GTB haciendo fotos en el monasterio de Armenteira (Pontevedra). Col. Fundación Gonzalo Torrente Ballester, Santiago de Compostela.
El anuario de la Real Academia Española documenta que ¡ya en el año 1993! Gonzalo Torrente Ballester empezó a utilizar el correo electrónico. Un detalle sorprendente, desde luego, que pocos podrían imaginar en un intelectual (profesor, crítico, escritor, dramaturgo...) reconcentrado en los libros. Sin embargo, si se visita la exposición organizada por la Sociedad Estatal de Acción Cultural en la Biblioteca Nacional al autor de Los gozos y las sombras (abierta al público a partir de este viernes) ese dato no chirriaría tanto. Es curioso comprobar el gran interés que tenía hacia las nueva tecnologías.En las 12 vitrinas que conforman la muestra Los mundos de Torrente Ballester, comisariada por Miguel Fernández Cid y Carmen Becerra, se pueden encontrar todo tipo de artefactos técnicos manejados por él en sus trabajos creativos. Por ejemplo, llama la atención el enorme magnetófono donde grababa sus conferencias. Incluso se puede escuchar la grabación de una que pronunció sobre El Quijote. Pero no la conferencia en sí, ya enlatada y pulida, sino la preparación, que tiene más gracia: Torrente Ballester pierde el hilo de sus razonamientos contemplando a un niño que pasa por la calle o de pronto se pone a silbar un tango.
Su hijo Álvaro, que desde 2009 preside la fundación dedicada al autor gallego, ensalza los hallazgos de la exposición: "Descubre muchas facetas apenas conocidas, porque su universo era muy complejo, muy rico. No se reducía a la escritura". Quizá una de las facetas más llamativas que saca a relucir es su relación con la fotografía. Hay 25 imágenes tomadas por el propio Torrente con sus cámaras, también expuestas y que son muy avanzadas para la época en las que las utilizaba, los 50 y los 60.
"A la fotografía recurría mucho para documentar ambientes y espacios que luego recreaba en su obra literaria", explica Miguel Fernández-Cid, encargado de seleccionar las instantáneas. Hay una serie de fotografías de Pontevedra que remiten rápidamente al microuniverso costumbrista de Los gozos y las sombras. Su sentido de la perspectiva, sin embargo, revela también una gran modernidad. "No hay tomas frontales, sobre todo retrata detalles, rincones, itinerarios...", remata Fernández-Cid.
De sus rifirafes con la censura también queda constancia, en diversas cartas cruzadas con los censores, algunos de la talla del mismísimo Fraga Iribarne. Torrente Ballester se dirige al que había sido su alumno para pedirle que no suprimiera algunos pasajes de su novela Off-side. Afirma que está dispuesto a renunciar a alguna escena sexual demasiado explícita pero que no puede ceder en elementos estructurales.
Especialmente reveladora es la nota del censor ante el desconcierto que le provocó una de sus novelas más experimentales: La saga/fuga de J.B. Dice así: "Es totalmente imposible de entender. La acción pasa en un pueblo imaginario, donde hay lampreas, un Cuerpo Santo que apareció en el agua y una serie de locos que dicen disparates". El funcionario en cuestión está tan descolocado ante lo que acaba de leer que ni siquiera sabe qué hacer, si censurar o no el texto. Al final opta por lavarse las manos, es decir, por el "silencio administrativo". Los mundos de Torrente Ballester son demasiado para la España burocrática franquista. ¿Y para la actual? Su hijo Álvaro responde: "Yo creo que, por desgracia, Torrente Ballester hoy está demasiado olvidado".