Image: Imágenes de la ciudad

Image: Imágenes de la ciudad

Letras

Imágenes de la ciudad

Darío Villanueva

5 junio, 2008 02:00

Fotograma de 'Metrópolis', de fritz lang (1925)

Cátedra Miguel Delibes. Universidad Valladolid, 2008. 286 páginas, 15’50 euros

Poesía y cine, de Whitman a Lorca", reza el subtítulo de este libro que, partiendo de la poesía del estadounidense, constata la huella del método compositivo de éste en el inminente arte cinematográfico, rastrea sus muchas afinidades con la poesía en general, estudia la influencia del séptimo arte en las vanguardias literarias de comienzos de siglo y concreta estos desarrollos en el fruto maduro del Poeta en Nueva York, de García Lorca.

Parte este estudio de un ciclo de conferencias impartido a un público "con acreditado bagaje intelectual y literario para asimilarlo"; y, efectivamente, acredita su pretensión de proponer al oyente -ahora lector- un apetitoso recorrido cinéfilo y literario, en el que el ponente propone al público la consideración de ejemplos bien conocidos y la extrapolación de esos conocimientos de partida a otros casos, para completar y dar sentido a un rompecabezas del que quizá pudieran faltarle a ese lector/oyente algunos elementos cruciales. En ese sentido, este ensayo de Darío Villanueva cumple admirablemente su propósito: su lectura anima a abordar con nuevos ojos la poesía de Walt Whitman (que quizá, a la vista de lo poco que se le traduce y reedita, no goce de su mejor momento), crea la imperiosa necesidad de revisar nuestros conocimientos de esa bendita época del cine en que la experimentación rigurosa no estaba del todo separada del afán de impresionar al gran público, propone un recorrido refrescante por las vanguardias y aporta algunas claves útiles para el entendimiento de las mismas; entre otras, el determinante influjo del cine sobre todas ellas; pero, sobre todo, la idea de que la de mayor influencia y alcance, y la que en cierto modo las abarca a todas y tiene entidad de movimiento estético internacional, no es, como frecuentemente se ha dicho, el surrealismo, sino el más difuso, pero más hondo y decisivo, expresionismo.

No son ideas absolutamente originales. El impacto del cine sobre el arte de vanguardia es un hecho reconocido desde el mismo momento histórico en que éstas hicieron su aparición, y la constatación del mismo es ya un lugar común de la crítica literaria y la Historia del Arte. Tampoco la reconsideración de la importancia decisiva del expresionismo es nueva: como reconoce el autor, este cambio de perspectiva es ya visible en el propio Guillermo de Torre, el gran pionero hispánico en el estudio del arte nuevo, que en la edición de 1965 de su Historia de las literaturas de vanguardia concede a este movimiento una relevancia que no pudo percibir, quizá por excesiva proximidad a los hechos, cuando dio a la imprenta la primera edición de su magna obra, en 1925, en pleno fermento vanguardista.

El valor del ensayo de Darío Villanueva reside, más que en la originalidad de sus propuestas, en la inmediatez didáctica con que están expuestas, en la claridad con que consigue desarrollar una argumentación tan compleja y, sobre todo, en la brillante trasposición de sus conclusiones al ámbito de la literatura hispánica. En este sentido, su libro se suma a otras aportaciones más o menos recientes, coincidentes todas ellas en abrir nuevas perspectivas para abordar la literatura española del siglo XX fuera de los habituales moldes de manual: nos referimos a libros como Proyector de luna. La generación del 27 y el cine, de Román Gubern, o El poeta y la ciudad. Nueva York y los escritores hispanos, de Dionisio Cañas.

Villanueva cierra su recorrido, decíamos, con un cuidadoso examen de Poeta en Nueva York, sumándose a los estudiosos que han situado esta obra en la órbita expresionista; es decir, renunciando al fácil recurso a la irracionalidad y el automatismo surrealistas para explicar sus complejas imágenes, y atribuyéndolas a un método compositivo consciente y riguroso, sobre el que el cine ha dejado una clara impronta. Ni que decir tiene que el libro de Lorca se entiende mucho mejor desde esta razonable perspectiva. En este sentido, la aplicación del marchamo expresionista a Lorca no hace más que levantar la veda. ¿Acaso otros poetas del 27, que siempre se sintieron incómodos cuando se les imputaba la "escritura automática" y otros métodos compositivos surrealistas, no suscribirían con gusto una filiación estética que admitiera la manipulación racional de las imágenes, el propósito expresivo consciente, el riesgo calculado? Tales son los presupuestos del expresionismo, igualmente aplicables, como al Lorca de los poemas neoyorquinos, a los mejores poemas presuntamente "surrealistas" de Cernuda o Alberti.

Pero tampoco hay que extremar la importancia de las etiquetas. Que sacar a colación el expresionismo nos ayude a entender mejor los poemas de Poeta en Nueva York no significa que Lorca buscase con este libro una filiación estética ajena a los presupuestos con que había ido haciendo su obra precedente. Incluyendo en ésta, cómo no, el libro suyo que más denostaron sus amigos "vanguardistas" (notoriamente, Dalí y Buñuel): el Romancero gitano. Es posible que, como comenta Villanueva, el granadino quisiera sacudirse el baldón que supusieron las críticas de éstos a su libro más popular, y que para ello se alimentase preferentemente de algunos referentes estéticos predilectos de aquellos, tales como la idea visionaria de la ciudad moderna que habían popularizado películas como Metrópolis, de Fritz Lang. Pero también lo es que lo hace sin salirse de su mundo propio, de la audacia compositiva que exhibe la rica urdimbre imaginística y metafórica del Romancero, y acentuando un sentido trágico de la existencia que ya estaba presente en su obra anterior. Y respirando, cómo no, una atmósfera estética general que iba mucho más allá de las exigencias de su entorno inmediato.

Pero Lorca no es más que el destino de este viaje que abarca tres cuartos de siglo, y en el que parte del trayecto lo hacen conjuntamente un arte milenario y otro recién nacido. La crítica académica al uso no siempre ha sabido atender estas raras conjunciones por las que las artes se renuevan y cambian de sentido. Se da la circunstancia, además, de que, en el caso español, esa coyuntura de modernidad se presenta a veces con poderosos tintes anecdóticos y provincianos. Ensayos como el que nos ocupa ayudan a superar esta perspectiva limitadora, y a ver las realizaciones de nuestros grandes creadores en un contexto mundial del que ellos eran conscientes de formar parte; aunque sus nombres, por circunstancias tristemente conocidas, hayan quedado luego unidos a ciertos acontecimientos históricos difícilmente soslayables.