Martin Oehlen Sabine Vogel

El éxito de Haruki Murakami (Kioto, 1949) es grandioso. Hace unos años era más popular en Europa que en su propio país, pero el autor de Crónica del pájaro que da cuerda al mundo o Tokio blues ahora arrasa también en Oriente: en Japón vendió más de 500.000 ejemplares de su última novela, 1Q84, pocas horas después de lanzarla.

Desde que salió a la venta, más de un millón de japoneses y dos millones de chinos y coreanos han adquirido el libro que publica la semana que viene Tusquets en España, en versión de Gabriel Álvarez Martínez.

El Cultural ofrece hoy una de las pocas entrevistas concedidas por el escritor, en este caso a un diario alemán, así como el comienzo del libro, una historia de ciencia ficción sobre una asesina que descubre un misterioso mundo subterráneo .

La cifra inicial de 40.000 ejemplares de la primera edición alemana no fueron suficientes para satisfacer a una legión de fans que crece a toda velocidad. El autor, de 62 años, fue recibido como una estrella del pop cuando apareció por sorpresa en el teatro Admiralpalast de Berlín a mediados de octubre.



Sin embargo, el narrador japonés no se siente cómodo ante la expectación que crea. Para mantener su anonimato y poder coger el metro cuando está en su país, no aparece en televisión y muy rara vez concede entrevistas. Jamás habla de su vida privada. Por su libro De qué hablo cuando hablo de correr sabemos que practica deporte, que nada, corre maratones, y también que se levanta muy temprano. Nos recibe a las nueve de la mañana, vestido de manera informal, con camiseta y tejanos, en la habitación del hotel.



-¿Necesita entrenarse físicamente para poder escribir?

-En primer lugar, me divierte mucho. Pero escribir también es un trabajo agotador y para realizarlo es necesario estar en forma. Se necesita fortaleza física y mucha resistencia.



-También para 1Q84. ¿Sabía usted desde el principio que escribiría más de mil páginas?

-Sí, sencillamente lo sabía. Durante tres años trabajé en la novela todos los días, cinco horas cada mañana. Con una concentración máxima. Y eso consume mucha energía.



-El joven escritor Tengo, uno de los protagonistas de 1Q84, dice que no le gusta escribir por la noche, porque las frases le salen oscuras y tristes. ¿Le sucede a usted lo mismo?

-No escribo una vez que ha anochecido. Es una costumbre. Pero sí que puedo imaginarme que, por la noche, las historias se vuelven más oscuras y siniestras. Me levanto a las cuatro, me preparo un café, enciendo el ordenador y, a veces, escucho algo de música, por ejemplo, barroca. Pero últimamente no escucho música mientras escribo.

El origen de 1Q84

-Los títulos de algunas de sus novelas, como Tokio blues. Norwegian Wood o After Dark, están inspirados en canciones de los Beatles, de los Beach Boys o en piezas de jazz. Al principio de 1Q84, en la radio del taxi suena la Sinfonietta de Janacek; también podemos escuchar El clave bien templado de Bach, obras de Haydn y otras piezas barrocas. ¿Su gusto musical se decanta ahora por los clásicos?

-No, siempre he escuchado todo tipo de musica: jazz, clásica, rock, siempre que sea bueno.



-¿Cómo comenzó a escribir?

-Hacía sol y estaba viendo un partido de béisbol una tarde de abril. De repente, fue como si me hubiera caído un rayo y supe con toda claridad que sería escritor.



-¿Hubo algún factor desencadenante, alguna experiencia que inspirase 1Q84?

-La idea llegó de forma muy sencilla: iba en coche por Tokio, el tráfico era intenso y me quedé atascado en una autovía en medio de la ciudad. Miré por la ventana y pensé en cómo me sentiría si bajase del coche, lo dejase allí y descendiese al subsuelo. Ésa fue la idea desencadenante, de la que partió el personaje de Aomame. Así empezó. No sabía lo que ocurriría más adelante. Pero sí que detrás se escondía una gran historia.



-Aomame desciende por una escalera de emergencia de una autovía y llega a otro mundo. ¿Le ha sucedido a usted?

-No, yo tengo una vida muy normal. No tengo experiencias sobrenaturales. Pero cuando estoy escribiendo una historia, entonces creo en todo lo que mi historia puede ofrecerme: desde lo más cotidiano a lo más increíble. Si la historia lo necesita, continúo por ese camino. Pero no creo en fantasmas, extraterrestres ni cosas por el estilo; soy bastante realista y razonable.



-¿Va mucho al cine o ve mucha televisión?

-En absoluto. Sólo veo partidos de béisbol. Me encanta el béisbol.



-¿Y lee periódicos?

-No demasiados.



-¿No le interesa el día a día?

-Estoy informado de lo que sucede, por supuesto, pero no leo periódicos japoneses. Su prosa me aburre. Las revistas de información americanas son un poco mejores. No me interesan mucho los medios de comunicación. Estamos rodeados de toda esta información, de las diferentes opiniones. Me parece agotador y podría renunciar perfectamente a todo ello.



-George Orwell, a cuya novela 1984 usted hace referencia, quería que su libro se comprendiese como una advertencia contra el totalitarismo.

-Cuando Orwell escribió 1984, en 1949, la novela constituía una visión futurista. Para mí, 1984 se halla en el pasado y eso representa una gran diferencia. El Gran Hermano de Orwell era un monstruo peligroso, un dictador que vigilaba y controlaba a todos desde su posición dominante. La Gente Pequeña de mi novela 1Q84 constituye lo contrario: casi nadie puede verlos, viven escondidos y lo que nos hacen es oscuro y misterioso. El Gran Hermano ya no representa una amenaza para nuestra sociedad. Lo conocemos y sabemos cómo protegernos de él. Pero a la gente pequeña no la conocemos, por eso nos parecen tan siniestros. Así, también mis lectores pueden imaginárselos como quieran.



-¿Son ahora los sistemas sociales más caóticos?

-Bueno, también Occidente siente desconfianza hacia aquellos valores, instituciones y sistemas que parecían estables. ¿Quién confía ya en los sistemas económicos? Desde principios de este siglo el caos se ha globalizado. La falta de estabilidad es un fenómeno global. Y esta incertidumbre nos une a todos. Comenzó con la caída del Muro de Berlín. Teníamos la esperanza de que eso fuese el comienzo de un mundo mejor. Pero esa esperanza se evaporó con los atentados del 11 de septiembre. El mundo, tal como lo conocíamos, había perdido el rumbo.



-El tradicional dualismo entre capitalismo y comunismo ha sido sustituido por otro: el dualismo entre capitalismo e islamismo.

-En mi opinión, todos los "ismos" han caducado. Vivimos un siglo post-ideológico, en el que los "ismos" han perdido su poder.



-¿Y qué ha sustituido a las ideologías, a los "ismos"? Sus personajes parecen a menudo perdidos.

-Sí, están solos, buscan una conexión con el mundo, con un mundo más allá de las fronteras de lo que conocen. Por eso espero que mi historia los dote de valentía.





-¿Colecciona libros?

-No, pero sí discos, tengo toneladas, estantes llenos. Los libros, los clasifico.



-¿También los de su favorito, Dostoievski?

-¡No, ésos no! Hay excepciones.



-En su libro cuenta que para Chéjov existía un lugar que quería visitar al menos una vez en la vida: Sajalin. ¿Tiene usted también un lugar similar, casi mágico, y cuál es?

-El mismo que Chéjov: Sajalin. Siempre he querido ir allí y conocer ese lugar supuestamente tan extraño.



-Entonces, ¿todavía no ha ido?

-Sí, estuve allí hace tres o cuatro años. Es enorme, pero no hay ni una sola librería. Aunque se pueden comprar libros en el mercado, donde los venden vendedores ambulantes que los han traído del continente. Allí encontré muchos de mis libros, una experiencia muy emocionante.