Alessandro Baricco. Foto: Joan Manuel Baliellas.

Pregunta.- Emaús es el libro más autobiográfico de toda su obra. ¿Sentía la necesidad de ajustar algunas cuentas con parte de su pasado?

Respuesta.- Es un libro que llevaba mucho años pensando escribir. Pero necesitaba madurez y una cierta distancia para dar el paso. No es que sea mi propia historia la que se cuenta, porque la mía es mucho más banal que la de los adolescentes que protagonizan Emaús. Pero sí es cierto que el habitat [Turín, años 70] y el paisaje social es el mismo que he vivido yo en mi adolescencia y que, por tanto, conozco perfectamente.



P.- Por esto le ha molestado tanto que desde ciertos sectores católicos hayan criticado su manera de retratar el impacto de la formación religiosa en la adolescencia, ¿no?

R.- Era lo mínimo que se podía prever. Algunos ataques han sido elegantes y otros menos. Pero si el mundo católico no reacciona contra un libro como Emaús, sería algo muy extraño.



P.- ¿Qué le queda de aquella formación católica de su juventud?

R.- Un cierto complejo de culpa que parece imposible quitártelo de encima cuando te lo han grabado en tu niñez. También un cierto moralismo que, a veces, por rebeldía, se transforma en amoralismo. Pero también una especie de instintiva solidaridad hacia los demás. Y una inclinación digamos que por la verticalidad: uno mira la realidad que le rodea aspirando siempre a encontrar la belleza. Esta es, más o menos, la herencia de esa formación.



P.- Los años 70 en Italia se conocen sobre todo por la gran tensión política y la violencia terrorista (son los denominados Años de plomo). ¿Creía necesario recordar las vidas anónimas de esa época que permanecían al margen del enfrentamiento ideológico?

R.- Sí, quería recordar que en esos años había muchísimos jóvenes que vivían ajenos a la lucha política y armada, pero que también cultivaban pasiones, esperanzas y dramas sin que la política tuviera nada que ver en ello. Esta impermeabilidad frente a la política me interesaba recuperarla hoy, en una Italia tan politizada, en que la política parece tan importante cuando en realidad no lo es. Y remarcar que la ausencia de la política en su experiencia y en su formación no era ningún problema.



P.- Emaús retrata la división social entre ricos descreídos y una clase media muy creyente. ¿Esa división sigue siendo tan marcada en la Italia de hoy?

R.- Es que entonces la amoralidad se veía como una especie de lujo que sólo se podían permitir los ricos. Algo que no concebía la pequeña burguesía que conformaba la clase media. Esa división sigue muy presente en Italia. Lo que ha cambiado es la manera de ser católico de la pequeña burguesía, tan radical, tan rigurosa... Ahora la Iglesia está mucho más dispersa y es difícil encontrar el rastro de una formación tan férrea como la de entonces.



P.- Si su novela fuese una parábola bíblica, ¿podría verse en Andre la encarnación del diablo? ¿O es ir demasiado lejos?

R.- Para los cuatro chicos sí. Pero simplemente encarna el mundo que está más allá de sus estrechas fronteras catolicistas. Es el mundo fascinante y complejo en el que debemos vivir, que sí, que te puede acabar matando, pero también te puede regalar una plena, no encarcelada por los prejuicios.



P.- ¿Podría decirse que Emaús es sobre todo eso: una novela sobre la ceguera que provocan los prejuicios?

R.- Sí, por eso asocio la vida de estos adolescentes a la de los campesinos que se encuentran con Jesús y no lo reconocen. No saben verlo. La ceguera de los cuatro protagonistas se debe, sin embargo, a un exceso de luz. Ven tanto que al final no ven nada. No entienden lo que sucede a su alrededor porque sus ideales y sus esperanzas son demasiado altos.



P.- Dejemos a un lado Emaús y entremos en su escuela de escritura, la famosa Holden. ¿Cuál es el consejo que más repite a sus alumnos?

R.- Que si quieres escribir un libro, escribas un guión de una película. Que si quieres dirigir una película, aprendas cómo se hace un cómic. Que si quieres hacer un cómic, estudies teatro... Es decir, ejercita constantemente el cruce entre las diversas manifestaciones artísticas.



P.- Y a aquellos que afirman que estas escuelas homologan el modo de escribir ¿qué les contestaría?

R.- Eso es un prejuicio cómodo. Si uno lee a escritores de la Holden, no hay dos iguales. En Estados Unidos, por ejemplo, de estas escuelas han salido autores tan dispares como Dan Brown y Foster Wallace.



P.- ¿Los daños del berluconismo son irreparables para Italia o todavía tiene fe en el futuro?

R.- Se piensa que Berlusconi es quien ha llevado a Italia a la ruina, pero, en realidad, ha sido la ruina de la política, sobre todo por la falta de credibilidad provocada corrupción, la que ha llevado a un populista como Berlusconi. Éste sólo ha prolongado la caída del país. Por supuesto que tengo confianza en el futuro. Lo importante es que sea la gente joven la que rehaga el país, porque si esta labor la dejamos en las mismas manos que detentan el poder ahora no avanzaremos nada. Aunque no creo que esto suceda, porque la gente está muy harta, de Berlusconi y del resto de políticos.



P.- Es escritor, guionista, crítico musical, actor, filósofo, directo de cine, autor teatral... ¿Se identifica con la figura del humanista renacimental?

R.- (Le da la risa...) Me encantaría, pero me temo que el mío es un fenómeno distinto. En una sociedad tan especializada como la nuestra a uno como yo que hace películas, cómics, teatro y escribe libros le pueden llegar a comparar con Leonardo. Pero Leonardo, con su vastísima sabiduría, se reiría de mí.



P.- ¿A qué bárbaros les tiene más medio hoy?

R.- A aquellos que todavía cree que con la guerra se solucionan los problemas.