Gonzalo Rojas en una imagen de archivo. Foto: El Mundo

SIEMPRE EL ADIÓS

Tú llorarás a mares

tres negros días, ya pulverizada

por mi recuerdo, por mis ojos fijos

que te verán llorar detrás de las cortinas de tu alcoba,

sin inmutarse, como dos espinas,

porque la espina es la flor de la nada.

Y me estarás llorando sin saber por qué lloras,

sin saber quién se ha ido:

si eres tú, si soy yo, si el abismo es un beso.

Todo será de golpe

como tu llanto encima de mi cara vacía.

Correrás por las calles. Me mirarás sin verme

en la espalda de todos los varones que marchan al trabajo.

Entrarás en los cines para oírme en la sombra del murmullo. Abrirás

la mampara estridente: allí estarán las mesas esperando mi risa

tan ronca como el vaso de cerveza, servido y desolado.



OSCURIDAD HERMOSA

Anoche te he tocado y te he sentido

sin que mi mano huyera más allá de mi mano,

sin que mi cuerpo huyera, ni mi oído:

de un modo casi humano

te he sentido.

Palpitante,

no sé si como sangre o como nube

errante,

por mi casa, en puntillas, oscuridad que sube,

oscuridad que baja, corriste, centelleante.

Corriste por mi casa de madera

sus ventanas abriste

y te sentí latir la noche entera,

hija de los abismos, silenciosa,

guerrera, tan terrible, tan hermosa

que todo cuanto existe,

para mí, sin tu llama, no existiera.



LAS HERMOSAS

Eléctricas, desnudas en el mármol ardiente que pasa de la piel a los vestidos,

turgentes, desafiantes, rápida la marea,

pisan el mundo, pisan la estrella de la suerte con sus finos tacones

y germinan, germinan como plantas silvestres en la calle,

y echan su aroma duro verdemente.

Cálidas impalpables del verano que zumba carnicero. Ni rosas

ni arcángeles: muchachas del país, adivinas

del hombre, y algo más que el calor centelleante,

algo más, algo más que estas ramas flexibles

que saben lo que saben como sabe la tierra.

Tan livianas, tan hondas, tan certeras las suaves. Cacería

de ojos azules y otras llamaradas urgentes en el baile

de las calles veloces. Hembras, hembras

en el oleaje ronco donde echamos las redes de los cinco sentidos

para sacar apenas el beso de la espuma.



ENIGMA DE LA DESEOSA

Muchacha imperfecta busca hombre imperfecto

de 32, exige lectura

de Ovidio, ofrece: a) dos pechos de paloma,

b) toda su piel liviana

para los besos, c) mirada

verde para desafiar el infortunio

de las tormentas;

no va a las casas

ni tiene teléfono, acepta

imantación por pensamiento. No es Venus;

tiene la voracidad de Venus.



INSTANTÁNEA

El dragón es un animal quimérico, yo soy un dragón

y te amo,

es decir amo tu nariz, la sorpresa

del zafiro de tus ojos,

lo que más amo es el zafiro de tus ojos;



pero lo que con evidencia me muslifica son tus muslos

longilíneos cuyo formato me vuela

sexo y cisne a la vez aclarándome lo perverso

que puede ser la rosa, si hay rosa

en la palpación, seda, olfato



o, más que olfato y seda, traslación

de un sentido a otro, dado lo inabarcable

de la pintura entiéndase

por lo veloz de la tersura

gloriosa y gozosa que hay en ti, de la mariposa,



así pasen los años como sonaba bajo el humo el célebre

piano de marfil en la película; ¿qué fue

de Humphrey Bogart y aquella alta copa nórdica

cuya esbeltez era como una trizadura: qué fue

del vestido blanco?



Décadas de piel. De repente el hombre es décadas de piel, urna

de frenesí y

perdición, y la aorta

de vivir es tristeza,

de repente yo mismo soy tristeza;



entonces es cuando hablo con tus rodillas y me encomiendo

a un vellocino así más durable

que el amaranto, y ahondo en tu amapola con

liturgia y desenfreno,

entonces es cuando ahondo en tu amapola,



y entro en la epifanía de la inmediatez

ventilada por la lozanía, y soy tacto

de ojo, apresúrate, y escribo fósforo si

veo simultáneamente de la nuca al pie

equa y alquimia.