Svletana: El cristo de los gitanos.
Tras una peregrinación de cientos de años, los gitanos llegaron a España a comienzos del siglo XV. No está claro cuándo salieron de la India, su lugar de origen. Pero sí las escalas que hicieron antes de alcanzar nuestro país: Persia, Siria, Armenia, Rumanía, Francia... El Camino de Santiago les abrió el paso y durante esa centuria varios monarcas ibéricos les concedieron libertad de movimientos en sus respectivos reinos. Traían consigo una cultura ancestral, aunque aquí ya vino algo diezmada: se la fueron dejando a jirones en las cunetas de los caminos. Cuando se instalaban en un lugar cultivaban un sincretismo equilibrado: en algunos puntos se mantenían fieles a su acervo; en otros, en cambio, se mostraban más flexibles, más abiertos a contaminarse.Un ejemplo de esto último es su tradición de narrativa oral. La editorial Siruela acaba de publicar el libro Cuentos populares de los gitanos españoles, donde se recoge buena parte de ese bagaje literario tan reacio a constar sobre el papel. El encargado de confeccionar el volumen ha sido Javier Asensio García. En su búsqueda de relatos por toda la geografía española siempre acababa en los mercadillos: "Allí siempre encuentras a alguien que ha oído a sus padres, o a sus abuelos, o a sus tíos... Son lugares donde se producen carambolas afortunadas, que te deparan encuentros...", explica Asensio.
Ha estado seis años grabadora en mano registrando toda esa sabiduría en peligro de extinción. También le remitían los relatos a través del correo electrónico y escritos a mano. Un material, en muchos casos, confuso y difícilmente digerible. "He intentado respetar lo máximo posible la oralidad, para no traicionar el origen de los cuentos, aunque también hay una importante labor de edición, que permite que sean perfectamente legibles". Asensio es consciente de que la cadena de transmisión generacional de estos relatos padece graves cortocircuitos. "Se está perdiendo mucho, los grandes narradores han fallecido y los nuevos hábitos (internet, televisión, el sedentarismo...) no ayudan a que la gente nueva se enganche".
"Muchos me dicen 'esto me lo contaba mi abuelo asando patatas y castañas en medio del campo'", explica Asensio. El nomadismo y los periodos de recolección en cortijos, majadas, campamentos a la intemperie eran el caldo de cultivo en el que, al calor de una buena lumbre, los más mayores embelesaban con sus cuentos a los jóvenes. En esas narraciones aflora la épica caballeresca de Bernardo del Carpio, Carlomagno, Roldán, Oliveros y los Doce Pares de Francia. "Estos personajes históricos y legendarios se funden con la tradición calé". El resultado es una curiosa mixtura de hilos narrativos.
También abunda una especie de realismo mágico gitano, en el que la realidad, tentada por la imaginación, se desvía a través de líneas de fuga. La leche de leona, entonces, cura las enfermedades y las serpientes sorben furtivamente las mamas de las mujeres embarazadas, dejándolas secas. El miedo a los muertos, espíritus que se aparecen, el malfario, las maldiciones son elementos recurrentes. García Márquez decantado según la idiosincrasia calé.
Hay algunos relatos que remiten a Oriente, con sus alfombras voladoras y todo. La India resuena a lo lejos. "Pero -matiza Asensio- no hay ningún cuento original, que se mantenga intacto". Los trasiegos milenarios han actuado como una especie de turmix que ha batido las más diversas raíces narrativas. La pureza no existe, sólo el misterio que abre un anciano en medio de la noche cuando pronuncia la fórmula 'Había una vez...".
Relato escogido: 79. Blanca flor, ¿dónde naciste?
Los gitanos han andado mucho por los caminos de España, conocen bien su suelo, sobre el que tantas veces han dormido; conocen muy bien sus plantas, que han utilizado unas veces como condimentos y otras como remedios naturales para sus dolencias y las de las caballerías. Han llorado la muerte de sus bestias, ¡cuántas veces se han dolido de su destino al ver morir a su animal de tiro!, su única posesión. "¿Qué será de nosotros?", se preguntaban cuando en mitad del camino se moría el borrico y tenían que desplazarse a pie. No era para ellos plato de gusto el encontrarse en esas sendas de Dios la calavera de un burro, una desgracia para alguien que había pasado por allí antes que ellos y quién sabe si un mal presagio.
Una vez que una familia gitana iba montada en un carro, se tropezaron con una escena curiosa: una hermosa flor blanca había nacido en el hueco de la calavera de un burro. La raíz había agarrado, como bien pudo, en un leve manto de tierra que la lluvia y el viento habían ido depositando en el fondo del cráneo. El padre de familia, al contemplar esa escena, se quedó pensando, y tras un momento de inspiración, le dedicó unos humildes versos a la flor:
Blanca flor, ¿dónde naciste que tan mala fue tu suerte?
Que a los dos pasos que diste te encontraste con la muerte.
El cortarte es cosa triste, el dejarte es cosa alegre,
el dejarte con la vida es dejarte con la muerte.
De nuevo, como en los cuentos anteriores, si estos versos se cuentan sin preámbulo se convierten en un acertijo que hace despertar las conjeturas y la imaginación de quien lo escucha. La solución la encuentran más fácilmente los que tantas veces han visto la muerte a la orilla de los caminos, junto a las flores que engalanan los campos.