Enrique Vila-Matas. Foto: Santi Cogolludo.

Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) tuvo la mala suerte de que la mili le tocó en Melilla, en 1971. Tan fuera de lugar se sentía en el cuartel que acabó desesperado. Un día decidió aliviarse con una potente terapia de choque: se emboscó en un palomar y se bebió una botella de coñac, se fumó cinco porros de kif y se tragó cinco anfetaminas. Al rato, cuando estaba haciendo instrucción junto a sus compañeros, el cóctel estalló en su cabeza: lanzaba el fusil por los aires y disparataba por la boca. Tras pasar por el manicomio acabó desterrado como contable del economato, bien lejos de las armas (por si acaso). Y ahí, en las muchas horas muertas que esa gris actividad le brindaba, se lanzó a la escritura por primera vez.



Confiesa Vila-Matas que entonces era un "auténtico iletrado". Él, en realidad, quería ser cineasta y su bagaje lector se limitaba a "unos 30 poetas y, más o menos, 100 poemas". De narrativa, nada de nada. Escribió En un lugar solitario, una nouvelle sin un solo punto. En sus propias palabras, "un arma asesina para asfixiar a los lectores". Este libro, publicado por Tusquets en su día, ha sido ocultado por el autor catalán: siempre ha dicho que el primero fue La asesina ilustrada (1977). Ahora Mondadori lo ha rescatado para inaugurar la biblioteca Vila-Matas en edición de bolsillo. Junto a él, en un solo volumen titulado también En un lugar solitario, figuran sus cinco primeros libros. Un documento valiosísimo para conocer sus años de aprendizaje. Este lanzamiento viene acompañado, además, de Chet Baker piensa su arte, una antología de sus mejores relatos, que incluye un cuento largo de igual título. Inédito todavía, narra los desvelos de un editor empeñado en conciliar la radicalidad de Joyce y la tradición narrativa encarnada por Simenon.



Pregunta.- Cuenta en el prólogo de En un lugar solitario, cincuenta páginas dedicadas a explicar su casual llegada a la literatura, que su vocación primera fue la de cineasta...

Respuesta.- Sí, llegué a rodar dos cortometrajes en el año 70 en la Costa Brava que se presentaron en el Festival de Benalmádena. Uno se titulaba Todos los jóvenes tristes y el otro Cine verano. Era un cine no narrativo, ligado a las vanguardias de la época, con escaso porvenir comercial. Los tiene la filmoteca de Cataluña. Despertaron interés pero aquel festival tuvo un final muy accidentado porque Ricardo Franco decidió levantar el puño en la despedida. Acabamos encerrados y rodeados por la Guardia Civil. A la larga es eso lo que más se recuerda del festival.



P.- En El viento ligero en Parma dice que más que escritor le hubiera gustado ser torero...

R.- He hecho muchas entrevistas. Una vez me preguntaron en el periódico francés Liberation que cuál había sido mi vocación inicial. Hay una serie de fotografías de cuando tenía cuatro o cinco años y veraneaba cerca de Barcelona en las que aparezco vestido de luces. Toreaba a cabras salvajes disecadas que había cazado mi abuelo. Era una prueba documental. Mi respuesta, espero que se entienda, era una manera de contestar a una pregunta tan difícil.



P.- Fue el encierro obligatorio en un colmao del cuartel de Melilla el que desencadenó su escritura, para llenar las horas muertas. ¿Un malentendido?

R.- La mili fue una interrupción precisamente en mi trabajo en el cine. Tenía un año por delante en la plaza fuerte de Melilla en el que no iba a poder rodar nada. Quise en la medida de lo posible aprovechar el tiempo en algo artístico y me puse a escribir una novela sin ambición ni deseo de publicar. A mi regreso a Barcelona se interesó por leerla y por publicarla Beatriz de Moura, la editora de Tusquets, que estaba empezando con la editorial. Y al final se publicó sin que yo lo tuviera previsto. Así empecé a escribir, no porque estuviera revestido de un destino glorioso, sino por un accidente o un malentendido.



P.- Y los malentendidos, como dice Kafka y usted recuerda en el prólogo de En un lugar solitario, abocan a la ruina. ¿Su caso personal confirma este negro vaticinio?

R.- Es una ironía que utilizo para comentar esta llegada accidental a la escritura. Me es muy difícil saber ahora si la literatura conduce a la ruina. Eso es algo que ya se verá. Lo importante de este prólogo es la recapitulación de momentos en que yo siento que me estoy convirtiendo en escritor, cuando las frases normales pasan a ser frases literarias. Cada uno de los cinco libros agrupados en En un lugar solitario supone un paso más hacia la fatalidad o un destino alegre. Veremos.



P.- Es posible conciliar la literatura rupturista de Joyce y la literatura tradicional de calidad representada por Simenon.

R.- Eso es lo que busca el crítico protagonista de Chet Baker piensa su arte en una intensa noche encerrado en una habitación de un hotel de Turín. Si es posible o no forma parte del desenlace de la historia (Vila-Matas no levanta esa carta, con buen criterio).



P.- ¿Cómo describiría la narrativa del Vila-Matas primerizo de En un lugar solitario?

R.- Observo que yo venía que de la poesía básicamente y que me enfrenté a la narración sin haber leído novelas, lo cual hace que esos textos tengan una carga más poética que narrativa. No creo que sea un defecto sino simplemente una excentricidad. Ahora pienso que quizá fuese un acierto involuntario haberme acercado así a la literatura narrativa, porque la falta de sabiduría me permitió crear sin demasiados condicionamientos, de forma espontánea y natural. No creo que haya que recomendar que se escriba sin haber leído pero a mí no me fue mal. Me sirvió para abrir un camino personal, al margen del mundo de los libros. Eso choca con lo que algunas personas piensan: que mi obra se alimenta sobre todo de mis lecturas, pero mis comienzos, en realidad, provienen de un desierto cultural: yo era un auténtico iletrado que descubrió qué es narrar a través de la propia práctica de la escritura.



P.- ¿Qué queda de aquel escritor en el Vila-Matas de hoy?

R.- Lo interesante de un libro como Chet Baker piensa su arte es la transformación (la palabra "evolución" no me convence) de mi relación con el cuento. Por ejemplo los cuentos de Suicidios ejemplares son breves mientras que los del siguiente libro, Hijos sin hijos, (1993) tienden a buscar la novela en su extensión y en lo que relatan. Es un fenómeno paralelo a lo que ocurre en mi faceta como novelista, donde he pasado de la narración pura, sin más complicaciones, a la narración que mezcla ficción con pensamiento.



P.- "No sabemos si la literatura está en crisis, pero la crisis del juicio literario salta a la vista". Es la cita que preside su web, de Julien Gracq. ¿Tan claro lo ve?

R.- Se hacen por ejemplo elogios del best seller y se montan cánones de éstos. Eso es una prueba evidente de que el juicio crítico vacila.



P.- ¿Puede imaginar su vida en términos de no escritura, pasarse algún día al lado de los bartlebies?

R.- Sí, naturalmente que sí, y a medida que pasa el tiempo reflexiono más sobre ello. De todos modos no haré ese sacrificio si no me lo exigen las circunstancias o llego yo a esa conclusión. Ahora vivo un momento muy creativo y en el que lo paso extraordinariamente en mi trabajo.