Ruido de fondo
David Gistau. Foto: Antonio Heredia
“Vivo de contar la realidad, sin ningún margen ni ninguna patente de corso de la imaginación, más allá de algún juego de estilo”. Son las palabras con las que alude Gistau (Madrid, 1970) al eje en torno al que gira el controvertido trabajo de columnista que ejerce a diario. Diez años lleva ya detrás de esa voz -enmascarada por un tono desafiante y un acento sarcástico- que raramente pasa desapercibida, voz emparentada con la de Umbral, con la salvedad -aclaró él mismo- de que su herencia procede de aquel cronista urbano “que sale a la calle, tira un arpón y caza una historia”. ésa condición es la que traslada a su primer intento por fabular un suceso tomado del lado más turbio del mundo urbano, de uno de esos ángulos de la realidad en la gran ciudad desde el que ven la vida jóvenes que viven la calle y anidan en ella y en ella sellan sus anhelos. Aunque aquí adopta otra voz y otros modos para convertirse en el narrador-protagonista de una trama que tiene su origen en una confusión de lealtades que constituyen el verdadero “ruido de fondo” del enredo policial en el que se ven envueltos unos y otros. él es periodista, señalado “como una de las promesas más sólidas de la nueva hornada de novelistas”, y su mujer una actriz de brillante porvenir.
Cuando se desata la acción nada parecía amenazar ese confort social pero la mala suerte le llevó a coincidir en París, en las horas previas al encuentro entre el Bayern de Múnich y el Real Madrid, con tres “colegas” de su pasado en una tribu urbana aferrada a un intocable código de camaradería. El encuentro se selló con el titular del día siguiente: un homicidio en el Barrio Latino fruto de una pendencia entre aficionados. Horas más tarde, en Madrid, comienzan las pesquisas policiales supervisadas por la voracidad de un comisario que pone plazo a su confesión en calidad de testigo de lo ocurrido. ¿El precio? Que nada amenace su “espléndido futuro”. Para “salir limpio” deberá regresar al Bernabeu, a un pasado del que se creía ya desvinculado, y pronunciarse…
ésa es, en esencia, la trama. Y hay que reconocer que en este formato conocido el autor despliega todas sus armas de persuasión logrando motivos para interpelar a lectores que no se sentirán defraudados: buen ritmo, ingenio y golpes de efecto constantes, diálogos grandilocuentes salpicados con guiños inspirados en el más puro cine negro… No está mal en una primera novela. Pero también hay objeciones -relativas, eso sí- entre las que destaca que arrima demasiado el registro expresivo a los costados de lo que más conoce, y que quizá debería atreverse a explorar otros vericuetos… A aprovechar ese ingenio repartiendo derechazos ágiles y directos para asaltar nuevas voces. En cualquier caso: bienvenido a la novela.