Image: Benazir Bhutto. Hija del destino. Autobiografía

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Letras

Benazir Bhutto. Hija del destino. Autobiografía

Benazir Bhutto

26 junio, 2008 02:00

Buttho toma la palabra en un mitin a finales de los 90. Foto: Archivo

Trad. E. Tremps/A. M. de la Fuente. Seix Barral, 2008. 544 pp., 22 e.

"Cuando, en 2007, me dispongo a regresar a Pakistán encarando un futuro incierto, soy consciente de lo que está en juego", escribe premonitoriamente Benazir Bhutto (B.B.) al final del libro en un capítulo escrito para esta edición, que ve la luz veinte años después de la original, publicada en los EE.UU. con el título Hija del destino y en el Reino Unido y Pakistán con el de Hija del Este."Sé que puedo ser arrestada. Sé que, al igual que Benigno Aquino en Manila en 1983, puedo se abatida sobre el asfalto del aeropuerto nada más aterrizar. Al fin y al cabo, Al Qaeda ha tratado de matarme varias veces, ¿por qué no ha de volver a intentarlo cuando regrese del exilio? Pero hago lo que debo hacer […] Asumo el riesgo de todos los hijos de Pakistán". A pesar de las múltiples amenazas recibidas, volvió el 18 de octubre de 2007. Recibida triunfalmente por tres millones de pakistaníes, poco después de la medianoche del 19, cuando se dirigía al mausoleo de Mohamed Alí Jinnah, el fundador de Pakistán, dos explosiones sembraron el caos en su comitiva. B.B. salió ilesa, pero 179 de sus seguidores, casi todos jóvenes de su Partido del Pueblo de Pakistán (PPP) que rodeaban su todoterreno para protegerla, perdieron la vida.

"Las circunstancias del intento de asesinato fueron sumamente problemáticas", señala Mark A. Siegel, amigo personal y asesor político de B.B., en el epílogo. "Cuando el todoterreno se acercó al lugar de la bomba, el alumbrado público se apagó de repente. Los inhibidores […] dejaron de funcionar. Y minutos después de la explosión se ordenó a la policía pakistaní limpiar el lugar a manguerazos, destruyendo pruebas forenses fundamentales. Nadie […] fue interrogado por la policía. La administración de Musharraf rechazó la petición de Bhutto de que Scotland Yard y el FBI colaboraran en la investigación". ( p. 484)

La tarde del 27 de diciembre se acabó su baraca. Tras otro multitudinario mitin en Rawalpindi, cuando el vehículo descapotable de B.B. salía del recinto, dispararon dos o tres veces contra la ex primera ministra, que cayó dentro del todoterreno mientras un suicida hacía estallar una bomba a pocos metros, llevándose por delante a veinte simpatizantes.La primera jefa de gobierno de un Estado islámico ingresó cadáver en el Hospital General de la ciudad y, como en el atentado del 19 de octubre, la policía limpió rápidamente la escena del crimen, destruyendo las pruebas forenses. En pocas horas el gobierno, marioneta del presidente Musharraf, dio tres versiones distintas y, en buena parte, contradictorias sobre las causas y las circunstancias de la muerte de Bhutto. Tras la victoria del PPP en las elecciones de febrero no deberían existir obstáculos para la investigación, pero seguimos sin datos nuevos sobre lo sucedido.

Toda la historia de los Bhutto, que B.B. narra en este libro con la ayuda de un escritor sin identificar, está llena de las mismas sombras, contradicciones y misterios. ¿Se volvió loco el verdugo que ahorcó al padre de B.B.? ¿Fue torturado hasta la muerte antes de ser llevado en camilla al cadalso? ¿Le obligó el dictador a firmar una confesión, según la cual él había organizado el golpe del 77 e invitado a Zia a hacerse cargo del gobierno? ¿Le empujó un oficial en la celda y murió al golpearse contra el muro? B.B. yace hoy enterrada al lado de su padre sin haber encontrado respuestas definitivas. No hubo autopsia. Circunstancias igual o más siniestras rodean la muerte de sus dos hermanos: el pequeño, Shah, envenenado (asesinado o suicidado, no sabemos) en Cannes en 1985 y el mayor, Murtaza, muerto supuestamente en un tiroteo con la policía en el 96.

Sin el último capítulo, Primera Ministra y más allá, y el epílogo de Siegel, la autobiografía que Seix Barral edita ahora en castellano, sería un relato apasionante y apasionado de lo sucedido en Pakistán entre 1979 y noviembre de 1988, un relato lleno de drama, paradojas y sorpresas, pero superado por el tiempo.

Con la actualización citada, los años de Zulfikar Ali Bhutto, padre de B.B. y fundador del PPP, su destitución como primer ministro en 1977 y su ejecución dos años después por orden de Zia Ul Haq se convierten en un espejo de la dictadura de Musharraf, todavía sin concluir. Cada crimen de Musharraf parece una pobre imitación de los crímenes de Ul Haq, núcleo de esta obra, en la que, por razones que se nos escapan, el nombre de Islamabad empieza siempre con minúscula.

B.B. presenta un Pakistán partido entre unas fuerzas de progreso, paz y democracia dirigidas por los Bhutto, en realidad una de las familias feudales más ricas de Sind desde mediados del siglo XIX, y unas fuerzas retrógradas, oscuras y autoritarias: casi todos los demás dirigentes que ha tenido el país. Demasiado simple. El padre de B.B. aparece como un modelo de santidad que dio la vida por su pueblo. Fue, ciertamente, el primer jefe de gobierno pakistaní elegido en las urnas y el negociador de los primeros acuerdos de paz con la India tras la ruptura de lo que hoy es Bangladesh, pero, además de las nacionalizaciones y de nombrar a Zia jefe de Estado Mayor, su mandato estuvo salpicado de tanta o más violencia y corrupción que los de sus predecesores. Se comprende la dificultad para reconocerlo de una atractiva e idealista joven que, mientras su padre hacía historia, recibía la mejor educación -cuatro años en Harvard y tres en Oxford-, se codeaba con los Kennedy y los Galbraith y recibía lecciones de viva voz de los mismísimos Henry Kissinger y Chu En Lai en sus mejores tiempos.

La vida de B.B. se lee como una tragedia griega, siempre en campaña, con pausas de cárcel y de exilio, siempre conspirando y siempre amenazada. Si los grandes gurús de Washington se hubieran tomado en serio sus advertencias contra los frutos destructivos que, en aras de la lucha contra el comunismo, acabaría dando el apoyo estadounidense a Zia y a los islamistas más radicales en los años 80 en Afganistán, seguramente se habrían evitado los talibán, Al Qaeda, Bin Laden y el 11-S.

Para valorar en sus justos términos la vida y obra de B.B. conviene completar la lectura de Hija del destino con la de su obra póstuma, Reconciliación. En ella desarrolla la visión del Islam como la "religión abierta, plural y tolerante" que su padre practicó y que, con ayuda de Occidente, deberá imponerse si no queremos que se eternice y extienda el choque de civilizaciones apuntado a comienzos de los 90 por Samuel Huntington.

"Enviaron al hijo de Bin Laden a matarme"

Bhutto denunció en su Autobiografía a sus posibles asesinos

En Hija del destino Benazir Bhutto revela que Pervez Musharraf, el primer ministro de Pakistán, le advirtió de no menos de cuatro conspiraciones que pretendían eliminarla. Al frente de una de ellas estaría Hamza Bin Laden, el hijo adolescente de Osama Bin Laden, que al parecer está siendo adiestrado para convertirse en el futuro líder de Al Qaeda y que, según fuentes de la inteligencia estadounidense, podría estar fogueándose en la frontera de Afganistán. "Tanto el régimen de Musharraf como el gobierno musulmán extranjero -escribe Bhutto- me dijeron que cuatro escuadrones de dinamiteros suicidas intentarían matarme. Entre estos se incluía,a los escuadrones enviados por Baitulá Mehsud, el caudillo del Talibán; Hamza bin Laden; los milicianos de la Mezquita Roja, y una milicia con sede en Karachi". El magnicidio que le costó la vida confirmó los peores augurios.