Image: David Trueba: “Aún no sé cuál va a ser mi próximo atentado cultural”

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Letras

David Trueba: “Aún no sé cuál va a ser mi próximo atentado cultural”

Lo mejor de 2008: Ficción en español

31 diciembre, 2008 01:00

David Trueba

Especial: Lo mejor del año

Tras publicar Abierto toda la noche en 1996 y Cuatro amigos en 1999, David Trueba (Madrid, 1969) rompió en 2008 un silencio narrativo de casi una década con Saber perder (Anagrama), elegida por los críticos de El Cultural como la novela del año. Ahora, el director de cine y guionista confiesa que durante algún tiempo no pudo dedicar un minuto a escribir, aunque iba dando vueltas a esta relato, hasta que llegó ese día "en que si no te encierras a escribir te sientes el hombre más miserable e infeliz del mundo".

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Sin ese impulso, sin esa necesidad, Saber perder no existitía porque, como explica el propio Trueba, "para alguien tan inseguro como yo, sentir la necesidad es la única manera de vencer el miedo y escribir".

Tímido y provocador a un tiempo, David Trueba recuerda ahora que el primer reto al que hizo frente con la novela fue el de "no volver sobre lo que ya has hecho. Las voces que ya has sacado, los desarrollos que ya has tocado en otras novelas o en otras películas no me interesan demasiado. Se trata de explorar algo nuevo. Sobre todo de empezar de cero, que la novela no sea deudora de otras cosas anteriores. Dejar que la historia y los personajes vayan creciendo. Cada vez más los encuentro en la vida, mirando alrededor y luego tratando de destilarlos para que sean asequibles en una novela. Varias situaciones de la novela procedían de la vida real, así que se trató de ir alimentando el ovillo hasta que formara un todo.

-¿Recibió alguna sugerencia de su editor al recibir su original...? ¿La dio a leer a sus amigos?
-Con Jorge Herralde tengo una relación cordial, pero mantenemos un contacto puntual. él es bastante discreto y yo trato de no dar el coñazo, porque sé que los editores tienen muchos escritores alrededor y no pueden ocuparse de ti como si fueran una mamá entusiasta. Así que puede decirse que casi desaparezco hasta que llego con una nueva novela. Tengo cuatro o cinco personas de absoluta confianza a los que paso el libro recién terminado y escucho sus consejos, sus dudas, sus correcciones. Luego está Peter Schwaar, mi traductor al alemán, hace una lectura increíblemente puntillosa y gracias a él corrijo detalles importantes.

Tiranía del tiempo acelerado
-¿Esperaba que la respuesta de crítica y público fuese tan entusiasta? ¿Qué es lo que más le ha sorprendido?
-Por una cierta naturaleza fatalista suele enfrentarme a cada publicación pensando en que no pasará nada especial. Se publican muchos libros al año y se estrenan muchas películas, así que lo normal es que las tuyas no signifiquen demasiado. Mi esperanza es que lo que haces rete al tiempo, empeñándose en persistir pese al ritmo de novedades. Sobre todo en una civilización como la nuestra donde lo que ocurrió hace dos días es casi el pasado remoto. Esta tiranía del tiempo acelerado solo la puede vencer la calma y una cierta confianza en que al final siempre hay algún lector o algún espectador. Por eso esperar el éxito o la resonancia sólo te conduce a la frustración. Si luego llega algo, estupendo.

El éxito, un accidente laboral
-Tras leer la novela, parece inevitable preguntarle qué es el éxito para usted, y qué el fracaso.
-Son accidentes laborales. Se dan en las profesiones públicas y a menudo están sobredimensionados. Ni el éxito es una cosa tan enorme como lo pintan ni el fracaso es tan deprimente. Yo creo que escribir es el éxito. Lo que pasa después es incontrolable. Así que hay que apostar por el trabajo, no por la propaganda. En ese sentido me siento muy cómodo en mi editorial, porque no hace lanzamiento promocional excesivo, sino que confía en que el libro sobreviva.

-¿Con cuál de los personajes se identifica más, a quién le ha prestado más de sí?
-Es extraño porque tiendo a proyectarme en todos los personajes que escribo. Me esfuerzo por entenderlos, que es mucho más interesante que justificarlos. Me gusta que hagan cosas feas y que aún así te obliguen a acompañarlos en el viaje. Creo que Sylvia por su juventud, por su aliento vital, porque posee más futuro que pasado, me hace sentir mayor entusiasmo que los otros.

-Creo que ha dicho que le gustaría ser como Leandro cuando sea viejo... ¿Se imagina quizá como un superviviente ochentón, aferrado a la vida y al deseo?
-No, no, no me gustaría fundirme la jubilación en prostitutas. Lo que pasa es que me temo que lo que nos cuentan de los viejos, de lo que sienten, de lo que piensan, de los que desean, no se acerca mucho a la realidad. El viejecito simpaticote y con sabios consejos del mundo rural que sale en las series de televisión me parece que tiene poco que ver con la realidad.

-¿No cree que con la crisis se van a multiplicar las situaciones alegales, que van a proliferar los trabajos al borde de la legalidad?
-Por supuesto, la situaciones de desigualdad social provocan que una gran parte de la población viva al margen, en el subsuelo, en un mundo invisible. El otro día en la farmacia encontré a un chico rumano que preguntaba por cereales para dar de comer a un bebé de cuatro meses. Me di cuenta de que no tenía pediatra, ni sabía lo que hacer ni lo que era recomendable. Por supuesto ni tenía dinero ni sabía lo que era el gluten, ni el percentil ni eso que para cualquier padre son casi tópicos. Sobrevivir sigue siendo la gran aventura, no tiene nada que ver con el mundo ficticio de las encuestas, los medios de comunicación, el ocio o la cultura.

Desamor y soledad
-¿Cada día hay más Lorenzos por nuestras calles, más gentes con demasiado desamor?
-Más que el desamor, la soledad es una sensación bastante agobiante. El otro día mi hija se fracturó el codo y tuve que pasar por tres médicos antes de un se decidiera a tocarle la articulación, palparle. Ese miedo a tocar, a entrar en relación directa, es sólo una expresión de las miles de barreras de aislamiento donde nos movemos. Hay que hablar, y hay que evitar que nos conviertan en plástico. Todas esas portadas de revistas femeninas con las chicas retocadas por Photoshop para no tener ni una arruga ni una imperfección son un enorme paso atrás en la evolución.

-¿La sociedad española es o suficientemente solidaria como para hacer frente a la crisis sin perder la dignidad (es decir, sin practicar un sálvase quien pueda salvaje)?
-Puede que la crisis haya llegado en un momento perfecto. Donde aún se puede rectificar y darle a la educación el valor que merece, en lugar de concederle todo el prestigio al dinero y la propaganda. Pero con la televisión en manos de delincuentes culturales y el poder político demasiado controlado por enormes empresas con intereses particulares, me temo que lo que haremos será parchear el problema e ir tirando. Hoy tiene más importancia que se sigan vendiendo móviles o coches que se formen buenos profesores.

-La estructura adoptada en Saber perder ¿permitiría una buena adaptación cinematográfica? ¿le gustaría hacerla usted mismo?
-Con mis novelas, precisamente porque yo trabajo también en el cine, he puesto una barrera de protección. No dejo que se adapten. Ni yo las hago. Es vital para mí que sigan siendo dos parcelas independientes en mi vida. Voy de una a otra como quien cambia de país o de piel. Me sirve para sobrevivir, para mantener intacta la ilusión del primerizo. Pero eso no significa que esté en contra de las adaptaciones al cine, me refiero sólo a mi caso particular. El cine muchas veces desnuda la calidad real de una novela, porque la desnuda, le quita aderezos y deja sólo la esencia. Y te llevas sorpresas...

-En la novela tiene un gran protagonismo Ariel, una estrella del balón. Creo que además Guardiola participó en la presentación de la novela. ¿Es el fútbol como una metáfora de la vida? ¿Por qué?
-Sí, Guardiola presentó el libro en Zaragoza, cuando era entrenador del equipo de Tercera División. Nos hicimos amigos hace mucho tiempo y me enseñó a mirar el fútbol con otros ojos. Me alegro de que haya podido ganar partidos siguiendo a rajatabla su manera de entender el juego, sin traicionarse. El fútbol me parece un medio muy complicado, porque está rodeado de corrupción, intereses cruzados y los jugadores muchas veces carecen de otra capacidad que no sea la destreza física. No creo que la vida real sea tan turbia y exigente, tan llena de traiciones y falsos amigos.

La Nueva Ola
-¿Quién sería, a su juicio, el Kun Agöero de nuestras letras?
-Por suerte la literatura no se rige con valores deportivos, salvo en listas de ventas y esas cosas. Hoy el escritor crack sería Bolaño, entre otras cosas porque para triunfar de verdad hay que morirse. Pero yo creo que hay mucha gente disputando la historia de la literatura en Tercera Regional que pueden lograr el triunfo de darle placer a alguien que los lea hoy o dentro de quinientos años.

-¿Qué autores españoles actuales prefiere, y a quienes considera además sus maestros?
-Me siento muy cercano a la llamada Nueva Ola Aragonesa de Félix Romeo, Ismael Grasa, Rodolfo Notivol, Miguel Mena y Daniel Gascón. También a gente como Jordi Puntí, Pedro Zarraluqui, Ignacio Martínez de Pisón, Javier Cercas o Joan Miquel Oliver. En cuanto a los maestros, no sé, prefiero libros concretos que colocar a gente en pedestales. Conversación en la Catedral, El Jarama, Los ilusos. La Habana para un infante difunto, los cuentos de Monterroso, las columnas de Vicent, las canciones de Sisa, los dietarios de Pla, los cuadernos del pintor Solana y los versos de Nicanor Parra. Entre muchos otros...

-¿Tiene ya claro cuál va a ser su próxima novela, o comienzan ahora unas "vacaciones" como las que, al parecer, ha mantenido tanto tiempo con el cine?
-Sinceramente no sé cuál va a ser mi próximo atentado contra la cultura. Ahora estoy escribiendo un panfleto apresurado sobre el cine que me gusta. En cuanto al cine, hago cortos y tengo un par de proyectos underground. Pero mi gran proyecto es montar un canal de televisión independiente.