Image: Jardines errantes Cartas 1952-1992

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Letras

Jardines errantes Cartas 1952-1992

Octavio Paz

31 julio, 2008 02:00

Octavio Paz. FOTO: Carlos Miralles.

Seix Barral. Barcelona, 2008. 256 páginas, 20 euros / Cartas a Tomás Segovia (1957-1985). Fondo de Cultura Económica. Madrid / México, 2008. 200 páginas, 18 euros

Tal vez la literatura transmitida en material papel se encuentre en dificultades, como aseguran determinados apocalípticos. Pero no cabe duda de que el género epistolar, en la forma que se entendió desde la Antigöedad hasta la aparición del correo electrónico, tiende a desaparecer, condenado a la extinción. Y es ahora, cuando los epistolarios pueden engrosar los conjuntos documentales históricos de archivos, cuando la crítica se interroga sobre la naturaleza de este subgénero, su peculiar retórica y circunstancias, al margen del indiscutible valor testimonial.

Cuando se cumple el décimo aniversario de la desaparición de Octavio Paz (México DF, 1914-1998), al epistolario con Pere Gimferrer, ya publicado en 1999, con el título de Memorias y palabras, se suman ahora estas otras dos muestras de un Paz corresponsal, fruto de relaciones que pueden deducirse del contexto, ya que sólo conocemos una parte -la del poeta- de interés también desigual. J. C. Lambert (París, 1930) fue el primer traductor de Paz al francés, pero, poeta él mismo, amigo personal -se conocieron en 1951- tuvo, según se desprende del epistolario, una vida sentimental azarosa y nómada. Tal vez lo que al lector menos le interese sea la preocupación de Paz por la interpretación correcta de sus textos vertidos al francés. Pero incluso aquí se muestra flexible, salvo cuando está muy seguro de lo que su francés le permite.

Mayor interés tendrán las reflexiones sobre los lugares exóticos en los que vive y cuanto le suponen de reflexión que trasladará a su obra de creación o a su ensayística (otra forma creativa): "Aquí, en esta horrible ciudad -y en este hermoso país todo es bello, salvo Tokyo- no pasa nada, excepto el tiempo. Y el tiempo ¿realmente pasa? A veces pienso que vivo fuera del mundo, en otro tiempo, y que lo que me rodea es una espantosa -por mediocre- decoración teatral de una obra realista" (p. 15). Un año más tarde, desde Ginebra, la confidencialidad es mayor: "Todavía no conozco una tentativa amorosa que haya terminado bien. Acaso la esencia del amor consista en un breve choque y luego la separación, la muerte o la lenta transforación del amor en odio mutuo" (p. 52). El paso de los años incrementará la confianza y, al tiempo, el interés de las cartas de Paz. Descubriremos la gestación del Nobel: "Me parece magnífico que Artur Lundkvist se haya decidido a traducir La Estación Violenta al sueco. Me doy cuenta de que tú eres el origen del interés de Lundkvist". Lambert elaboraría también una antología de poetas suecos que tradujo al francés. Y desde el grupo de vanguardia "Cobra" manifestaría su interés por el arte mexicano. Paz admitirá que el prólogo a su traducción francesa de Libertad sobre palabra "es lo mejor que se ha escrito sobre mí" y como poeta le situará como epígono de Eluard. Ya en 1965, admite que "entre Sartre y De Gaulle, me quedo con el segundo: representa no una ideología sino una conciencia histórica nuestra- europea e hispanoamericana" (p. 160). Tendremos noticias de la edición de Blanco e incluso del inesperado éxito de "Plural": en dos días la revista vendió 10.000 ejemplares del primer número. Poco después alcanzará los 25.000. Pero, en 1974, admite que "América Latina se ha vuelto un continente estúpido" (p. 223). El epistolario se espacia en los últimos siete años. La edición es correcta, aunque desmerecen algunas incómodas erratas.

Mayor empaque posee el epistolario dirigido a otro poeta hispano-mexicano, Tomás Segovia (nacido en 1927). Las sensibilidades son afines, así como el mundo cultural. El epistolario se inicia tras la lectura de la crítica de El arco y la lira, que Segovia había publicado en la "Revista Mexicana de Literatura" a fines de 1956. Pronto se utilizará el tuteo y una confianza poética en la que descubriremos explícitas las intenciones de Paz respecto a alguno de sus libros fundamentales, así en poesía como en los ensayos. También los de Segovia y los vagos inicios y dificultades para configurar una revista que se convertirá más tarde en "Plural", clave de la cultura hispánica de la época. La correspondencia es intensa en la década de los 60 y se torna más escasa en las posteriores. Desde su embajada de México en Nueva De-lhi se cruzan reflexiones que habrán de iluminar, incluso, aspectos íntimos en la biografía de Paz: "Desde antes que muriese mi padre -y murió cuando yo tenía 21 años- supe que yo tenía que asumir el ser el padre de mis padres" (p. 77). Explicita Paz sus relaciones con los surrealistas franceses y entiende que "Piedra de Sol es lo que está después de mis experiencias surrealistas y simultáneamente lo que va al encuentro del surrealismo. Creo que lo mismo se puede decir de lo que he escrito en los últimos 15 años y, asimismo, de mi relación personal con André Breton y los surrealistas: en sentido estricto no soy uno de ellos pero no me siento ajeno a ellos -ni creo que ellos se sientan del todo ajenos a mí" (p. 63). El lector descubrirá algunas claves desde la perspectiva del "ser" de los mexicanos que preocupó tanto a Paz: "El destino de los mexicanos es ser monumento público, momia o cascajo desparramado" (p. 120).

Por las páginas desfila una intelectualidad compartida. Pese a formar parte de promociones distintas, coinciden en rigor, en preocupaciones y amigos. Desde Paz destaca la figura de Carlos Fuentes. Figura, al paso, el controvertido "Congreso por la Libertad de la Cultura", con un trasfondo cubano incompatible. Lecturas: desde Rimbaud a Gorostiza o el papel que le otorga al propio Segovia. Incluso advertiremos la preocupación por España: "perdió en un momento de su historia la capacidad de reconocimiento" (p. 147). Una carta de 10 de enero de 1975 resulta fundamental. En ella, tras haber fundado "Plural" con Segovia, éste abandonó la secretaría de la revista, y lo justificó en una carta, de la que poseemos sólo referencias indirectas, donde "me acusabas de ‘colaboracionismo’ con el PRI" (p. 175), junto a Fuentes; pero poco antes ya advierte que "el PRI es un resumen de México, mejor dicho, un florilegio. Tampoco es culpa del PRI que abunden más las espinas que las rosas". De los amplios periplos del poeta y embajador, destacan las discusiones, comentarios a lecturas, alusiones a la calidad de algunos poetas mexicanos, su relación con "Los Contemporáneos", el descubrimiento del pensamiento oriental o de Wittgenstein, interpretado a la luz de sus recientes descubrimientos orientalistas: "la lógica no es sino la máscara del principio del nirvana, la máscara de la muerte. Detrás de ella no hay literalmente nada" (p. 145). En la última carta, de febrero de 1985, lamenta el silencio de "Vuelta" a la recopilación de la poesía de Segovia y lo justifica con razones que posiblemente a aquél le parecieron débiles, ya que con ella se cierra la comunicación entre ambos. Algún día habrá que publicar las cartas de Tomás Segovia a Octavio Paz, si se conservan, para obtener cabal idea de un epistolario de altura intelectual, de ambiciones literarias, de proyectos que llegaron a buen puerto y otros que fracasaron en el camino. Abundan también otras preocupaciones más materiales.