ella que una percepción lúcida y la integridad de su arte. Su vida, marcada por la enfermedad, la angustia y el sufrimiento, no fue una vida de opresión, sino la de una mujer heroica que escribió a su marido, antes de dejarlo para siempre: "No creo que dos personas hubieran podido ser más felices de lo que lo hemos sido nosotros."

Irène Némirovsky

Raras veces sucede que un manuscrito entusiasme tanto a un editor como para decidir su inmediata publicación. Pero es lo que le sucedió en 1929 al editor parisino Bernard Grasset al recibir David Golder en un envío anónimo. ¿Quién era el autor de esa novela que cuenta la desgraciada historia de un gran financiero que tiene que ver cómo el revés de su fortuna va acompañado del hundimiento de su influencia social y la pérdida del afecto de su familia y de sus amigos? Grasset puso un anuncio pidiendo al misterioso autor que se diera a conocer. Cuál no fue su sorpresa cuando, pocos días después, la joven Irène Némirovsky, de apenas veintiséis años, se presentó ante él como autora del manuscrito. Hacía sólo diez años que Irène residía en Francia, donde su familia se había instalado al huir de Rusia después de la Revolución de Octubre. Pese a las muchas institutrices, Irène había sido una niña desatendida por sus padres, excesivamente mundanos. Se refugió entonces en la lectura y comenzó a escribir a los catorce años.

Tras la ocupación de Francia por los alemanes, Irene Némirovsky y su marido Michel Epstein, también ruso de nacimiento, fueron inhabilitados para ejercer su profesión por su condición de judíos y extranjeros. A pesar de su éxito literario, Irène no obtuvo la nacionalidad francesa. En otoño de 1939, la pareja había puesto a salvo a sus dos hijas en una pequeña ciudad de Borgoña; ellos se les unieron en 1941. El año anterior, Irene había emprendido la escritura de una nueva novela, Suite francesa, un retrato despiadado de la vida cotidiana francesa bajo la ocupación. Proyectada como una composición en cinco partes, la autora sólo había alcanzado a terminar las dos primeras, Tempestad en junio y Dulcee, cuando, el 13 de julio de 1942, la detuvieron y la deportaron a Auschwitz, donde murió pocas semanas más tarde. Guardado en una maleta entre otros recuerdos, el manuscrito acompañó a sus dos hijas en su huída a través de Francia. No fue hasta varias décadas más tarde que Denise descubrió que no se trataba de simples notas, sino de la obra maestra de su madre. Publicada en 2004, Suite francesa obtuvo el prestigioso premio Renaudot, otorgado por primera vez a un autor fallecido, y alcanzó un éxito rotundo.

Doris Lessing

Nacida en Irán, entonces Persia, y habiendo pasado su infancia y su adolescencia en la antigua Rodesia, Doris Lessing vivió en Londres hasta el año 1949. Su obra más famosa, la novela El cuaderno dorado, fue publicada a comienzos de los años sesenta. Las lectoras del mundo entero recibieron el libro como una auténtica descripción de su experiencia personal y adoptaron literalmente a la heroína, Anna Wulf, una mujer decepcionada de los hombres, insegura de su compromiso político y que sufre un bloqueo como escritora. El libro se convirtió así en icono del feminismo, algo con lo que ella hasta hoy no se identifica. No es que desaprobara los objetivos del movimiento feminista, sino que rechazaba ser reivindicada como su redentora. Por otra parte, pese a ser una novela de ideas, El cuaderno dorado no es en ningún caso una novela de tesis. La obra se compone de una historia marco titulada Mujeres libres, que describe la crisis existencial por la que atraviesa Anna, en la cuarentena de su vida, divorciada, madre de una hija y que recibe tratamiento psicoterapéutico. La acción es interrumpida por las notas que Anna, por terror a caer en el caos, consigna en cuatro cuadernos: el negro contiene sus recuerdos de Suráfrica, el rojo retrata sus actividades políticas en Londres, en el amarillo vuelca los esbozos de libros futuros, en el azul los acontecimientos cotidianos de su vida privada. Un amor loco, objeto de un quinto cuaderno, el cuaderno dorado, se convierte finalmente para Anna y su amante en un camino hacia la autocuración.

La obra de Doris Lessing contiene huellas evidentes de las ideas de "individuación" de C. G. Jung, según las cuales las crisis existenciales son etapas de desarrollo en el sentido de una ampliación de la conciencia: uno se despoja dolorosamente de una fase de conciencia anacrónica y de ese proceso surge, en circunstancias favorables, una nueva unidad de personalidad. ése es también el esquema de las obras fantásticas y visionarias de Doris Lessing, entre ellas Memorias de una superviviente, escritas en los años setenta, cuando la conciencia de una catástrofe inminente estaba particularmente agudizada en la mente del mundo occidental.

Arundhati Roy

Lo que impresiona más en Arundhati Roy, autora y activista angloindia, es su impasibilidad y la vehemencia con que actúa. Desde que era muy pequeña, cuenta ella, supo que quería ser escritora. Sin embargo, jamás pensó que podría llegar a serlo -el medio del que provenía no lo hacía posible-. Pero siempre se comprometió a fondo en todo lo que emprendió. Un día, se puso a escribir para el cine; así se inició su carrera de autora. "Siempre que me lanzo a hacer algo, me dedico plenamente. Y eso es lo que sucedió también cuando comencé a escribir
El dios de las pequeñas cosas. (…) Jamás perdí tiempo (…) en sentir rabia por la situación en que me encontraba. Mi secreto ha consistido en vivir mi vida negándome a ser una víctima."

Los occidentales -ya sean mujeres, gerentes de empresa "quemados", desempleados o escritores- se definen cada vez más por la tendencia a considerarse víctimas de los problemas sociales -los psicólogos hablan mientras tanto de un verdadero victimismo-. Arundhati Roy enseña, en cambio, que la verdadera libertad consiste en liberarse del papel de víctima.

Todo comienza por la decisión de llevar una vida libre y activa; sólo después se plantea la cuestión de su forma de expresión. Sobre esa base, escritura y actividad política son equivalentes; porque ellas proceden de la misma tensión de la vida, de la "fuerza vital original, concedida en el momento de nacer", como decía Hannah Arendt, la gran defensora de la vida activa. Y la mujer que, en la novela de Arundhati Roy, emprende un viaje a la India para encontrar a su anterior marido y, con él, su propio pasado, encontrará también esa fuerza vital. Y tropezará no sólo con la presión de las convenciones, sino también de la anarquía de los milagros insignificantes de la vida cotidiana, sobre los cuales no reina el dios de la historia, aquél que determina el curso de las cosas, sino el dios de las pequeñas cosas -"el dios de la carne de gallina y de la sonrisa inesperada", el dios de la pérdida sobre todo, pero también el dios de un pacto entre el sueño enteramente personal y el mundo.