Image: Esto no es música. Introducción al malestar de la cultura de masas

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Letras

Esto no es música. Introducción al malestar de la cultura de masas

José Luis Pardo

3 enero, 2008 01:00

Los Beatles en un fotograma de Help

Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, 2007. 494 páginas, 23’90 euros

Nacido en Madrid en 1954, José Luis Pardo es un filósofo curtido en la enseñanza de la filosofía en un Instituto de Secundaria. Un excelente banco de pruebas por el que ha pasado un buen número de nuestros mejores pensadores. Profesor desde hace unos años de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense, en 2005 ganó el premio Nacional de Ensayo con su obra La regla del juego, un libro en el que establece las relaciones entre filosofía, política y poesía. Asiduo colaborador de distintos medios de comunicación, sus libros arrancan con la publicación en 1978 de Transversales. Textos sobre los textos. Con el paso de los años ha ido desarrollando una obra densa y trabada a base de una lectura concienzuda de los clásicos del pensamiento moderno y contemporáneo. Traductor de Gilles Deleuze, Michel Serres, Guy Debord o Lévinas, la influencia de los autores franceses posteriores a la II Guerra Mundial es notoria en sus textos.

El título de esta última entrega de José Luis Pardo requiere advertirle al lector que Esto no es música. Introducción al malestar en la cultura de masas es, ante todo, una obra filosófica con todo el interés y la dificultad, subráyese dificultad, que implica leer filosofía. No estamos ante lo que podría haber sido una reflexión sobre la relación entre la música pop y la trasformación del pensamiento occidental a lo largo del último medio siglo, por más que algo de eso se encuentre en el volumen. En este sentido, bienvenido sea un texto de filosofía exento de ese afán por simplificar y hacer desaparecer las dificultades propias de un saber que con demasiada frecuencia ha caído en manos de especuladores.

Se abre Esto no es música con la portada del mítico disco de los Beatles Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Allí aparecen las figuras de cera, conservadas en el museo de Madame Tussaud, de Lennon, McCartney, Harrison y Starr. Junto a ellas, hasta completar un total de setenta y una personas, vemos a una curiosa y chocante mezcla de personajes. Escritores como Poe, Huxley, H. G. Wells, Bernard Shaw, Lewis Carroll o Wilde. Psicoanalistas como C. G. Jung. Políticos del siglo XIX como Robert Peel (el fundador de los Bobbies). Líderes espirituales o religiosos, poetas como Dylan Thomas, músicos como Stockhausen, actrices como Mae West, Marlene Dietrich o Marilyn Monroe, artistas plásticos como Richard Lindner o Wallace Berman, actores como Stan Laurel y Oliver Hardy, científicos como Einstein o el boxeador Sonny Liston. José Luis Pardo escribe que estaba también Hitler aunque no se le podía ver.

Según el autor, dicha portada suponía que la "división cultural" tomada en cuanto "jerarquía de los productos del espíritu" era el trasunto simbólico de una división social derivada del poder económico y por tanto radicalmente injusta. La foto del Sgt. Pepper’s remite a un desprecio por las jerarquías culturales y a una crítica social que Pardo utiliza como referente para construir Esto no es música. Las figuras de la portada comienzan por dar un juego narrativo que se amplía a lo largo del libro con personajes como el anarquista tonto Luigi Luchen, que acaba suicidándose en su celda tras haber asesinado con su lima afilada a la princesa Sissi y darse cuenta de que había acabado con la vida, no de una mujer feliz, opresora y plutócrata, sino de un ser desgraciado. En realidad, al introducir la biografía de Luchen lo que hace Pardo es dar soporte a su reflexión en torno a Nietzsche y el nihilismo. De este modo, utiliza unos "personajes conceptuales", término tomado de Deleuze, para ayudar al lector a entrar mejor en su relato.

Por otro lado el fondo, digamos musical, de este volumen es de enorme utilidad narrativa. Liverpool, la cuna de los Beatles, estuvo siempre más cerca de EE.UU que el resto de Gran Bretaña, y eso da pie al autor para analizar a partir de Rodia, un curioso personaje colocado al lado de Bob Dylan, la construcción de Norteamérica y su influencia en el mundo actual. Dicha influencia tuvo un enorme peso en la música. Hasta comienzos de los 60 la actuación en directo era el objetivo principal de los músicos, pero a partir de entonces la composición musical, el canto y el acompañamiento convergieron. Los Beatles, como también los Rolling Stones, escribían sus propias canciones, las interpretaban y se acompañaban tocando ellos mismos los instrumentos tal y como venía haciendo en EE.UU la música beat. La banda, normalmente formada por cuatro o cinco miembros, conseguía una gran intensidad sonora con una economía de medios encomiable. Voz e instrumentos pasaban por un sistema de amplificadores que, en cierto modo, convertía en instrumento el sistema de sonido.

Como señala Pardo, las actuaciones en directo cumplen muchas funciones. El concierto tiene funciones simbólicas y sirve para dar a conocer la última producción del grupo, y los Beatles supieron utilizarlos. Del mismo modo supieron aprovechar los avances de la música experimental que empujaba desde Colonia, con Stockhausen. Algunas de estas técnicas experimentales, como el uso de cintas de magnetofón grabadas en sentido inverso y luego empalmadas, fueron utilizadas por el mítico George Martin en la creación del álbum Revolver (1966), con canciones como "Eleanor Rugby" o "Yellow Submarine". Algo semejante sucedió un año después con Sgt. Pepper’s (imposible sin el cuatro pistas). Así, el papel del productor musical cobró una importancia desconocida hasta entonces. Por desgracia, ni el mismísimo George Martin, pudo evitar, como lee-mos en estas páginas, el progresivo aislamiento de cada uno de los Beat-les respecto del conjunto del grupo, que en la práctica sólo duró ocho años. A partir de ahí se convirtieron en leyenda. En 2001, una antología de 27 números de la banda, titulada simplemente The Beatles 1, copó las listas británicas y estadounidenses. El inglés, convertido en la lengua internacional de las canciones y de casi todo, también ayudó a inmortalizar a la banda, hilo conductor de este volumen.

Esto no es música es un libro de digestión lenta. Su autor derrocha en todas sus páginas la ción de muchas, muchísimas horas de trabajo. Hablamos de una erudición llena de desparpajo e incluso de amenidad que pone el saber filosófico en figuras de modernidad no exentas de preocupación social. La pérdida de fuerza del Estado de Bienestar surgido tras la II Guerra Mundial, relacionado con el abandono de la cultura del esfuerzo hace temer a Pardo que se debilite el proyecto del Estado Social de Derecho y se acabe cayendo en un neoliberalismo "ma-de in Chicago" regido por el FMI.

Se cierra este rotundo y sugerente volumen con un análisis de la producción televisiva de la Warner Bros Smallville. Un relato en torno a la vida de un Superman que ha dejado los rascacielos de Metrópolis para vivir en una pequeña aldea en la cual los malos no quieren gobernar sino dominar desde la distancia. Faltos de enemigo, los buenos sólo se ocupan de su identidad y se olvidan de las desigualdades sociales. Con esta metáfora tan pesimista se despide el lector de un libro a repensar.

José Luis Pardo

Los Beatles, melodía del malestar en nuestro tiempo

José Luis Pardo afirma que el origen de este libro se remonta a las Navidades de 2003, cuando miraba el revoltijo de personajes de la portada del álbum de rock Sgt. Pepper’s, de los Beatles, y sintió la urgencia de contrarrestar una posible confusión. Así nació Esto no es música, en el que Pardo busca "la melodía" del malestar en nuestro tiempo. A fin de cuentas, los Beatles son "la banda sonora del estado de bienestar", no sólo porque su música fuera el fruto de su contexto sociopolítico, sino porque contribuyeron a que triunfara el proyecto, y "eso, quienes venimos de la clase trabajadora nunca lo vamos a olvidar". "Por un ratito tuvimos la sensación de una posible igualdad social, de que los esfuerzos se compensarían gracias a la maquinaria del estado social que podía hacer equivaler el esfuerzo con la recompensa", ha explicado el filósofo.