Image: La invasión pacífica. Los turistas y la España de Franco

Image: La invasión pacífica. Los turistas y la España de Franco

Letras

La invasión pacífica. Los turistas y la España de Franco

Sasha D. Pack

3 julio, 2009 02:00

Turistas paseando por la Gran Vía madrileña en 1960

Traducción de Ana Marí. Turner. Madrid, 2009. 344 páginas, 28 euros

Excluida de Naciones Unidas (ONU) desde 1945 y sancionada hasta 1959, España, aislada y sin aliados, quedó marginada de la reconstrucción europea empujada por el Plan Marshall. Francia mantuvo cerrada su frontera al comercio español, con contadas excepciones, entre 1946 y 1949. En dicho año entraron en España 283.890 turistas. En Italia lo hicieron 1.900.000 personas y en Francia 2.800.000. Un cuarto de siglo más tarde, la cifra de visitantes se había multiplicado por más de cien y España registraba un gasto turístico per cápita superior al de sus competidores. En 1975, nos visitaban 30 millones de turistas y en 1995 lo hacían más de 62 millones.

Sin embargo, la importancia de estas cifras no debe quedar reducida a la dimensión económica. Un movimiento tan gigantesco de personas tuvo consecuencias políticas, laborales y culturales que, por otra parte, no se circunscribieron sólo a España. La extensión de la cultura del ocio ayudó a reconstruir una Europa destrozada por la guerra. En el plano de la psicología colectiva contribuyó a que los alemanes metabolizaran los fantasmas del nazismo y los franceses se recuperasen de la humillación de la Francia ocupada. Todo ello en el conjunto de una Europa traumatizada por el conflicto bélico.

En estas páginas, el objetivo de Sasha D. Pack (Pennsylvania, 1975), profesor en la Buffalo State University, es mostrar el despertar del turismo en una España salida de la Guerra Civil, aislada internacionalmente y con una "leyenda negra" favorecida por la dictadura. El periodo histórico que presenta Pack se circunscribe a los años en los que gobierna Franco. No obstante, a lo largo de La invasión pacífica se insiste en la idea de que, para percibir con claridad lo que significó el turismo en esos años, hay que contemplarlo a través de la lente del regeneracionismo de finales del siglo XIX y principios del XX.

El hilo conductor escogido por Pack lo marca el devenir de la historia del turismo en España. Su texto comienza con unas páginas introductorias en las que se señala el atraso español en comunicaciones, hospederías, red sanitaria y seguridad. Preocupado el ministro Jovellanos por el mal estado de las carreteras, lanzó un plan de mejoras que logró que, como señala Pack, a mediados del XVIII, la velocidad con la que podía desplazarse un viajero fuese de 50 a 60 kilómetros diarios, distancia similar a la que podía alcanzarse en Francia. Por desgracia, la invasión napoleónica y la primera Guerra Carlista, concluida en 1839, estancaron la mejora viaria. En España se suspendió el servicio de diligencias "hacia 1854", pocos años después de que comenzase a utilizarse el tren, construido con un ancho de vía distinto al europeo.

La costumbre de los baños de mar, del "veraneo", coincidió según Pack con un espíritu modernizador, hechos ambos que tras la perdida de Cuba y de los restos del imperio comenzaron a calar en la población. Alfonso XIII creó en 1905 la primera comisión destinada a fomentar el turismo. La necesidad de un "regeneracionismo" que impulsase el desarrollo condujo a considerar el turismo como una evidente posibilidad de mejora social. Personajes como los marqueses de la Vega Inclán o de Marianao contribuyeron a reconstruir y conservar la Casa del Greco en Toledo y un sin fin de piezas del patrimonio histórico. Este espíritu modernizador, tan presente en Ortega y Gasset o Unamuno, fue recogido por la II República. Estableció la Dirección General de Turismo (DGT) y desde ahí luchó por entrar en el Comité Turístico de la Liga de Naciones con el fin de potenciar la entrada de extranjeros. Hasta el comienzo de la Guerra Civil, las costas del País Vasco y de Santander eran los destinos de playa más frecuentados. Como señala Pack, el gobierno de la República fomentó en la Costa Brava dos enclaves de lujo: S’ Agaró y Tossa de Mar. Mallorca comenzó a recibir a británicos adinerados.

El golpe de Franco interrumpió casi por completo el turismo. Tras la II Guerra Mundial no existía infraestructura capaz de impulsar una industria turística solvente. Como Pack va mostrando, el régimen franquista se dejó pernear por el turismo. A la vista de las primeras divisas, se entendió que era necesario modernizar carreteras y ferrocarriles. Al mismo tiempo se desplegó la red de Paradores Nacionales y la iniciativa privada comenzó a construir hoteles en las zonas de playa. Con los turistas llegaron los bikinis.

La llegada de Fraga Iribarne, en 1962, al Ministerio de Información y Turismo, en sustitución de un pacato Arias Salgado, es vista por Pack como algo decisivo en el posterior desarrollo del turismo español. Su decidido espíritu reformista y su capacidad para influir en los restantes miembros del Consejo de Ministros consiguió que aeropuertos, carreteras y alojamientos mejorasen. La llegada de los charter supuso descentralizar las líneas aéreas. Los vuelos entre la costa y los distintos países europeos ya no pasaban por Madrid. Al mismo tiempo que turismo y permisividad sexual se iniciaban como un dúo que ha pervivido con los años, se revitalizaba la ruta de peregrinaje que conduce a Santiago de Compostela. Uno de los grandes centros europeos de espiritualidad entre los siglos XI y XV quedaba recuperado para turistas y peregrinos.

Cuando Fraga dejó el ministerio en 1969, las inversiones tanto públicas como privadas eran ya cuantiosas y España se había convertido en una gran potencia turística. La especulación incontrolada sobre el suelo ya se había instalado, como muy bien señala Pack. La construcción de mala calidad era moneda de cambio, y las urbanizaciones grandes y pequeñas comenzaban a enseñorearse del paisaje. En esos años, el célebre Club Mediterranée se había convertido en un éxito y un modelo. Tal como señala Pack, en los años dorados de la era Fraga el 90% de los turistas europeos elegía España para pasar sus vacaciones.

El poso que Pack quiere dejar en el lector lo expresa muy bien al final de su obra: "Las fuerzas del turismo, el europeismo y el mito de la modernización, todas ellas de signo internacionalista, actuaron en concierto para reforzar la soberanía de España como Estado-nación". Esta visión positiva del turismo está construida sobre una consistente base documental. Añádase a ello una prosa ágil y entretenida y se tendrá un texto en el que España se ve reflejada en su turismo. Queda excluida cualquier diatriba contra el turismo como las escritas por Lévi-Strauss, J. Carroll, Chris Rojek o tantos otros. Ya se sabe, nunca llueve a gusto de todos.

LLueven ranas en La Mancha

Una forastera en el campo español

Junto a ensayos históricos, económicos, sociológicos y culturales sobre el turismo y su papel trasformador de nuestra realidad, han proliferado desde hace siglos los libros que ofrecen el punto de vista del visitante extranjero, siempre perplejo ante nuestras costumbres. Un buen ejemplo es el recentísimo Llueven ranas en La Mancha, de Juana Samper Ospina (Espasa), periodista colombiana que se instaló con su familia en un pequeño molino de Utande, un pueblo de Castilla-la Mancha. Corresponsal de "El Tiempo" de Bogotá, explica que un día salió a cultivar tomates y le salió este libro, rebosante de anécdotas y sentido del humor.