Image: Azul serenidad o la muerte de los seres queridos

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Letras

Azul serenidad o la muerte de los seres queridos

Luis Mateo Díez

1 octubre, 2010 02:00

Luis Mateo Díez. Foto: J. Casares

Alfaguara


Sin duda es ya un narrador bien consolidado, pues de otro modo, acaso Luis Mateo Díez (Villablino, León, 1942) no se hubiera sentido dispuesto a afrontar un libro fronterizo. Una página web lo califica de autobiografía, y por supuesto todo lo que se narra es autobiográfico, pero aún con ello el texto queda muy lejos de tal definición. Libro breve y resuelto en capítulos breves y en párrafos anchos que sugieren cierta autonomía de unos con otros, estamos ante un texto donde el relato biográfico de fondo, se vuelve por momentos temblor de prosa lírica y también cuaderno de apuntes reflexivos, que miran al ensayismo poético. Leyendo este libro delicado, leve y frágil, uno no puede menos que recordar que, allá por 1972, Luis Mateo (como otros narradores leoneses de su tiempo) se inauguró como poeta, exactamente con Señales de humo, del año referido.

Ante la muerte de dos seres familiares y queridos, su sobrina Sonia y su cuñada Charo, en menos de un año, el narrador empieza a contar la sensación de pérdida y estupor que toda muerte de un ser cercano conlleva, y poco a poco, sin dejar de reflexionar y meditar más que narrar (ya he dicho que la narración es un telón de fondo) Luis Mateo se alarga a evocarnos, hacia atrás, la muerte de su madre primero y luego la de su padre, Florencio, que pasó años tristes de inquerida viudedad. Pero es la pincelada poética y pensante la que domina el breve conjunto. Así el propio título del libro procede de una carta escrita por la sobrina fallecida, fotógrafa, que es quizá la que asume mayor protagonismo, al presentarla como un ser hermoso y lleno de íntimas turbulencias interiores, hasta quedar sugerido (nunca dicho) que la muerte de la joven pudo ser una muerte escogida, voluntaria, o que cuando menos sus problemas psíquicos pudieron tener que ver con su final. Sonia es el ser creativo y joven cuya muerte, obviamente, más ha inquietado al escritor.

Pero la idea general alcanza a todos los seres queridos, incluyendo a un lejano pariente que nunca salió del pueblo y que murió sentado en la escalera de su casa, cuando subía a dormir… De Sonia se dice: "Ella no iba a ningún sitio sin que dejase entrever la tensión de estar huyendo…" Pero es el tono meditador con pincel lírico el que más avalora este texto: "Entre la capacidad y la incapacidad de vivir también hay una línea de sombra." O : "La muerte exilia a los que quedamos vivos, leí alguna vez, porque la desaparición de los seres queridos nos deja fuera de las fronteras en que eran posibles los afectos, y es un exilio que se parece a la orfandad".

Por eso quien crea que Azul serenidad es una autobiografía, por fragmentaria que se intuya, le parecerá muy corta. También hallará cortedad quien busque un mero prontuario filosófico o llanamente un texto de prosa evocativa. De todo ello hay en el libro, pero se da mezclado, depurado y en cortas raciones que nos ayuden a entrar en lo que parece ser la intención básica de un libro tan sencillo como bello: habituarnos a la orfandad de la falta de los seres queridos, asumirla, paladearla, y que esos seres queridos (como no podría ser de otra manera) nos sigan dando ánimo o palabras, porque inevitablemente habitan en nosotros.

Por eso Azul serenidad no es una elegía ni un epicedio, es un acercamiento a la consolación, un ansia de transmutar el dolor en la fértil comprensión hacia las personas cercanas e idas. Un libro de dificil ubicación genérica -nada importante al caso-poco frecuente en los hábitos literarios españoles (se da más en Francia, verbigracia) en el que un texto cuidado y volcado al pensamiento lírico, quiere ayudarnos a reflexionar sin perder las emanaciones de lo literario, y en este caso concreto, además, a ser algo así como un manual de consuelo ante la muerte próxima y ante la muerte en sí. Pues nuestra o ajena, está en nosotros y es bueno hablarle quedo y claro, azul.