Katherine Pancol. Foto: Quique García.

Con una sonrisa contagiosa, llega Katherine Pancol (Casablanca, 1956) luminosa, rodeada de un séquito de personas. Un foulard de color fucsia le rodea el cuello y lleva unos vaqueros claros y elegantes. "Hablaba perfectamente español antes de irme a vivir a Estados Unidos. Me da una rabia. En cuanto aprendí inglés se me olvidó el español", advierte de entrada. Luego se sienta relajadamente y pide un café antes de iniciar la entrevista.



- Háblenos de su rutina cotidiana. ¿Cómo consigue escribir libros así de largos, llevar una familia, y contestar los cientos de correos en su blog?.

- Soy una persona con mucha disciplina. Me levanto, me tomo un gran desayuno, leo la prensa, los periódicos y me pongo a escribir entre 11 o 12 de la mañana hasta las 6 o 7 de la tarde. Lo del blog, se ha convertido en un problema. Hemos pasado de unos veinte al día a cientos de mensajes, y del mundo entero. Aunque son muy interesantes, y me ayudan mucho a la hora de escribir. Me cuentan su vida, sus complicaciones. Tengo también muchos mensajes de adolescentes, entre 13 y 15 años, que se identifican primero con el personaje de Zoe pero quieren convertirse en Hortense. Lo que me escriben me ayuda. Parto de su vocabulario, de sus frases, para luego construir mis personajes. También escriben mujeres entre 30 y 40 años, muchas divorciadas, y que son todas el personaje de Joséphine. Ahora bien, lo más increíble es que las preocupaciones de las mujeres, de los hombres, de los niños, son las mismas aquí que en China, en Rusia, en España, por ejemplo. De hecho, tengo muchos correos procedentes de España. La gente me habla de los mismos problemas. Pienso que lo que se dice de la gente, es un poco falso. La gente lee libros aunque se diga lo contrario. Se pregunta sobre la vida, sobre Dios, sobre el amor, sobre la solidaridad. No son emails sin interés. Ahora bien, no consigo hacer todo y muchos de ellos tardo bastante tiempo en contestarlo. Es una ventana al mundo exterior".



Katherine Pancol, que ha alcanzado un éxito de ventas sin igual con Los ojos amarillos de los cocodrilos, acaba de publicar en nuestro país la segunda parte, El Vals lento de las tortugas (La Esfera de los Libros). La preguntas es obligada: ¿Cómo se escribe un libro de éxito?. "Pues me gustaría saberlo a mi también. Yo lo he alcanzado en mi decimotercera novela. El primer libro me lo encargó en Francia una editorial, funcionó de maravilla ya que se vendieron 300.000 ejemplares. Ahora, con esta trilogía, ¡llevamos 1.500.000! Y escribo igual. Creo que lo más importante es que la sensibilidad del escritor se encuentre con la sensibilidad de una época. Mi primera novela, por ejemplo Moi d'abord, fue escrita en 1979 durante la liberación de la mujer, su deseo de volverse más independiente. Y funcionó de maravilla. Las siguientes son un poco menos hasta que escribí Los cocodrilos, en donde cuento la sociedad de hoy en día. Las dificultades de la vida cotidiana".



¿La vida? "Un vals"

En su nuevo libro, la vida, para Katherine Pancol, es como un baile. "Un vals. Con gente que te pisa los talones y otros con los que funciona la relación." Persona tremendamente positiva, su mensaje es sobre la felicidad, que va y viene, como un vals. "No se puede estar feliz todo el tiempo. Hay que aceptar que la vida cambia todo el rato y eso es lo que la hace maravillosa. Mi mensaje es que la vida, a pesar de sus dificultades, es siempre bella." Recuerda que una vez recibió un mensaje de un soldado chino de 21 años que le decía que el personaje de Joséphine le había ayudado a sobrellevar las dificultades de vivir. "El hombre está tan perdido como la mujer hoy en día y no sabe qué hacer. Incluso los niños, los adolescentes. Yo misma, sola con dos niños, mal de dinero antes de esta novela, tenía mucho de Joséphine, pero también de su hermana Iris, ese lado ligero, tan parisino. ¡En realidad, yo he sido y soy muchos personajes! ¡Incluso la bruta de Marcelle! Soy bastante de campo también, mi abuelo era campesino y hay mucho de ella en mí".



Sus novelas son de un género indefinido, según su autora, y juegan la función de un caleidoscopio. Sabe que la saga de la familia de Joséphine la tiene atada. Sus lectores no la dejarán abandonarla." "Sí, así es, pero yo ya estoy cansada y quiero cambiar un poco", advierte. "Haré como Balzac. Lanzaré una nueva historia y haré volver a los personajes. Sin que sean personajes principales."



Confiesa querer a todos sus personajes. "Me hacen reír, me producen una enorme ternura. Hortense, al principio, no me gustaba mucho, luego acabó fascinándome. Iris igual. Joséphine me parecía un poco pesada, a veces. Y, por supuesto, estoy enamoradísima de Philippe. Me siento muy apegada a ellos también. Yo no sé, en realidad, cuando me pongo a escribir, por dónde van a ir mis personajes".



¿Y la cuestión femenina? "Seguimos viviendo en un mundo de hombres, aunque se pretenda lo contrario, y las mujeres lo tienen mucho más difícil. Hay más mujeres, pero la mirada de un hombre no es siempre amigable. Sigue existiendo el prejuicio en ellos que una mujer guapa es forzosamente tonta. Respetan más a las mujeres un poco masculinas. El hombre está desorientado con el principio de la feminidad de las mujeres".



En sus novelas, los personajes divorciados son los más numerosos. Katherine se cuestiona sobre el valor de la familia hoy en día. "Yo vengo de una familia de padres divorciados, pero en mi época, era casi la única. Ahora, en el colegio de mis hijos, es lo más normal. Y, por otro lado, veo a tanta gente sola, a tantos ancianos solos, que me gustaría que me explicaran qué es eso de la familia. Encuentro que hay una soledad terrible en la sociedad. Los hombres están solos, las mujeres, los ancianos, los niños. Hay una especie de desencanto general".



Contrariamente a muchos escritores que declaran no tener tiempo de leer, Katherine Pancol confiesa que es uno de sus mayores placeres. Se inspira, sobre todo, en Balzac y Colette. "Colette habla de la fragilidad, del tiempo que pasa. En su época una mujer de 35 años ya estaba acabada. El final de la novela de Cheri, es de una sensibilidad increíble sobre los sentimientos, cuenta el final de un mundo. Me fascina".



Para convertirse en un buen escritor tiene clara la clave: "Hay que trabajar y trabajar. Pienso que la gente se descorazona muy rápido. Escribir es encontrar tu propia música. Colette decía que hay que escribir como nadie, con las palabras de todo el mundo. Es como hacer música. Si se escucha a Mozart, se reconoce, a Schumann también. Hay que encontrar esa música interior y reconocible. Así aprendí yo. Cuando era periodista me dijo un día mi jefa: 'Katherine escriba como usted es', y tenía razón. Es como uno se viste".